M¨¢xima tensi¨®n en las c¨¢rceles

Se?or director: adjunto parte; referente a que el interno, M. V. J. C., ten¨ªa una herida inciso contusa producida por agresi¨®n de otro interno. Fue trasladado en UVI al hospital de Salamanca sobre las 15.15, reingresando a las 18.00. El interno agredido se niega a decir qui¨¦n es el agresor. Por orden del se?or director se practica un chequeo en el citado m¨®dulo. En ese momento, los internos J. M. G. D y L. M. R. G. solicitan hablar conmigo y declaran asustados que est¨¢n en peligro y que por la tarde pueden ser ellos los pinchados, y que no quieren problemas, que por favor los saquemos de all¨ª porque puede haber muertos... Se les vuelve a preguntar por las razones de la agresi¨®n y declaran que es debido a deudas del economato. Los internos sospechosos de la agresi¨®n no declaran nada y ni siquiera preguntan por qu¨¦ se les aplica aislamiento provisional, medida que se les ha aplicado a todos los internos mencionados por orden de la Direcci¨®n... Hechos que pongo en su conocimiento para los efectos oportunos. Topas, a 10 de julio de 2002. El jefe de Servicios'. Es el parte de incidentes de un d¨ªa cualquiera en la c¨¢rcel de Topas (Salamanca), el segundo Centro Tipo de Espa?a, abierto hace cuatro a?os, despu¨¦s de Soto del Real (Madrid).

En Topas (Salamanca), de los 1.600 internos, 900 son extranjeros, y hay 54 nacionalidades. Todos los carteles est¨¢n en tres idiomas

Seg¨²n datos de Acaip, en lo que va de a?o se han producido 42 muertes, de las que cuatro han sido violentas, 20 por sobredosis, 10 suicidios y ocho por determinar

Desde enero de 2001, la poblaci¨®n reclusa ha sufrido un incremento de 5.041 internos; ha crecido m¨¢s que en los cinco a?os anteriores

Hay 51.000 reclusos en las 77 prisiones espa?olas, pero las plazas funcionales disponibles son 31.000. Hay, por tanto, un excedente de 20.000 presos

Un d¨ªa antes de los hechos relatados, el director de la prisi¨®n, Jos¨¦ Igancio Berm¨²dez, paseaba por sus dependencias. En una de las calles que separan los distintos m¨®dulos del centro, un interno de origen subsahariano se acerca a su paso: 'D¨¦me un trabajo, lo que sea jefe. Yo he arreglado los coches de medio Barcelona, s¨¦ de carpinter¨ªa. Mire estas manos', dice mostr¨¢ndole las palmas, 'puedo hacer cualquier cosa y yo no quiero dinero, jefe. Lo que sea, pero quiero hacer algo. ?Vale jefe?, ?lo promete jefe?'.

Es el reclamo reiterado de la mayor¨ªa de los presos al paso de Berm¨²dez. Y es que, m¨¢s all¨¢ de que la masificaci¨®n obligue a que haya dos internos por celda, la crispaci¨®n en las c¨¢rceles viene por los problemas para acceder a los servicios comunes que los propios centros deben ofertar por ley.

Los trabajos productivos remunerados, las actividades, la asistencia jur¨ªdica y sanitaria, las comunicaciones con familiares y amigos, los permisos... Todo se ha visto mermado en la misma proporci¨®n en que ha crecido el n¨²mero de internos, es decir, cerca de un 13% en a?o y medio, seg¨²n los datos de la Direcci¨®n General de Instituciones Penitenciarias y de la Direcci¨®n Penitenciaria de la Generalitat de Catalu?a, que tiene transferidas las competencias.

1999, un a?o muy conflictivo

Y la conflictividad tambi¨¦n ha aumentado proporcionalmente: 'La tensi¨®n se masca; cuanta m¨¢s gente, m¨¢s se restringen sus posibilidades de elegir', dice Jos¨¦ Luis Pascual, funcionario y representante sindical en Topas. Y da datos: los ¨ªndices de conflictividad hab¨ªan crecido ya un 20% en 1999 con respecto a a?os anteriores, y la media de faltas diarias hab¨ªa subido de un 1,8% en 1997 a un 4% en 1999 y a un 4,6% en 2000. 'Y la cosa va a peor, aunque ahora no nos dejan ver los datos', dice.

