El ¨¦xito de lo impreciso
Quien diga que los n¨²meros de la inmigraci¨®n son fr¨ªos es que no se ha ba?ado en ellos. Si me sigue el lector unos minutos, ver¨¢ que no miento. Sucede, adem¨¢s, que cuando las estad¨ªsticas resultan imprecisas y los conceptos impropios, se enturbia nuestra mirada. Y si, por ¨²ltimo, las malas pr¨¢cticas sustituyen a los datos, entonces las noticias queman. Pues bien, un tanto de todo ello ha habido en estos d¨ªas.
Antes de entrar en materia, perm¨ªtanme una cita. El Informe sobre el desarrollo humano 2000 tiene un cap¨ªtulo que trata sobre las cualidades y el uso de las estad¨ªsticas. All¨ª se dice que deben servir para fomentar el di¨¢logo y la rendici¨®n de cuentas. Y que han de ser pertinentes, fiables, v¨¢lidas, desagregadas, tener continuidad y posibilitar la separaci¨®n entre el supervisor y lo supervisado. Pero los autores del informe tambi¨¦n nos previenen sobre los malos usos. Y uno de ellos es el mal uso pol¨ªtico con el fin de desacreditar a determinados actores.
Primero fue el censo de la poblaci¨®n, que en su recuento de noviembre de 2001 dice que el n¨²mero de extranjeros super¨® el mill¨®n y medio. A continuaci¨®n pronostica que, de seguir as¨ª las cosas y 'en el medio plazo', la proporci¨®n de extranjeros en Espa?a se situar¨ªa en el 9%. Usted y yo nos quedamos sin saber cu¨¢l es la cifra exacta de extranjeros y cu¨¢ntos a?os componen ese medio plazo. Pues bien, seg¨²n el Anuario estad¨ªstico de extranjer¨ªa, a 31 de diciembre de 2001 hab¨ªa 1.109.060 extranjeros con el permiso de residencia en vigor. Es la primera vez que el registro administrativo anda por detr¨¢s de la estad¨ªstica censal. ?Qui¨¦n est¨¢ m¨¢s cerca de la realidad? En mi opini¨®n, el censo. ?Ten¨ªamos entonces 400.000 inmigrantes ilegales? No es tan sencillo, aunque es el Gobierno el que deber¨ªa explicarlo.
Con los datos en la mano y hasta el d¨ªa de hoy, la mayor¨ªa de los inmigrantes no han entrado con un contrato de trabajo bajo el brazo. Nueve de cada diez residentes legales de pa¨ªses terceros han vivido situaciones de irregularidad. Adem¨¢s, los que entran legalmente no tienen asegurada la renovaci¨®n de su permiso. Miren ustedes, desde 1985 se han sucedido cinco procesos de regularizaci¨®n expl¨ªcitos y otros tantos (contingentes) encubiertos. En total se han presentado 1.094.417 solicitudes y se han rechazado 415.249. Claro que ha habido repeticiones y tambi¨¦n se han producido entradas y salidas del pa¨ªs y de la irregularidad. Contando con todo, si la asociaci¨®n entre inmigrante irregular, marginaci¨®n y delincuencia hubiera funcionado, esto ser¨ªa un infierno.
El vocablo 'inmigraci¨®n ilegal' es pobre en contenido y no da cuenta de los cambios de situaci¨®n. Pero se usa machaconamente como si, a fuerza de insistir en un concepto impropio, se cargara uno de verdad. Es el ¨¦xito de lo impreciso y el triunfo de las asociaciones borrosas como la de inmigraci¨®n irregular y delincuencia. Pero, aunque la expresi¨®n haya cosechado 'fortuna medi¨¢tica' y rinda fruto electoral, tengo para m¨ª que, al darla por buena, todos perdemos algo. Se busca el voto del centro mientras se polariza al elector, y me temo que lo que va a resultar sea una mala siesta y un despertar malhumorado. Porque yo participo de la opini¨®n seg¨²n la cual la pol¨ªtica de inmigraci¨®n es el espacio de los matices y no el coto de las frases tajantes y de las adhesiones masivas. Si una de las virtudes de la mano de obra extranjera es la flexibilidad, a ella debiera responder el pol¨ªtico con la misma cualidad.
Y ahora toca pensar en las unanimidades. Cuando, en una encuesta, una acci¨®n migratoria concita la adhesi¨®n de una abrumadora mayor¨ªa de ciudadanos, suele ser una simplificaci¨®n de imposible cumplimiento. Pues si un fen¨®meno tan heterog¨¦neo en su composici¨®n recibe una respuesta simple por parte de los entrevistados, es que la pregunta est¨¢ mal configurada. Y si al movimiento migratorio, que es muy plural en sus motivaciones, se le ofrece una ¨²nica v¨ªa de entrada, estoy convencido de que la medida est¨¢ condenada a resultar ineficaz. De suerte que no es para ufanarse, sino todo lo contrario, cuando en una encuesta una propuesta sobre c¨®mo gestionar la inmigraci¨®n obtiene un respaldo apote¨®sico. Algo falla.
