CASTILLOS EN LA BAH?A
Conspiradores liberales, aviadores brit¨¢nicos y poetas surrealistas, en una ruta por la M¨¢laga m¨¢s cosmopolita.
Fue un irland¨¦s, y no un ingl¨¦s, el primer enterrado en el Cementerio Ingl¨¦s de M¨¢laga, el teniente Robert Boyd, h¨¦roe de singular mala fortuna. Tuvo la mala suerte de heredar 4.000 libras de las de 1830, que le permitieron fletar un barco para la expedici¨®n a Espa?a del conspirador liberal Torrijos, exiliado en Londres, general y enemigo de Fernando VII. Marjorie Grice-Hutchinson ha contado la interminable serie de signos funestos que Boyd y Torrijos sortearon hasta ser conducidos maniatados a una playa de M¨¢laga. No s¨®lo el barco de Boyd fue embargado por el Gobierno brit¨¢nico y nunca zarp¨® hacia la conquista de la libertad, sino que los rebeldes, reunidos poco a poco en Gibraltar, cada uno a su aire, toparon con tres genuinos gatos negros: el gobernador del Pe?¨®n, la funeralmente eficaz polic¨ªa fernandina y el doble de Torrijos.
Nunca he estado tan cerca de ser un personaje literario: el Hombre Invisible
'Es mi otro yo', dijo Torrijos, y hablaba de su agente secreto en M¨¢laga, Viriato, que le promet¨ªa 2.000 combatientes por la libertad. Pero Viriato era el gobernador del Rey en M¨¢laga y un sanguinario prestigioso. Embarcaron en Gibraltar Torrijos y sus hombres, desembarcaron en Fuengirola, fueron cazados cerca de Alhaur¨ªn el 3 de diciembre de 1831 y fusilados en las playas de San Andr¨¦s, en M¨¢laga, el domingo 11 de diciembre. As¨ª Boyd, a los 26 a?os, tuvo el honor de ser el primer enterrado en el Cementerio Ingl¨¦s, donde hoy no se sabe cu¨¢l es su tumba. Yo la busqu¨¦ una vez que andaba perdido por M¨¢laga, hace 11 o 12 a?os. Viv¨ªa entonces muy cerca de la tumba de Boyd, frente a la d¨¢rsena, frente a un edificio militar, frente al castillo moro, frente al gran jard¨ªn que hab¨ªa sido del mar 200 a?os antes y ahora era una reuni¨®n tropical de plantas del ?frica y las Indias. Yo sub¨ªa el paseo de la Farola, atravesaba la plaza del General Torrijos y llegaba al paseo de Reding, hasta la puerta del Cementerio Ingl¨¦s, al pie del monte Gibralfaro.
Dos leones me esperaban en la puerta, la zarpa sobre el mundo, y una inscripci¨®n en ingl¨¦s, y era como cuando la M¨¢laga del siglo XIX se llenaba de r¨®tulos comerciales en ingl¨¦s y franc¨¦s y alem¨¢n y el reci¨¦n desembarcado no sab¨ªa exactamente a qu¨¦ pa¨ªs arribaba. Yo viv¨ªa en un alt¨ªsimo fruto de la explosi¨®n constructora de 1970 (el m¨¢s hondo proyecto moral que ha transformado estas tierras ¨²ltimamente), torre bab¨¦lica en un solo idioma, residencial bloque de apartamentos con nombre italiano, Venecia o Mantua, digamos: ya hubo una vez por aqu¨ª un Castillo de los Genoveses, casa acorazada y medieval de los mercaderes de G¨¦nova. Mi Venecia rebosaba de mujeres en las escaleras, a la espera de que el tel¨¦fono p¨²blico quedara libre, mujeres con botellas de agua y alg¨²n ni?o, forasteras, trabajadoras en los bares de los alrededores. Estaba dando un paso trascendental en mi vida, en mi situaci¨®n de dislocamiento, por as¨ª decir, y hab¨ªa cre¨ªdo alquilar un piso en un bloque de m¨¦dicos y notarios, y el portal del edificio Mantua parec¨ªa efectivamente la sala de espera de un abogado especialista en asuntos de extranjer¨ªa.
