Juicio
EN LA Cr¨ªtica del juicio, Kant no s¨®lo distingue, sino que contrapone los papeles que han de jugar en arte el 'genio', trasunto de la creaci¨®n, y el 'gusto', lo que hace viable su asimilaci¨®n social. As¨ª, por un lado, los artistas, y, por otro, la comunidad de receptores. Al interrogarse sobre cu¨¢l de estos dos elementos tiene una funci¨®n comparativamente m¨¢s relevante, si la creaci¨®n o su disfrute, para el que se necesita poseer gusto, Kant no duda en inclinarse por lo ¨²ltimo, ya que sin receptores adecuados, no s¨®lo no habr¨ªa arte, sino que, al estar privados de nuestros juicios de gusto, no podr¨ªamos superar los l¨ªmites del ego¨ªsmo subjetivo, que hace desvariar a la imaginaci¨®n creadora y arrebata el sentido com¨²n -la intersubjetividad- a la comunidad, incapaz de comunicarse.
Durante el revolucionario siglo XVIII, en el que vivi¨® y pens¨® Kant, prolifer¨® el ideal ilustrado de la emancipaci¨®n humana, entre cuyas consecuencias est¨¦ticas estuvo la de la democratizaci¨®n del arte, confirmando el sentido y el destino comunitario de ¨¦ste, que se hizo p¨²blico. Lo que, desde entonces, llamamos 'p¨²blico' no es sino el consumo an¨®nimo, el mercado, la ¨²ltima y definitiva instancia que sentencia cu¨¢l es el gusto de la comunidad y, por tanto, lo que ha de gustar.
En este sentido, es indiferente que el gusto p¨²blico haya sido, durante un tiempo, conservador, frustrando las veleidades innovadoras de los genios art¨ªsticos, o, como ocurre desde hace medio siglo, se haya hecho implacablemente moderno, castigando a los creadores que no se acomoden a los dictados de la cambiante moda; en cualquier caso, como previ¨® Kant antes que los grandes almacenes, el p¨²blico siempre tiene la raz¨®n. Por lo dem¨¢s, que el crecimiento del mercado aumentara el 'inter¨¦s' p¨²blico del arte, con su correspondiente explotaci¨®n industrial, comercial y medi¨¢tica, no hace sino subrayar el arrinconamiento del creador no adaptado al genio colectivo.
Ahora bien, ?hasta qu¨¦ punto puede identificarse la comunidad con el p¨²blico y la obra de arte puede hacerlo con una simple mercanc¨ªa espectacular? De ser as¨ª, como parece, ¨¦sta perder¨ªa, desde luego, su aura singular, y aqu¨¦lla, su juicio imprevisible, siendo ambas rentables promociones sin criterio, fruto del genio comercial.
En el ap¨¦ndice adjuntado al que fue su ¨²ltimo libro, inacabado y publicado p¨®stumamente, La vida del esp¨ªritu (Paid¨®s), Hannah Arendt analiza a fondo el concepto de juicio en Kant, y cree hallar en ¨¦l una contradicci¨®n: 'El progreso infinito es la ley de la especie humana y, al mismo tiempo, la dignidad del hombre exige que ¨¦l (cada uno de nosotros) sea visto en su particularidad (...) La misma idea del progreso -si designa algo m¨¢s que un cambio de circunstancias y una mejora del mundo- contradice la noci¨®n kantiana de la dignidad del hombre'. Por eso, se me ocurre que, al regirse el arte de nuestra ¨¦poca por la ley de progreso, quiz¨¢ se le arrebate su dignidad.
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