Berm¨²dez asegura, sin embargo, que no se ha producido ese incremento: 'Lo que pasa es que el a?o 1999 fue un a?o muy conflictivo porque hubo mucha protesta sindical y eso afect¨® a los internos. En lo que va de a?o hemos abierto 681 expedientes por faltas y en todo el a?o pasado tuvimos 1.083. No tiene nada que ver que haya m¨¢s gente, sino el tipo de personas que sean', asegura.

En el mismo sentido, fuentes de Instituciones Penitenciarias insisten en que el incremento de presos 'no guarda una relaci¨®n causal con el n¨²mero de fallecimientos', pese a que en lo que va de a?o se han registrado cuatro muertes violentas en prisiones, mientras que el a?o pasado s¨®lo se produjo una.

El sindicato mayoritario de funcionarios de prisiones (Acaip) asegura que 'la masificaci¨®n ha puesto al l¨ªmite la convivencia en las prisiones espa?olas'. Seg¨²n sus datos, en lo que va de a?o se han producido 42 muertes, de las que cuatro han sido violentas, 20 por sobredosis, 10 suicidios y a¨²n quedan ocho muertes por determinar. 'El problema no es que haya dos internos por celda, pese a que la ley aconseja que haya uno para respetar el derecho a la intimidad. La clave del momento que viven las c¨¢rceles espa?olas radica en que cuentan con los mismos recursos para atender a mucha m¨¢s gente y mucho m¨¢s diversa', explica Jos¨¦ Ram¨®n L¨®pez, representante nacional de Acaip.

'Antes conoc¨ªamos a los presos por su nombre, la mayor¨ªa respond¨ªa al perfil del toxic¨®mano que ha pegado un tir¨®n. Ahora, aunque la tipolog¨ªa del delito sigue siendo la misma porque la mayor¨ªa est¨¢ preso por un delito de drogas o por un delito contra la propiedad, s¨®lo vemos bultos que van y vienen. La mayor¨ªa est¨¢ tirado en el patio por falta de actividades; adem¨¢s hablamos ya de mafias organizadas y de muchas personas que ni entiendes ni te entienden porque no hablan tu idioma', a?ade Juan Miguel Cazalla, funcionario de prisiones en Ja¨¦n y representante nacional de UGT.

El centro de Topas es uno de los que alberga mayor n¨²mero de extranjeros, ya que de los 1.600 internos, 900 no son espa?oles. Y en toda la prisi¨®n s¨®lo unos 200 reclusos tienen acceso a un trabajo productivo, seg¨²n los datos facilitados por Berm¨²dez. Todos los carteles que hay en la prisi¨®n est¨¢n en tres idiomas: espa?ol, ingl¨¦s y ¨¢rabe, y muchos internos necesitan un int¨¦rprete -que seg¨²n el director, suele ser otro recluso- para hablar con los funcionarios, los juristas o los sanitarios.

El hecho de que la delincuencia en Castilla y Le¨®n no sea tan importante como para llenar este centro tipo con unas 1.000 plazas residenciales, ha contribuido a que ingresen muchos de los condenados y preventivos que no tienen cabida en su zona de origen, as¨ª como la mayor¨ªa de los extranjeros, por no tener arraigo ni familiar ni residencial en el pa¨ªs. El resultado es una prisi¨®n con 54 nacionalidades.

'?Hay problemas de convivencia entre las distintas culturas?', le pregunta Berm¨²dez al recluso encargado de la cocina. Pero el recluso no entiende el sentido ret¨®rico de la pregunta y en un minuto recuerda tres incidentes.

-'Pero fueron cosas sin importancia, ?verdad?', insiste Berm¨²dez.

-S¨ª, claro. Responde, finalmente el interno.

Las explicaciones de Berm¨²dez sobre la distribuci¨®n de los presos en la prisi¨®n son a¨²n m¨¢s reveladoras en este sentido: 'En el 5 est¨¢n los toxic¨®manos; en el 14, los deportistas; en el 13, los extranjeros multireincidentes, y en el 3, los nacionales multireincidentes. Estos dos ¨²ltimos grupos no se pueden ver entre s¨ª. Es una cuesti¨®n del tipo de preso no de n¨²meros ni de culturas', insiste.

Pero la realidad de las c¨¢rceles se impone y los datos son objetivos y reconocidos tanto por la Direcci¨®n General de Instituciones Penitenciarias como por la plataforma de sindicatos de funcionarios de prisiones: son ya unos 51.000 los reclusos que albergan las 77 prisiones espa?olas -11 de ellas en Catalu?a-. Pero, son unas 31.000 las plazas funcionales disponibles en dichos centros, seg¨²n Acaip. Habr¨ªa, por tanto, un excedente de 20.000 reclusos.

