Los trabajos y los d¨ªas
Alguna vez ha se?alado Jon Juaristi (Bilbao, 1951) su condici¨®n de versificador antes que de poeta, aunque, apostillo yo de manera quiz¨¢ innecesaria, lo primero no va en detrimento de lo segundo. Y ha expresado su repudio de la l¨ªrica visionaria del Romanticismo, frente a la que defiende el poema como dep¨®sito de ideas susceptibles de ser expuestas en ensayo. Por eso no extra?a el t¨ªtulo de Prosas (en verso), que por la intenci¨®n recuerda al de ?ngel Gonz¨¢lez Prosemas o menos. Pero la afirmaci¨®n audeniana de que la buena poes¨ªa es buena prosa s¨®lo es aplicable a la primera de las dos partes de este libro, que remite al poeta m¨¢s esperable. Hay en ella ejercicios m¨¦tricos y coqueteos con el ripio, evocaciones nost¨¢lgicas compensadas por los esguinces del humor, anagramas, composiciones de ocasi¨®n, f¨¢bulas con corolario moral pero sin lecci¨®n evidente, deliciosas malicias quevedescas (Dama de Elche) y homenajes a amigos y actitudes c¨ªvicas, en los que resuena el Juaristi que, a pecho descubierto, ha dicho su verdad contra el encogimiento de los tibios (y la brutalidad de los troyanos).
PROSAS (EN VERSO)
Jon Juaristi Hiperi¨®n. Madrid, 2002 96 p¨¢ginas. 8 euros
En la segunda parte se ho-
menajea a diversos fot¨®grafos (Koldo Chamorro, Lynne Cohen, Garc¨ªa Alix, Flor Gardu?o...), a cada cual dedica dos sonetos de estructura shakespeariana, con tres cuartetos y un d¨ªstico final. En todos se aprecia la solidez de unos versos terminantes y sin argamasa, la densidad del pensamiento y la traducci¨®n a concepto de las formulaciones pl¨¢sticas. Por ejemplo, a las im¨¢genes en blanco y negro de Gabriele Basilico, que recrean la calma lineal de paisajes posindustriales y megal¨®polis insomnes, se aplican los sonetos Erga kai hemera ('hemerai', en plural, si es referencia a Hesiodo: trabajos y d¨ªas) y Pliegue. El primero lo protagoniza la ausencia, ense?ore¨¢ndose planim¨¦tricamente de una ciudad de 'fr¨ªas / perspectivas, aristas y chaflanes', en que se oye apenas el balbuceo sanjuanista antes de que lo anegue todo el 'largo y silencioso pensamiento': un colof¨®n que evoca el 'sweet silent thought' (Shakespeare, soneto XXX) o su eco unamuniano 'dulce silencioso pensamiento', de Rosario de sonetos l¨ªricos, donde el bilba¨ªno tambi¨¦n recurre a Hesiodo. Al lado, el segundo poema erige la soledad -la vida-, que para pasar inadvertida 'busca, por mor de la bendita ausencia / la l¨ªnea recta y la circunferencia'; una condena del grutesco, del exorno y de la pacotilla ret¨®rica. Y no se use lo dicho como sin¨¦cdoque interpretativa para juzgar el todo por la parte, pues los poemas no est¨¢n acu?ados con el mismo troquel.
Prosas (en verso) es desigual, en muchos instantes excelente. La segunda parte esconde un sujeto desle¨ªdo freudianamente al doblar el cabo de Hornos de 'la est¨®lida cincuentena, edad gris como una rata'. Aunque no es imposible que el yo se haya replegado para sobrevivir, impl¨ªcito en los fotogramas de una realidad inescrutable.
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