Una corrida encastada, con fijeza y movilidad

Ayer los que dieron espect¨¢culo fueron los seis toros de San Mart¨ªn. La corrida fue todo lo contrario a esos toros que son dulces arlequines, cuyo mayor m¨¦rito es transformarse en mayordomos aduladores para acomodo de sus se?ores, no otra cosa que las llamadas figuras del toreo actual.

No vimos el arte exquisito que el p¨²blico quiere ver a los se?ores mandamases del toreo cuando lidian toros bobones, reses toritontas. No fue el arte que ayer se vio porque los toros ten¨ªan fijeza, casta y peligro. Ya se sabe que donde hay peligro hay emoci¨®n.

La corrida de San Mart¨ªn estuvo repleta de constantes embestidas de los toros. Y as¨ª son, y han sido siempre, los toros de casta.

Tal vez habr¨ªa que objetar la sensaci¨®n de presencia anovillada de las reses. Dicen los que saben de esto, que esa anatom¨ªa es propia de la ganader¨ªa. Ser¨¢ verdad. Mas la sensaci¨®n queda.

Parte de los aficionados sab¨ªan que con los tres toreros no se iba a dar una tarde de ¨¦xtasis de rosas. Sin embargo, cumplieron como profesionales.

El franc¨¦s Fern¨¢ndez Meca estuvo m¨¢s entonado en su primer toro. Instrumento cuatro series de naturales y dos de derechazos. Por lo general, muchos de los pases salieron enganchados, y en ocasiones un tanto movidos. De todos modos, a tenor por el juego de las reses, se puede decir que ese primer toro cumpli¨® con creces. En su segundo, valoramos su oficio de lidiador.

D¨¢vila miura, en su primer toro, realiz¨® una faena bien acomplada con el toro. Templ¨® con la mano derecha, y con la izquierda sus pases se afincaron al temple. Destacamos en esta faena tres ayudados por alto, que ten¨ªan un sabor a?ejo, por el juego armonioso de la cintura y llevando al toro muy toreado. En su segundo, tambi¨¦n fue aceptable su labor. Mejor al principio de la faena, cuando cit¨® de lejos, que al final de la misma, que no acert¨® a rematar como debiera. Sin duda, estuvo muy por debajo de la calidad del toro. En realidad, los tres toreros anduvieron por debajo de la bravura y el buen son que atesoraban las reses.

Lo mejor que se puede decir de Javier Casta?o es que ha mejorado desde que tom¨® la alternativa. Da la impresi¨®n de que le ha entrado el toro en la cabeza, y que no pierde los papeles como acostumbraba en sus inicios de novillero, e incluso de matador de toros. Fue superior la labor que hizo en su primero, aunque no cortara oreja, que en su segundo, que la cort¨®. En ese primero atisbamos pases con la derecha largos, lentos algunos, y con cierta enjundia. La ¨²nica serie de naturales que dio le corri¨® aceptablemente la mano, llevando al toro muy templadito. En su segundo, todo lo hizo muy r¨¢pido, demasiado acelerado, sin mandar como debiera.