Traslados y conducciones

Los traslados o conducciones de presos a lugares alejados de sus familias y residencias habituales contribuyen a elevar la tensi¨®n en la prisi¨®n, porque los familiares, muchas veces con bajo poder adquisitivo, no van a verlos.

'Yo soy de Jerez', dice un preso del m¨®dulo 5 de Topas. 'No s¨¦ cu¨¢nto tiempo llevo sin ver a mi familia; es lo que m¨¢s echo en falta', asegura mientras camina con otro recluso de un lado a otro del patio.

'La masificaci¨®n ha conllevado el traslado masivo de presos fuera de sus zonas de origen. Por eso nos cortamos m¨¢s a la hora de dar permisos de salida, por el riesgo que entra?a. No es lo mismo que una persona vaya a ver a su familia en autob¨²s, que se vea obligada a coger un autob¨²s, un tren y un avi¨®n', explica un reconocido jurista que prefiere no dar su nombre.

En el ¨²ltimo a?o y medio, y seg¨²n los datos de Instituciones Penitenciarias, la poblaci¨®n reclusa ha sufrido un incremento (media entre los que han entrado y los que han salido) de 5.041 internos, es decir, el n¨²mero de presos ha aumentado en 18 meses m¨¢s que en los cinco a?os anteriores. Sin embargo, no ha crecido en la misma proporci¨®n ni el presupuesto anual -110.000 millones, teniendo en cuenta que el coste por preso y a?o ronda los dos millones-, ni el n¨²mero de personal que los asiste (unas 500 personas en los centros de m¨¢s de 1.000 plazas: desde el director hasta el capell¨¢n, pasando por vigilantes y educadores), ni los lugares en los que residen, ni las salas comunes, ni las clases... Seg¨²n los datos de Instituciones Penitenciarias, el n¨²mero total de efectivos penitenciarios es de 19.735, de los que 17.952 son funcionarios (desde juristas y psic¨®logos hasta personal administrativo y la direcci¨®n) y 1.783 laborales (desde trabajadores sociales hasta electricistas).

'Las plantillas est¨¢n pensadas para una ocupaci¨®n de una persona por celda y ahora un solo vigilante tiene que controlar a 150 personas, todo un m¨®dulo', explica Jos¨¦ Ram¨®n L¨®pez de Acaip.

Y es justamente en esa tesitura en la que se encuentra un vigilante de la c¨¢rcel de Aranjuez: 'Si pasa algo me tengo que salir, cerrar las puertas y esperar a que vengan refuerzos. Y si cuando lleguen se han matado pues... En el momento en que hay armas no hay nada que hacer, y aqu¨ª te hacen un pincho de cualquier cosa', asegura.

'El problema no est¨¢ en que quepan', dice el jurista, 'pueden estar hasta 2.000 en un centro, siempre y cuando se les pueda garantizar sus derechos', y contin¨²a: 'Nosotros velamos porque se cumpla la legalidad en la prisi¨®n, pero no damos abasto y le puedo asegurar que aqu¨ª lo ¨²nico que se cumplen son las penas, porque todo lo dem¨¢s es imposible. Apenas podemos tener una intervenci¨®n directa con el interno, que permita hacer un informe y determinar algo tan importante como a qu¨¦ m¨®dulo debe ir. Es imposible hacer un seguimiento, cuando las entrevistas se producen cada seis meses. Todo esto genera conflictos porque los presos conocen sus derechos y se sienten cada vez m¨¢s desatendidos', explica.

Las razones del incremento de presos en las c¨¢rceles son m¨²ltiples: mayor ¨ªndice de delincuencia para unos, m¨¢s efectividad policial para otros, m¨¢s inmigrantes sin trabajo seg¨²n otras versiones... Pero en algo todos est¨¢n de acuerdo: se empieza a notar las consecuencias de la reforma del C¨®digo Penal de 1995.

Aquella modificaci¨®n legislativa supuso un endurecimiento de las penas, sobre todo, de las que ten¨ªan que ver con el narcotr¨¢fico. Pero supuso tambi¨¦n algo m¨¢s importante: elimin¨® la redenci¨®n de condena tal y como se ven¨ªa produciendo (un d¨ªa menos de condena por cada dos d¨ªas trabajados).

