GERANIOS Y PORTAAVIONES
En el horizonte de Rota se funden las siluetas grises de los barcos de guerra y los perfiles de un pueblo andaluz. Flamenco y sombreros tejanos frente a la bah¨ªa de C¨¢diz.
Las placas conmemorativas suelen envejecer en las calles con la misma soledad del actor que tuvo quince minutos de gloria un poco antes de quedarse sin trabajo. No son flexibles, les falta inquietud a la hora de remontar la prisa urbana de los a?os. Y es que hasta los melanc¨®licos compulsivos mantienen su fidelidad al pasado porque necesitan reescribirlo, porque se averg¨¹enzan de lo que fue y de lo que no fue. La memoria juega con nosotros, dice que las cosas son como son, y lo pone todo bajo sospecha. Lo que ocurri¨® pudo no haber ocurrido, para dejarle paso a lo que no ocurri¨® y estuvo a punto de ocurrir. La vida se queda siempre en el apunte de un dibujante perezoso. Pero estas indecisiones son un simple temblor de la memoria humana, que es la forma que adquiere la conciencia cuando necesita cerrar la puerta del presente para abrir una negociaci¨®n con el mundo. Las calles no suelen tener esos reparos, y se largan al futuro con el l¨¢piz de la realidad, olvidando los quince minutos de gloria de las placas conmemorativas. Llega un viajero, pregunta qui¨¦n fue aquel hombre o qu¨¦ pas¨® aquel d¨ªa, y la dependienta del estanco pone una cara de sorprendida y casi avergonzada ignorancia. 'Pues ahora que me lo dice...'
Hay un sal¨®n tejano en el que los solitarios apuran su whisky bajo un sombrero Staunton al son de un 'country'
Eisenhower contempl¨® la bah¨ªa de C¨¢diz con los mismos ojos que hab¨ªan dirigido el desembarco de Normand¨ªa
El 1 de julio de 1955, en el arco que da entrada a la plaza de Espa?a, el pueblo de Rota coloc¨® una placa muy historiada para desagraviar a la Virgen. No he conseguido enterarme de cu¨¢l fue el agravio. Tal vez alg¨²n cronista oficial guarde el dato en su archivo de curiosidades, o tal vez se trate ¨²nicamente del agravio general a la divinidad que cometieron los republicanos espa?oles al intentar defenderse del levantamiento militar de Franco. No lo s¨¦, y tampoco lo sabe la dependienta del estanco, ni el ocioso que sobrelleva las ma?anas con un caf¨¦ en la terraza de la helader¨ªa, ni los vecinos que entran a las dependencias municipales para arreglar sus papeles. Si la mayor¨ªa de los pueblos nacen, crecen, se reproducen y olvidan sus placas conmemorativas, el azar de la historia quiso que Rota saltara por los laberintos de las costumbres con un ritmo vertiginoso y fuera de lo com¨²n. En 1953, el general Eisenhower lleg¨® a Espa?a, recogi¨® a Franco en Madrid, lo trajo a Rota, subi¨® con ¨¦l a la torre del castillo de Luna, contempl¨® la bah¨ªa de C¨¢diz con los mismos ojos que hab¨ªan dirigido el desembarco de Normand¨ªa y eligi¨® el lugar indicado para construir la base militar norteamericana. La guerra fr¨ªa necesitaba un poco de viento de levante, y el Caudillo estuvo de acuerdo. 'Pues ahora que me lo dice...'
Desde entonces hay varias ciudades distintas dentro de la villa de Rota. La base militar, que impuso la sombra de los aviones sobre los huertos y una lejan¨ªa de enormes barcos grises en el mar, trajo tambi¨¦n una vida de frontera muy poco previsible en la Andaluc¨ªa de los a?os cincuenta. No voy a justificar de ninguna manera los negocios terrenales de la dictadura, siempre adornada de esp¨ªritu patri¨®tico, ni el belicismo imperialista de los Estados Unidos; pero lo cierto es que la llegada de los americanos hizo de Rota un pueblo distinto, m¨¢s acostumbrado a la mezcla de culturas y a las novedades del mundo que al olor espeso de las sacrist¨ªas. Cuando se entra en La Bodega de la calle Mina sorprende ver en las fotograf¨ªas de las paredes una reuni¨®n muy acompasada de cantaores flamencos y mitos del rock. ?Qui¨¦n es aqu¨¦l? Y hay que acercarse para distinguir la soledad de Camar¨®n y el gesto insolente de Mick Jagger. Los azares de la historia pusieron una guitarra el¨¦ctrica en una bodega andaluza, y eso cambi¨® en pocos a?os el aire del pueblo y el car¨¢cter de sus habitantes. La gente de C¨¢diz, por fortuna, lleva en la sangre el disparate carnavalesco y la iron¨ªa vital de las Cortes liberales. S¨®lo faltaba a?adirle a la rutina cotidiana, saltando por encima de los agravios y de la realidad humillada de la posguerra espa?ola, una corriente de soldados negros, coches extranjeros, m¨²sicas nuevas, electrodom¨¦sticos, idiomas y noticias de una existencia diferente. Rota se acostumbr¨® a crecer en una civilizada vida de frontera, en una atm¨®sfera f¨¦rtil y llena de sorpresas para el visitante. Hay mundos distintos en la trashumancia algo desordenada de sus calles.