Una opini¨®n p¨²blica bien informada se distribuir¨¢ por las varias opciones razonables que se le planteen, eso s¨ª, con la duda de cu¨¢l de ellas vaya a resultar m¨¢s adecuada y cu¨¢l menos ¨²til. En el bien entendido de que se trata de un acci¨®n destinada a paliar o reducir un problema, no a suprimirlo de ra¨ªz. En este caso, el objeto es el de la inmigraci¨®n clandestina. Y ello porque no hay una sola y misma causa de la ilegalidad, ni un ¨²nico impacto querido o no previsto. De modo que las afirmaciones de 'todo o nada' debieran desaparecer de los sondeos de opini¨®n y de las declaraciones p¨²blicas. Ya debi¨¦ramos haber aprendido que en inmigraci¨®n el cero no existe. Es un n¨²mero que no escucha y que no habla. Un n¨²mero ensimismado e irreal.
Y eso es lo que ha ocurrido en el ¨²ltimo bar¨®metro del CIS. Dos de las tres opciones que se han presentado para averiguar cu¨¢l ser¨ªa la pol¨ªtica m¨¢s adecuada respecto de los trabajadores extranjeros son voces vac¨ªas y autoritarias que nos separan de la realidad. Ni prohibir por completo la entrada ni no poner ning¨²n obst¨¢culo legal son acciones veros¨ªmiles. Se trata de extremos que simplifican hasta el absurdo las alternativas posibles ante un asunto complejo. De modo que el cierre improcedente de una cuesti¨®n genera una opini¨®n p¨²blica en el limbo. S¨®lo una de las alternativas presentadas al entrevistado tiene sentido. Y ah¨ª es donde reside el error, porque no hay una ¨²nica medida que sea eficaz para reducir la inmigraci¨®n indocumentada. Son necesarias varias v¨ªas para que meng¨¹en las tasas de irregularidad.
?Qu¨¦ se dice cuando se habla de inmigraci¨®n ilegal? Pues no se piensa en el ecuatoriano que entra sin necesidad de visado. Y, sin embargo, ¨¦sa ha sido la nacionalidad que m¨¢s solicitudes ha presentado en la legalizaci¨®n por arraigo de 2001. Tampoco es sin¨®nimo de clandestino (aquel que no deja ninguna huella al entrar) y que supone el 20% de los indocumentados que solicitaron regularizar su situaci¨®n en 2000. Y si hablamos de aquellos que han puesto su vida en manos de una organizaci¨®n profesional de coyotes, entonces nos limitamos al 6% de los clandestinos. De modo que ilegal no equivale a clandestino, y menos a¨²n es igual que inmigrante en situaci¨®n irregular.
?D¨®nde se produce la irregularidad? Aqu¨ª dentro, entre no
sotros. En la agricultura, en la construcci¨®n, en las cafeter¨ªas y en los hogares que no dan la cara por sus empleados. No en la entrada, sino en la permanencia. No en la actitud del inmigrante que quiere contrato, sino en la econom¨ªa sumergida y en la cultura de la ilegalidad por parte del empresario aut¨®ctono. Sin duda, hay inmigrantes que prefieren la irregularidad. Aunque no sepamos cu¨¢ntos. Pero s¨ª que sabemos que de los 597.706 irregulares que solicitaron su legalizaci¨®n en los dos ¨²ltimos a?os, un 28% hab¨ªa visto su solicitud denegada. Es la 'producci¨®n institucional' de irregulares que ha dejado a 162.000 en la sombra. Nadie en su sano juicio pensar¨¢ que en su mayor¨ªa vayan a delinquir.
De modo que es m¨¢s prudente plantearse el balance de una pol¨ªtica mantenida durante cierto tiempo con el fin de confirmar si acrece o reduce la inmigraci¨®n clandestina. Y si levanta o achica las fronteras interiores que producen irregularidad entre los legales que ya est¨¢n dentro. Me refiero a las contrataciones laborales, a la renovaci¨®n administrativa de los permisos y a los abusos de estafadores aut¨®ctonos o for¨¢neos. Desde luego, cabe exigirles a los inmigrantes que cumplan con sus deberes de acuerdo con la Constituci¨®n del pa¨ªs adonde han ido. Y a los pa¨ªses de origen hay que pedirles que no practiquen el victimismo ni el doble lenguaje. Pero la falta de adecuaci¨®n entre el proyecto migratorio y la pol¨ªtica de inmigraci¨®n es el espacio donde medran los traficantes.
Antonio Izquierdo Escribano es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad de A Coru?a y miembro del Sistema de Observaci¨®n Permanente de Migraciones Internacionales (Sopemi) de la OCDE.
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