De la Bella Dorita a Chiqui Mart¨ª
Hace poco m¨¢s de un a?o mor¨ªa, con un siglo a sus espaldas, uno de los mitos er¨®ticos que revolucion¨® el Paralelo a mediados del siglo XX. La Bella Dorita conserv¨® hasta el ¨²ltimo momento la picard¨ªa y elegancia que arrebat¨® al p¨²blico barcelon¨¦s y, concretamente, a m¨¢s de un admirador que lleg¨® a perder la cabeza por ella.
Peque?ita, de ojos avispados y lengua descarada, su vida parece un culebr¨®n venezolano con final feliz. Lleg¨® a Barcelona a los 12 a?os, se cas¨® a los 15, pero muy pronto se separ¨®. Enferma y con un hijo, acepta el trabajo de mujer de alterne por cuatro pesetas. Animada por sus amigos, toma clases de canto, y al poco tiempo debut¨® en el Cabaret Royal, el Pompeya y m¨¢s tarde en el Apolo, donde cobra 12 pesetas, pero le ofrecen ganar 30 si se quita la ropa. Es famosa su aparici¨®n en el escenario cubierta s¨®lo por un chal que finalmente cae al suelo. El ¨¦xito es tan rotundo que el empresario le ofrece 60 pesetas y la plaza de gran vedette. Llu¨ªs Companys, el general Sanjurjo y Miguel Primo de Rivera se encontraban entre sus admiradores.
Los marab¨²es y las plumas de la d¨¦cada de 1950 hoy son 'strip art' y 'show' medi¨¢tico
Hablar de la Bella Dorita es sumergirnos en un Paralelo lleno de esplendor. Cuenta Ricard Ard¨¨vol, ex propietario de El Molino y amigo y protector de la Dorita en sus ¨²ltimos a?os, que s¨®lo cab¨ªa pasear por la vieja calle del Conde del Asalto -ahora Nou de la Rambla - en las d¨¦cadas de 1950 o 1960 para comprobar lo que se coc¨ªa en este barrio: bullicio de gente que iba y ven¨ªa, las tiendas no cerraban nunca y no dejabas de escuchar los acordes de las canciones que se ensayaban en las academias, una junto a otra. Dice Ricard Ard¨¨vol que la gente paseaba tranquila y que raramente hab¨ªa un tir¨®n o una mala historia. Gente de todo el mundo iba a Barcelona a contemplar las revistas. La Bella Dorita era una estrella, actuaba en El Molino cuando le apetec¨ªa, pasaba de un teatro a otro y se dejaba querer. De los hombres s¨®lo aceptaba joyas, su debilidad de toda la vida. Hasta que se cas¨® con el empresario del cabaret La Bodega del Toro -ahora el Bagdad- y la retir¨®. Ten¨ªa 65 a?os y ya estaba cansada de tanta censura y tanto ir a declarar a comisar¨ªa por la letra de sus canciones. 'Eran unos analfabetos', me coment¨® en una ocasi¨®n.
La vida de Chiqui Mart¨ª no est¨¢ envuelta en marab¨²es y plumas, tampoco va cubierta de grandes joyas ni tiene previsto que nadie la retire. Su vida no es un culebr¨®n de amores desgraciados, enga?os, hijos enfermos y final feliz, sino la vida de cualquier artista que empieza de cero y tira adelante, con una vida privada m¨¢s o menos como todos. Chiqui Mart¨ª no se conforma con un strip tease tradicional y experimenta con su cuerpo para llegar al strip-art, mezcla de acrobacia con pinceladas de gimn¨¢stica. Su cuerpo se enrosca en una barra como una serpiente, su larga cabellera color naranja brilla con el rayo de luz, su mirada absorbe al espectador. Quitarse la ropa queda en un segundo plano.
Chiqui se considera autodidacta. Empez¨® a los 14 a?os bailando en desfiles de modas, pronto se hizo go go girl de las principales salas de Espa?a, para llegar a ser Miss Tanga, Miss Camiseta mojada, Miss Topless... Sus padres no ve¨ªan con buenos ojos esa carrera imparable, pero Chiqui sigui¨® adelante. Se meti¨® en El Molino y, como la Bella Dorita, gracias a una sustituci¨®n hizo su primer strip tease en el Paralelo. Vendr¨ªa luego una gira de dos a?os por Finlandia, Jap¨®n, Alemania... Hasta que en el a?o 2000 es primera bailarina y directora art¨ªstica del Show Girls de Barcelona, en la calle de Bail¨¦n 22, donde actu¨® todas las noches hasta el mes de octubre pasado.
Si antes una vedette triunfaba en el Emporio, el M¨¤rius, el Gambrinus, el Barcelona de Noche, el teatro Espa?ol... ahora el salto a la fama pasa por la televisi¨®n, plataforma segura para llegar al gran p¨²blico. Chiqui Mart¨ª debut¨® en TV-3 en Les 1001 nits, de la mano de Jordi Gonz¨¢lez; actualmente es contertuliana y reportera er¨®tica en Cr¨®nicas marcianas. Internet tambi¨¦n es una plataforma de informaci¨®n y Chiqui la aprovecha (www.chiquimarti.com). Pero quien la quiere ver actuar tiene que acercarse a Bail¨¦n 22, donde la encontrar¨¢ un d¨ªa a la semana.
En los tiempos de la Bella Dorita los autores compon¨ªan repertorio para las grandes artistas. Las vedettes eran consideradas divas y encend¨ªan toda clase de pasiones. Contaba Dorita que un admirador cay¨® muerto en las escaleras de El Molino por un no de la estrella -aunque es dif¨ªcil de probar. Ahora este culto por el artista ya no existe: las estrellas se han eclipsado. Con El Molino se cerr¨® una parte de esa Barcelona gloriosa de pluma y marab¨². Chiqui Mart¨ª da otra imagen al strip tease: el cuerpo es un reclamo, pero el espectador -hombre y mujer- ha de quedar cautivado por la visualidad y plasticidad de lo que se le ofrece. Seg¨²n Chiqui, si algo es bello debe estar al alcance de todos para admirarlo, juzgarlo, criticarlo o simplemente observarlo. Posiblemente la Bella Dorita, aunque alejada de Internet y de televisi¨®n, estar¨ªa de acuerdo en esto.
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