Estaba dando muchos pasos trascendentales. Hab¨ªa dejado el trabajo, estaba demoliendo mi vida alegremente, sub¨ªa a pie a un d¨¦cimo piso, sobre la d¨¢rsena, siempre ocupados los ascensores, bajaba y sub¨ªa escaleras, el inquilino invisible en el edificio que era como M¨¢laga, ciudad de forasteros, comercial, portuaria, abierta, y encontraba abiertas todas las puertas, mujeres y ni?os y botellas de agua en los pasillos, 90 conversaciones con distintos acentos de Suram¨¦rica. Yo mismo fui tomado entonces por uruguayo en un bar de lujo, y un se?or que parec¨ªa concejal o abogado me amenaz¨® con darme una paliza si insist¨ªa en negar mi naturaleza montevideana, lo que significaba llamarlo embustero adem¨¢s de negarle la palabra. ?l negaba mi derecho a estar solo y en silencio (estar solo con honor es dif¨ªcil, muy dif¨ªcil), aunque amablemente le expliqu¨¦ que mi sue?o de siempre hab¨ªa sido ser de Montevideo, como Ducasse, conde de Lautr¨¦amont, precursor del surrealismo, del que nadie sabe qu¨¦ cara tuvo.
Elud¨ª la paliza en grado de tentativa, me met¨ª en mi cama ajena. Dorm¨ªa poco, me acostaba tarde y la luz entraba temprano en mi d¨¦cimo piso. Me asomaba a la d¨¢rsena e intentaba descifrar los signos del nuevo d¨ªa, el mensaje de hor¨®scopo que me mandaban los nombres de los barcos atracados con nocturnidad en la d¨¢rsena, el Chris, el Lux II, el Bonanno, mi destino trazado por la direcci¨®n de los vientos que barr¨ªan la bah¨ªa de M¨¢laga, golfo que alg¨²n viajero encontr¨® similar al de N¨¢poles. El car¨¢cter de los vientos de M¨¢laga quiz¨¢ sirva para una definici¨®n de la personalidad: algo as¨ª como la divisi¨®n de los tipos psicol¨®gicos establecida por Carl Gustav Jung. El levante, el poniente, el terral y los vientos del sur: ?cu¨¢l de ellos trae bruma al amanecer? ?Cu¨¢l a?ade calor al calor y fr¨ªo al fr¨ªo?
Entonces sal¨ªa a la calle y eleg¨ªa entre dos caminos, como Marcel Proust: si optaba por el camino de El Corte Ingl¨¦s, recorr¨ªa la Alameda y cruzaba el seco Guadalmedina, que en otro tiempo marc¨® las fronteras de la lucha de clases: al este, la ciudad pr¨®spera de los mercaderes internacionales, y al oeste, al otro lado del r¨ªo, los suburbios de pescadores y obreros, hoy zona de uni¨®n ecum¨¦nica en torno a los centros comerciales y cinematogr¨¢ficos. Cuando tomaba el camino del Cementerio Ingl¨¦s siempre encontraba cerrada la verja, y me acordaba de cuando Benjam¨ªn Prado me cont¨® que hab¨ªa saltado una noche el muro para ver la tumba de Jorge Guill¨¦n y hab¨ªa visto los fuegos fatuos.
Nunca he estado tan cerca de ser un personaje literario: el Hombre Invisible a las puertas del Cementerio Ingl¨¦s, uno de los lugares m¨¢s literarios de M¨¢laga, tumba de guardiamarinas del K¨¢iser, n¨¢ufragos y aviadores brit¨¢nicos de la II Guerra Mundial, y del h¨¦roe Boyd, y del poeta m¨¢s realista de la generaci¨®n del 27, Guill¨¦n, en la M¨¢laga que estuvo a punto de ser uno de los polvorines de la revoluci¨®n surrealista, cuando Salvador Dal¨ª lleg¨® en la primavera de 1930 al hotel Santa Clara o Castillo del Ingl¨¦s, pensi¨®n inglesa de Torremolinos, para entrevistarse con los poetas Prados, Altolaguirre e Hinojosa: su proyecto com¨²n era fundar una revista surrealista mundial. El viaje de Dal¨ª y su enamorada, la rusa Olga Eluard, esposa de Paul Eluard, lo financiaba el millonario Hinojosa, que a cambio recibir¨ªa un cuadro que nunca existi¨®. (Estas cosas las ha contado muy bien Alfonso S¨¢nchez Rodr¨ªguez en tres sitios distintos: una charla en el Britanic Club de L¨¦rida, un libro de la editorial milanesa Jaca Book y en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista malague?a El Maquinista de la Generaci¨®n).
