Ardor guarrero
Qu¨¦ susto, qu¨¦ susto, qu¨¦ susto de muerte me ha sobrevenido al enterarme de que nuestros efectivos de la Guardia Civil han interceptado la (hasta el momento de escribir esta cr¨®nica) M¨¢s Grande Patera Jam¨¢s Capturada. Por un momento tem¨ª que se hubieran hecho con el yate del rey Fahd de Arabia Saud¨ª y con su descomunal s¨¦quito, que son esperados en Marbella de un momento a otro, y que quiz¨¢ no aparezcan nunca con sus petrod¨®lares, que habr¨ªan de paliar la crisis que aflige al sector tur¨ªstico. Me cubri¨® un sudor fr¨ªo, saben, porque pens¨¦ que, ahora que el saud¨ª ha decidido plantarle relativa cara a Estados Unidos, neg¨¢ndose a permitir que utilicen sus bases para atacar Irak, igual nosotros nos ponemos estupendos y damos la nota pelotillera. Mas, afortunadamente, se trataba de inmigrantes ilegales avant la lettre, es decir, delincuentes, 10 de ellos en estado fetal, osados que son.
De c¨®mo la cronista, presa de los encantos propios de la ¨¦poca, repasa las posibilidades de erotismo que el mundo actual nos ofrece, amplio abanico que abarca desde la xenofobia hasta el mism¨ªsimo ministro de la Guerra, se?or Trillo.
La parte mala de la paranoia xen¨®foba es ¨¦sa: que en una sacudida de ajenos te cargas a un pr¨ªncipe saud¨ª, es decir, a un saud¨ª, porque creo que por all¨¢ no hay otra cosa. En lo que a m¨ª respecta, el saud¨ª que me gust¨® siempre fue Abdul Aziz, fundador de la dinast¨ªa, que en sus a?os turgentes debi¨® ser algo as¨ª como Sean Connery en El viento y el le¨®n. He visto fotos suyas en el interesante libro The Kingdom, de Robert Lacey, y aunque el hombre pose¨ªa ya esa mirada Alg¨²n D¨ªa Pasar¨¦ por la Cl¨ªnica Barraquer que caracteriza a la saga, su imagen me erotiza, para qu¨¦ voy a enga?arles.
En cambio, a los ciudadanos de Estados Unidos lo que les erotiza es la xenofagia aplicada a lo ¨¢rabe o musulm¨¢n. Lo ha contado el Megapsiquiatra Rojas Marcos, aunque no con estas palabras, claro. Dice que, por un lado, despu¨¦s del 11-S las comunidades se entienden mejor e incluso follan m¨¢s, y que aborrecen todo lo que huele a ¨¢rabe: no hace falta ser un lince para sumar dos y dos y llegar a la conclusi¨®n que he resumido al empezar este p¨¢rrafo. Aqu¨ª todav¨ªa sentimos esa verg¨¹enza tan espa?ola, basada en el ancestral miedo al qu¨¦ dir¨¢n, que nos impide acercarnos a los centros de confinamiento de inmigrantes, o a los recintos donde se encierran como protesta, para contemplarlos con lascivia, como emperatrices romanas en una subasta de mano de obra, aprovechando que, entre la desnutrici¨®n y la calidad de sus expectativas, no pueden quejarse. Pensadlo bien, hijas m¨ªas: cientos de magreb¨ªes y subsaharianos hacinados, postrados, indefensos. Una vez estimuladas, a casa, a desahogarnos con el pariente. Ese d¨ªa llegar¨¢ pronto. Entretanto, me conformo con lo cl¨¢sico, es decir, con Federico Trillo. Cuando le veo cocinando, con la ardiente cazuela de habas murcianas a la altura de su bragueta de estratega nato, siento un redoble interior espeluznante. Cielos, este agosto yo quer¨ªa ponerme rastrera, pero ignoraba que iba a lograrlo hasta sexualmente. Otra, en mi lugar, deber¨ªa estar loando los encantos de Mark Vanderloo, que pas¨® por Marbella, en busca de una espa?ola como Esther Ca?adas (lo dijo ¨¦l); o de Andrea Casiraghi de M¨®naco, que pas¨® por Ibiza, quiz¨¢ huyendo de su t¨ªo (lo aventuro yo). Pero estos chicos guapos carecen de cerebro, de conocimientos sobre Shakespeare, de habas y, lo que es peor, de car¨¢cter.
Porque lo m¨¢s atrayente del var¨®n Trillo, junto con su hidalgu¨ªa tanto entre pucheros como entre alaridos patri¨®ticos, es la firmeza con que impone disciplina. Ya ven c¨®mo le ha ido al subteniente que intent¨® colar de macuto en una residencia militar a su compa?era, que no ten¨ªa papeles de esposa, o sea, que era una ilegal y, en consecuencia, una delincuente extraconyugal. Dos meses y dos d¨ªas de reclusi¨®n en un centro militar. Y dice bien el ministro de la Guerra: no le ha castigado por el amancebamiento, sino por la mentira y la falta de respeto a los mandos. Pero es que una cosa conduce a la otra. Empiezas por no casarte y puedes acabar desobedeciendo la orden de capturar al rey Fahd, si es que se tercia que ello sea necesario y recl¨¢melo la Patria.
Pens¨¢ndolo bien, Trillo me erotizar¨ªa m¨¢s si se pusiera un delantal.
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