Un presidente 'de a caballo'
El autor sostiene que el 11-S, la debilidad del anterior Gobierno colombiano y su credibilidad frente a las organizaciones terroristas explican la victoria de Uribe.
Se?alado como un hombre de derechas, la ideolog¨ªa de Uribe no es expl¨ªcita. Ser¨ªa superfluo en un pa¨ªs que no quiere saber de los pol¨ªticos, que desconf¨ªa de sus palabras y que repara en sus gestos y actitudes s¨®lo para intuir si vale la pena depositar el voto por ellos.
Con todo, los soportes del nuevo presidente colombiano est¨¢n bien amarrados al establecimiento pol¨ªtico m¨¢s tradicional. En la presidencia culmina una carrera que comenz¨® hace unos 30 a?os y que le ha brindado amplia experiencia en el Congreso y en los tres niveles territoriales de la rama ejecutiva. El sexto presidente originario de la rica, poblada y conservadora provincia de Antioquia, Uribe, es el primero de origen liberal. En las disputas internas de su partido en la d¨¦cada de 1980 se aline¨® con el oficialismo contra la corriente reformadora de Luis Carlos Gal¨¢n, apost¨® al futuro presidente Samper y en las elecciones de 1998 hizo campa?a al lado de Serpa.
El nuevo mandatario se ha propuesto derrotar al terrorismo y modernizar las instituciones
Uribe V¨¦lez sigue afiliado a f¨®rmulas manidas de 'la guerra al terrorismo'
Todas las expectativas de los colombianos est¨¢n puestas en el se?or presidente
Desde que anunci¨® intenciones presidenciales, salieron a colaci¨®n sus atributos de hombre de ley y orden, en un pa¨ªs que para muchos va a la deriva. Conocido como el padre de las Convivir, unas cooperativas de autodefensa que cre¨® cuando era gobernador de Antioquia (1995-1997) y que lindaban con los escuadrones paramilitares, mantuvo la coherencia al oponerse a la pol¨ªtica de paz del presidente Pastrana. Avezado pol¨ªtico, detect¨® el creciente malestar de la poblaci¨®n con la palpable debilidad del presidente y con los congresistas por sus m¨¦todos ineficaces y corruptos.
Cuando los terribles sucesos del 11 de septiembre transformaron radicalmente los contextos del discurso pol¨ªtico mundial, Uribe V¨¦lez ya hab¨ªa sembrado en la opini¨®n colombiana la idea del viejo sheriff del Oeste: 'O conmigo o contra m¨ª'. Pocos como ¨¦l ten¨ªan la credibilidad para hablar de las FARC y del ELN como organizaciones terroristas y al mismo tiempo para subrayar cu¨¢n nefasta resultaba la politiquer¨ªa tradicional. Modernizar las instituciones y derrotar el terrorismo iban de la mano, y s¨®lo un Gobierno eficaz, inspirado en valores de clase media, podr¨ªa salvar el pa¨ªs.
El giro ling¨¹¨ªstico del 11 de septiembre cal¨® profusamente en los medios, las clases medias y el pueblo. La inveros¨ªmil tozudez de Pastrana al sostener el esquema con las FARC como si nada hubiera pasado, y la par¨¢lisis de Serpa, incapaz de distanciarse de una clase pol¨ªtica despreciada, explican el mete¨®rico triunfo de Uribe V¨¦lez, al que contribuyeron los desafueros de las FARC, ansiosas de polarizar el pa¨ªs.
Una vez m¨¢s, todas las expectativas de los colombianos est¨¢n puestas en el se?or presidente. Fuerte por mandato de los colombianos que votaron con sed de autoridad; fuerte porque los partidos est¨¢n atomizados; fuerte porque todos los dem¨¢s actores, constitucionales y metaconstitucionales, s¨®lo tienen una menguada capacidad reactiva frente a las iniciativas de la nueva presidencia.
Por ejemplo, los congresistas, que ma?osamente se deslizaron al campo del presidente, no pueden descuidar el punto 9 del manifiesto program¨¢tico uribista: 'El 7 de agosto, a las 5.00 pm, si con la ayuda de Dios y el apoyo del pueblo colombiano llego a la presidencia de Colombia, presentar¨¦ el 'Referendo contra la Corrupci¨®n y la Politiquer¨ªa', que incluir¨¢ la reducci¨®n del Congreso, la eliminaci¨®n de los auxilios parlamentarios y de sus privilegios en pensiones y salarios'. Su complemento est¨¢ en el punto 18: 'No podemos seguir con un Congreso que cuesta 600.000 millones de pesos al a?o (unos 240 millones de d¨®lares, mucho menos que el presupuesto de las FARC), cuando para vivienda social s¨®lo hay 150.000 millones de pesos. El n¨²mero de congresistas debe reducirse de 266 a 150...'.
