Condena
D¨ªa 4 de agosto de 2002. ?lava, a mil kil¨®metros de Santa Pola. Era un atardecer todav¨ªa luminoso y ba?ado en aire fresco. Lo necesario y suficiente para amar la vida y desear a todos lo mejor. Era y no pudo ser.
ETA segaba la vida de dos personas inocentes. Una de ellas, todav¨ªa una ni?a, jugaba en la habitaci¨®n de su casa. Alguien decidi¨® que los ni?os, los ni?os de los cuarteles, pueden ser asesinados. Alguien decidi¨® que las casas, las casas que son cuarteles, pueden sepultar a los ni?os y a sus padres. Alguien decidi¨® esto, alguien lo hizo y alguien, cerca de m¨ª, quiere que yo lo entienda y calle. Pues no.
El asesinato es aberrante; el de ni?os, repugnante; y el silencio que no los condena s¨®lo es una variante de la complicidad.
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