La pasi¨®n inabarcable de 'Pentesilea'
En la cumbre del monte tapizado de tupida hierba que Peter Stein hizo levantar sobre la arena del anfiteatro de M¨¦rida aparece un guerrero, con un casco que le cubre la cara; despu¨¦s, una amazona, de la que huye como de la peste, y enseguida una ola de ellas, que lo acosan ladera abajo, le hacen la rueda y se le echan encima como una sola. El arrollador comienzo de Pentesilea, pura acci¨®n recortada contra un tel¨®n de luz de centenares de miles de watios proyectados por 450 faros de autom¨®viles, es un empuj¨®n por sorpresa que zambulle al p¨²blico en el espect¨¢culo, sin tiempo de preguntarse si estar¨¢ fr¨ªo o caliente. Como en un ballet, las amazonas llenan este escenario inmenso con carreras y gritos tribales, agarran la atenci¨®n del espectador por la solapa y la depositan suavemente en la escena siguiente, en la que los griegos se preguntan qu¨¦ quiere de ellos el ej¨¦rcito de mujeres.
Heinrich von Kleist, autor de Pentesilea, fue, como Marlowe o Kolt¨¦s, una de esas estrellas fugaces que dejan una estela en la memoria y desaparecen. Un h¨¦roe tr¨¢gico, extremado en todo, en todo apasionado. Nace en una familia prusiana en la que todos los varones son militares: a los 14 a?os entra al servicio de Federico Guillermo II en el regimiento de Postdam, a los 17 tiene motivos sobrados para aborrecer el Ej¨¦rcito y a los 22 lo abandona para emprender lo que ¨¦l llama 'mi plan de vida', fundamentado en su fe en el arte, la ciencia, los ideales rousseaunianos y la verdad absoluta. A tal plan, que fructifica en un pu?ado de narraciones magn¨ªficas y en ocho obras dram¨¢ticas inclasificables -sus contempor¨¢neos consideran toda su obra fracasada-, sacrifica salud, dinero y amor. Somete sus primeros dramas al juicio de Goethe, quien le reprocha que escriba 'teatro invisible', esto es, que se decante 'por lo dial¨¦ctico' y no sea capaz de desarrollar una acci¨®n dram¨¢tica ante el espectador; sobre Pentesilea, le dice: 'Me entristece ver a un joven de su talento esperando el advenimiento del teatro futuro, como un jud¨ªo al Mes¨ªas'.
En esta pieza visionaria, utopista y volc¨¢nica, Kleist pone lo m¨¢s ¨ªntimo de s¨ª, incluso fragmentos de sus cartas. Si raspamos con una moneda el retrato de la reina de las amazonas, aparece el rostro del joven oficial prusiano: escindida entre la ley y el deseo, cuando se encuentra con Aquiles est¨¢ tan pose¨ªda que lo mata a dentelladas ('K¨¹sse, Bisse, Das reimt sich: besos, mordiscos, eso rima, y quien act¨²a de coraz¨®n puede confundir unos con otros'), y la ausencia que tiene despu¨¦s de su arrebato de sangre es semejante a las que sufre el autor con frecuencia. En cuanto al suicidio de Pentesilea, que la empareja con su amado, prefigura el que Kleist lleva a?os acariciando: desbaratado su plan de vida, se traza un plan de muerte que intentar¨¢ compartir con diferentes amantes y amigos (todos reh¨²san, educadamente), hasta que a los 34 a?os encuentra, para su sorpresa, una mujer joven que le pide que la mate. En 1811, tras pasar una ma?ana jugando como ni?os en un paraje id¨ªlico, Henriette Vogel recibi¨® un tiro en el pecho, y ¨¦l se descerraj¨® otro en la boca.
Pentesilea pas¨® m¨¢s de seis
d¨¦cadas sin que nadie la estrenase, y hasta hace poco era raro que alguien se decidiera a escenificarla. Hoy se puede hacer, hablando en t¨¦rminos cinematogr¨¢ficos, en formato de arte y ensayo o pensando en cinemascope. Peter Stein ha tenido que plantearse, obligatoriamente, un espect¨¢culo para grandes escenarios a cielo abierto. Con un ojo en Kleist y el otro en las advertencias de Goethe, el director alem¨¢n ha suprimido largas tiradas de texto en las que se narran combates, y ha optado por hacer que sucedan a la vista del p¨²blico. Lo que ha ganado la acci¨®n dram¨¢tica, lo han perdido la poes¨ªa tr¨¢gica y la precisi¨®n del relato. Kleist fue osado al rehacer el mito a su entero antojo, para contarse a s¨ª mismo. Stein no lo es menos cuando ahorma esta obra dif¨ªcilmente abarcable a una duraci¨®n (dos horas y media) que no excede la costumbre del espectador medio. Se sigue con inter¨¦s, alg¨²n altibajo, y a¨²n se hace corta cuando se va avisado. En oto?o, ir¨¢ al Teatro de Madrid en un montaje reducido: ah¨ª apenas cabr¨¢ un tercio de la descomunal escenograf¨ªa de M¨¦rida y no estar¨¢ todo el coro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.