El regreso de Van Almsick
La alemana bate ocho a?os despu¨¦s, a los 24, su r¨¦cord mundial de los 200 metros libres y suma su cuarto oro en la cita berlinesa
Se podr¨ªa definir como el s¨ªndrome Capriati; es decir, el regreso a la cumbre de una estrella infantil despu¨¦s de a?os miserables dentro y fuera de la competici¨®n. La estadounidense volvi¨® de los s¨®tanos para ganar el Open de Australia y el torneo de Roland Garros cuando su nombre se hab¨ªa convertido en una nota a pie de p¨¢gina en el mundo del tenis. Lo mismo ha ocurrido con la alemana Franziska van Almsick, de nuevo coronada reina de la nataci¨®n, tras ocho a?os de decepciones y esc¨¢ndalo. Con 24, cuando los precedentes no invitaban a nada interesante, Van Almsick ha arrollado en los Campeonatos de Europa como lo hac¨ªa en su adolescencia, entre 1992 y 1994, ¨¦poca de r¨¦cords, fama y dinero.
'Tengo la sensaci¨®n de que, por vez primera, se juntan las piezas del puzle'
Cuatro medallas de oro lleva ganadas en esta competici¨®n y sus besos al p¨²blico, al aire, en cada una de ellas han sido muy celebrados, reproducidos en las televisiones y los diarios. 'Es guapa', dice la se?ora del kiosco mientras mira el Bild Zeitung, uno de los tabloides que la siguen siempre all¨¢ donde va. S¨ª que lo es. Con una estupenda sonrisa. Y dice encontrarse bien. El alma alemana es muy agradecida con los campeones. Van Almsick lo fue hace ocho a?os.
En los 200 metros libres bati¨® ayer el r¨¦cord del mundo (1m 56,64s) en un desaf¨ªo con su pasado, pues ten¨ªa la plusmarca desde 1994. Entonces contaba 16 a?os y era la atleta m¨¢s popular de Alemania, una extra?a Lolita de 1,76 metros de estatura que frecuentaba los sue?os de sus paisanos. Aquel a?o se divulg¨® una encuesta que situaba a Van Almsick por detr¨¢s de la modelo Claudia Schiffer entre las mujeres m¨¢s deseadas del pa¨ªs. El hecho de que casi fuera una ni?a no imped¨ªa esa clase de valoraciones. Al fin y al cabo, su novio era Steffan Zesner, un nadador de 25 a?os que pasaba oficialmente como amigo de la nadadora aunque las noticias eran que viv¨ªa con ella.
Por aquel entonces, Van Almsick ganaba dos millones de d¨®lares al a?o como reclamo publicitario para siete grandes empresas. Schiffer pod¨ªa ser algo m¨¢s deseable, pero no tanto como para perder el puesto ante la joven nadadora como imagen de una marca de chocolates. Todo hab¨ªa comenzado dos a?os antes. En los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona, a los 14, gan¨® cuatro medallas, dos de plata y dos de bronce. Sus actuaciones en los 100 metros libres, tercera, y los 200, segunda, tuvieron un impacto espectacular en el mundillo de la nataci¨®n, pero eso no fue nada con la trascendencia que cobr¨® Van Almsick como s¨ªmbolo de la nueva Alemania. Era belleza, era una nadadora formidable, era de Berl¨ªn Este, con todo lo que eso significaba en aquellos d¨ªas, tres a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del muro, un muro nada simb¨®lico para ella: viv¨ªa a 40 metros de ¨¦l. Un d¨ªa, de ni?a, lanz¨® deliberadamente una pelota al otro lado y alguien an¨®nimo se la devolvi¨®. Volvi¨® a lanzarla y volvi¨® a recibirla. As¨ª, dos, tres, cuatro veces... 'Supongo que ser¨ªa un soldado', dice Van Almsick.
A diferencia de sus predecesoras en la antigua RDA, aquellas famosas Grossen Berthas que nunca pudieran escapar a las sospechas del dopaje, Van Almsick parec¨ªa ajena al tramposo sistema generalizado que se hab¨ªa instalado en su pa¨ªs. Por supuesto, hab¨ªa pasado por los exhaustivos controles de detecci¨®n y formaci¨®n de talentos. Su madre, Jutta, era entrenadora de gimnasia r¨ªtmica y patinaje sobre hielo. Trabajaba para el Dinamo de Berl¨ªn y como informadora del servicio secreto, la Stasi, en cuyos archivos su nombre figura en la n¨®mina. Pero en 1992 todo eso importaba poco. Alemania necesitaba iconos para la reconstrucci¨®n. Qu¨¦ mejor que una belleza adolescente capaz de lograr marcas impensabables con su brazada larga, serena y elegante.
Despu¨¦s de las medallas de Barcelona, llegaron los rotundos ¨¦xitos en los Europeos de 1993 y los Mundiales de 1994. S¨®lo ella parec¨ªa capaz de resistir a las chinas, pero, de repente, todo se quebr¨®. Desbordada por la fama, por las lesiones y accidentes, Van Almsick toc¨® fondo en los Juegos de Sydney 2000: no logr¨® clasificarse para ninguna final. Era una ex nadadora. Nadie pod¨ªa pensar en su regreso. Estaba en la situaci¨®n de Capriati. Pero, como la tenista, ha regresado a la cima.
Ha cambiado de entrenador,ahora es Norbert Warnatzch, y de novio. Su pareja es el jugador de balonmano Stefan Kretzschmar. Parece relajada y madura, sin los caprichosos prontos que la hicieron famosa, con el foco por fin puesto sobre la nataci¨®n: 'Tengo la sensaci¨®n de que llevo moviendo piezas de un puzzle desde hace ya ocho o diez a?os... y, por vez primera, siento que se juntan'.
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