La consecuencia de este cambio es doble y trascendental: la gente est¨¢ m¨¢s tiempo encarcelada por lo que se van acumulando los reclusos, dado que ya no salen al mismo ritmo que antes y, adem¨¢s, entran m¨¢s.

Pero implica, sobre todo, un importante cambio en la conducta del interno, que tiene cada vez menos expectativas. Al no existir un elemento motivador, un aliciente relacionado con la libertad que ha perdido, el interno tiene la sensaci¨®n de que, independientemente de lo que haga, va a cumplir su pena ¨ªntegra. 'Esto ha afectado enormemente a su disciplina y, por tanto, al nivel de conflictividad en los centros. Los presos ahora tienen un dicho: 'Esto me sale gratis', dice Joaqu¨ªn Nieto, funcionario hace 22 a?os y representante nacional del sindicato ACUSO.

'Se ha perdido un importante instrumento de gesti¨®n de los centros. Antes, los presos ten¨ªan mucho que perder y mucho que ganar', dice el jurista, 'era una forma muy notable de incidir en su comportamiento porque ve¨ªan el fruto de su esfuerzo cada d¨ªa y cada tres meses les llegaba una carta que les informaba de que hab¨ªan restado 45 d¨ªas a su condena. As¨ª integraban valores b¨¢sicos, como los de esfuerzo y recompensa, que les ayudar¨ªan a desenvolverse en la sociedad futura, que se supone que es de lo que se trata', agrega.

Un c¨®digo demasiado duro

Ahora, en cambio, lo ¨²nico que establece el Reglamento Penitenciario es que 'la buena conducta, el esp¨ªritu de trabajo o el sentido de la responsabilidad en el comportamiento de los internos ser¨¢n estimulados con recompensas como comunicaciones extraordinarias con familiares, premios en met¨¢lico, notas meritorias...'. Pero nada que ver con su libertad.

La Ley Org¨¢nica de 1995 recoge que 'excepcionalmente, el juez de Vigilancia Penitenciaria podr¨¢ conceder la libertad condicional a los que hayan extinguido las dos terceras partes de su condena, siempre que merezcan dicho beneficio por haber desarrollado actividades laborales, ocupacionales o culturales'. 'Por eso el preso piensa: ya me portar¨¦ bien cuando est¨¦ cerca de cumplir las dos terceras partes', reflexiona un directivo de la Direcci¨®n General de Instituciones Penitenciarias.

Los propios penalistas se?alan la dificultad que este c¨®digo acarrea: 'El C¨®digo Penal es demasiado duro y, siendo benevolente, mucha gente va a la c¨¢rcel. Habr¨ªa que empezar por reformarlo y promover penas alternativas como los arrestos de fin de semana, los trabajos en beneficio de la comunidad o las multas', dice un juez titular de Ejecutoria de Barcelona que prefiere no revelar su identidad.

Pero, adem¨¢s, el cambio legislativo relacionado con la redenci¨®n de la pena entra?a una enorme contradicci¨®n que todos los sindicatos vienen denunciando: 'Si yo a un se?or no le puedo facilitar actividades que realizar, ?c¨®mo le voy a poner eso como condici¨®n para redimir la pena?'.

Esta pregunta genera respuestas ambiguas, como la que ofrece Instituciones Penitenciarias: 'Es el Ministerio de Administraciones P¨²blicas quien establece el c¨®mputo de funcionarios necesarios para desarrollar actividades. Mi misi¨®n es que los presos no se peguen', asegura un directivo.

Lo cierto es que, lejos de que las c¨¢rceles sean centros de reinserci¨®n social -reingresan m¨¢s del 50% de los que salen-, sus directores est¨¢n m¨¢s preocupados porque no pase nada que por otra cosa: 'Las c¨¢rceles no son m¨¢quinas de paliar desigualdades, aqu¨ª hacemos lo que podemos', dice Andr¨¦s M¨¢rquez, director de la de Aranjuez. 'Necesitamos una reestructuraci¨®n por el cambio de la delincuencia: mafias, bandas, etc¨¦tera. Mientras, mi mayor preocupaci¨®n es que no pase nada'.

Dise?ar un plan que haga frente al incremento de la poblaci¨®n reclusa -ya hay proyectados cuatro nuevos centros- es el objetivo principal de la Direcci¨®n General de Instituciones Penitenciarias. En resumen, quiz¨¢ tenga raz¨®n el funcionario de Aranjuez que conclu¨ªa: 'Est¨¢ muy bien lo de la reinserci¨®n y la rehabilitaci¨®n, pero el talego es otra cosa'.