Dal¨ª sigui¨® pintando en Torremolinos un horroroso cuadro que pintaba desde 1929, El hombre invisible, Eluard le escrib¨ªa a Gala temiendo por su suerte en el sur insano, Gala mandaba telegramas a Eluard. El m¨¢s perdido de todos era el millonario Hinojosa, agente doble, conspirador de la insurrecci¨®n surrealista mundial y reci¨¦n salido en secreto de unos ejercicios espirituales en los jesuitas, locamente enamorado de una mujer que le exig¨ªa cristianismo y cordura. Era la Semana de Pasi¨®n de 1930, pasaban los penitentes, pero los balcones de la familia Hinojosa en la calle de Larios permanec¨ªan cerrados para Dal¨ª y su idilio ruso en M¨¢laga, ciudad m¨®vil, portuaria, comercial, fortuita, de forasteros, de destinos tan azarosos, dispares e iguales como los de Robert Boyd y Jos¨¦ Mar¨ªa Hinojosa, poeta surrealista en Madrid y Par¨ªs, el m¨¢s atado a la tierra, terrateniente malague?o, pol¨ªtico nacionalista, tradicionalista y agrario, orador, fundador de mutuas de labradores, candidato a Cortes, fusilado en agosto de 1936, a los 32 a?os.
Gu¨ªa pr¨¢ctica
- Datos b¨¢sicos Poblaci¨®n: 524.414 habitantes. - Dormir Larios (952 22 22 00). Marqu¨¦s de Larios, 2. En una casa tradicional con fachada que asoma en chafl¨¢n hacia la c¨¦ntrica calle de Larios. 136 euros, la doble. AC M¨¢laga Palacio (952 21 51 85). Cortina del Muelle, 1. Moderno y funcional. Hasta el 15 de septiembre, 96 euros.Don Paco (952 31 90 08). Salitre, 53. Es una casa de estilo andaluz. La doble cuesta 60,10 euros. NH M¨¢laga (952 07 13 23). Guadalmedina, s/n. Habitaciones dobles desde 82 euros. Parador de M¨¢laga-Gibralfaro (952 22 19 02). En el monte Gibralfaro. Picassos en las paredes y magn¨ªficas vistas a la bah¨ªa de M¨¢laga. 116,48 euros. Tryp Alameda (952 36 80 20). Avda. de la Aurora, s/n. 162,25 euros. Venecia (952 21 36 36). Alameda Principal, 9. 84 euros. Los Naranjos (952 22 43 19). Paseo de Sancha, 35. La doble, 98,7 euros. - Comer Adolfo (952 60 19 14). Paseo mar¨ªtimo Ruiz Picasso, 12. Cocina creativa de ra¨ªces malague?as. Entre 30 y 36 euros.Caf¨¦ de Par¨ªs (952 22 50 43). V¨¦lez M¨¢laga, 8. Su cocina, de vanguardia, le ha hecho merecedor de una estrella en la Gu¨ªa Roja Michel¨ªn. Entre 30 y 40 euros. Chinitas (952 21 09 72). Moreno Monroy, 4. Pesca¨ªto frito; tortilla de camarones. Unos 25 euros. Refectorium (952 21 89 90). Cervantes, 8. Pesca¨ªto frito; dorada a la sal. Unos 27 euros. Bar Orellana (952 22 30 12). Moreno Monroy, 5. Tapas. - Informaci¨®n Oficina de Turismo (952 21 34 45). www.malagaturismo.com. ISIDORO MERINO
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