Hay otras cuentas que tambi¨¦n vendr¨ªan al caso para entender mejor las perspectivas abiertas en la pol¨ªtica colombiana. En el surtido de regiones que es Colombia, Uribe V¨¦lez es antioque?o de pura cepa. Reza el estereotipo que el hombre de Antioquia es individualista, trabajador tenaz, festivo, blanco y cat¨®lico; amante de la autoridad y en primer lugar de las jerarqu¨ªas patriarcales. Por todo esto, es comprensible que Uribe V¨¦lez se haya impuesto recobrar valores de orden y armon¨ªa derivados del disfrute de la propiedad. Eso le inculcaron en su infancia, en las fincas de trabajo (contrapuestas a las fincas de recreo) en las que se molde¨® su personalidad, antes de que la familia se fuera a residir a Medell¨ªn para que ?lvaro, el hijo mayor, recibiera la mejor educaci¨®n.
Cuando naci¨®, en 1952, Colombia era un pa¨ªs convulsionado, aunque en su infancia y adolescencia baj¨® la intensidad del conflicto y Medell¨ªn alcanz¨® el apogeo. Pero en 1983 vivi¨® la pesadilla de muchas familias colombianas. Ese a?o, su padre fue asesinado resistiendo un intento de secuestro por parte de las FARC mientras inspeccionaba una de sus fincas ganaderas en Yolomb¨®, a dos horas de Medell¨ªn por carretera.
Uribe nunca ha perdido la vocaci¨®n ganadera ni el amor por los caballos. Posee una s¨®lida visi¨®n agropecuaria del mundo y del pa¨ªs. Lejos de ser uno de los grandes ganaderos de Colombia, s¨ª es un importante empresario del ramo. En su finca El Ub¨¦rrimo, en el noreste del municipio de Monter¨ªa, capital del departamento de C¨®rdoba y capital nacional de los paramilitares, engordan unas mil reses y se mantienen unos sesenta caballos finos. En las condiciones de la ganader¨ªa superextensiva colombiana, uno puede suponer que el due?o de El Ub¨¦rrimo es uno de los 2.300 colombianos propietarios de m¨¢s de 2.000 hect¨¢reas y que acaparan entre todos unos cuarenta millones de hect¨¢reas. Para ponerlo en la balanza colombiana, digamos que cerca de dos millones y medio de peque?os propietarios (de menos de cinco hect¨¢reas) tienen apenas cuatro millones y medio de hect¨¢reas.
Esta concentraci¨®n de la propiedad de la tierra, una de las mayores del planeta seg¨²n el Banco Mundial, ha aumentado en la ¨²ltima d¨¦cada. Cambio ligado a la inseguridad, al poder f¨¢ctico que ejercen guerrillas, paramilitares, narcotraficantes y pol¨ªticos clientelistas en territorios como los de C¨®rdoba.
All¨ª, la buena noticia es que Casta?o ha renunciado a ser jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia y que prefiere quedarse en su nicho cordob¨¦s. Los conocedores del fen¨®meno paramilitar anticipaban tal desenlace. A fin de cuentas, en ese abigarrado mosaico de regiones y microrregiones que es Colombia, es altamente improbable mantener mandos unificados por mucho tiempo. La fragmentaci¨®n campea. Esto nos lleva al punto final de este comentario.
Aparte de la modernizaci¨®n institucional, Uribe se ha abocado a la tarea de quebrar la tendencia de ascenso militar de las guerrillas. La pregunta es c¨®mo y por qu¨¦ esas organizaciones, en particular las FARC, mantienen la unidad del mando. Resulta inocuo llamarlos terroristas, bandidos, secuestradores. Pueden ser todo eso al mismo tiempo. Pero, como enemigos que son del Estado, tejen hilos de organizaci¨®n y comunicaci¨®n que no podr¨ªan funcionar en un vac¨ªo social y pol¨ªtico. Es decir, manejan recursos de pol¨ªtica localista, ligados nacionalmente, que ni siquiera ha conseguido descifrar el fr¨¢gil Estado colombiano y que sobrepasan en calidad y disposici¨®n los que se nos antoje atribuir a una mera banda criminal. La guerra por el poder local hace mucho tiempo desatada por las FARC las ha puesto en antagonismo principal con la clase ganadera a la que pertenecen el presidente Uribe y su familia. El enemigo oligarca tradicional, los grandes banqueros de Bogot¨¢, por ejemplo, pasaron al plano abstracto del manual reglamentario del buen guerrillero. En el desarrollo de esa lucha armada ten¨ªan que aparecer los paramilitares y quedar la poblaci¨®n civil inerme en el fuego cruzado.
Consumado caballista, el nuevo presidente ha sentenciado: 'El caballo exige que, antes de pensar en disciplinarlo, uno tenga que disciplinarse a s¨ª mismo para lograr el equilibrio. Porque el caballo no acepta zalamer¨ªa ni maltrato; exige equilibrio. Lo mismo que exige el Gobierno'. Esperemos que mantenga ese equilibrio cuando examine las opciones para enfrentar pol¨ªtica, ideol¨®gica y militarmente a la guerrilla. Por ahora sigue afiliado a f¨®rmulas manidas de estrategia contrainsurgente -'la guerra al terrorismo', como ahora se llama-, que, al igual que 'la guerra a las drogas', parece condenada a sembrar m¨¢s desorden, ilegitimidad y miseria, siempre en desmedro de las libertades p¨²blicas aunque siempre en su nombre.
Marco Palacios es historiador colombiano. Su ¨²ltimo libro, con Frank Safford, Colombia: fragmented land, divided society (Oxford University Press, 2002). Es profesor investigador del Colegio de M¨¦xico.
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