Junto al puerto y al faro, que rozan con la yema de los ojos la ciudad de C¨¢diz, se despierta un pueblo andaluz de toda la vida. Las macetas que cuelgan de las paredes echan sus ra¨ªces en la fugacidad. Despu¨¦s de atravesar el peque?o enredo de las calles encaladas, podemos buscar para el desayuno una plaza con sus churros, su castillo y su iglesia, sus vendedores de pescado y sus veraneantes. Como en el resto de la costa andaluza, en la postal de Rota han crecido tambi¨¦n los edificios tur¨ªsticos, la especulaci¨®n de los horrores con vistas al mar. Se trata de una segunda realidad que no tiene escr¨²pulos al acabar con todo lo que toca. Pero el paisaje no es aqu¨ª tan s¨®rdido como en la Costa del Sol. Tal vez porque el nombre del pueblo se identific¨® falsamente con los porta-aviones y los militares, los ej¨¦rcitos del turismo no se han atrevido a invadir el pueblo. Basta alejarse un poco para respirar sin miedo. Rota conserva sus pinares, sus dunas, sus largas playas con ox¨ªgeno, sus caminos a trav¨¦s de una naturaleza que no ha perdido la dignidad. Entre el hotel Playa y Punta Candor, el mar juega con la almadraba fenicia como un ni?o solitario, y el atardecer tiende sus redes sobre los marisqueros y los caminantes con una elegancia de acuarela japonesa.
La noche fronteriza de Rota oculta una tercera realidad, la penumbra de algunos bares que viven a miles de kil¨®metros de la oficina en la que pagan sus impuestos municipales. Gente con una forma distinta de comprender la soledad y la fiesta se re¨²nen en locales que nos hacen viajar con s¨®lo volver la esquina. Hay un sal¨®n tejano en el que los solitarios apuran su whisky bajo un sombrero Staunton y los grupos bailan con una disciplina de danza popular, pactando con la m¨²sica el sentido colectivo de la derecha y la izquierda, del paso a delante y el paso hacia atr¨¢s. Los vasos tienen mucho hielo y poca bebida, y la melancol¨ªa de las baladas se llena con pel¨ªculas m¨¢s que con recuerdos. Al salir, parece que nos vamos a encontrar con una carretera, un desierto y un rancho.
Los trabajadores de la base de Rota fueron hace cuarenta a?os la envidia del pueblo. Hoy ha cambiado la situaci¨®n, porque las negociaciones colectivas y los derechos del estado del bienestar son desconocidos en la legislaci¨®n norteamericana. Es el pueblo de Rota el que puede darle lecciones de libertad y de dignidad social a los EE. UU. La vida de frontera sirvi¨® en la posguerra para salir huyendo de las costumbres encogidas y clericales de la dictadura. Ahora deber¨ªa servirnos para rechazar la idea de democracia que nos ofrece el amigo americano. Aqu¨ª se vive mucho mejor, de verdad, aunque los gobernantes europeos est¨¦n empe?ados en decirnos lo contrario.
Gu¨ªa pr¨¢ctica
Datos b¨¢sicos
Poblaci¨®n de Rota: 25.000 habitantes.
Situaci¨®n: a 41 kil¨®metros de C¨¢diz, al norte de la bah¨ªa.
Dormir
Gran Hotel Col¨®n (956 85 60 01). Avda. Juan Carlos I, s/n. Costa Ballena, Rota. Precio de las habitaciones dobles: 143,10 euros.
Duque de N¨¢jera (956 84 60 20). Gravina, 2. Rota. 151,30 euros.
Playa de la Luz (956 81 05 00). Avda. Diputaci¨®n, s/n. Carretera de Chipiona. 119,60 euros.
Monasterio de San Miguel (956 54 04 40). Larga, 27. El Puerto de Santa Mar¨ªa. Monasterio barroco habilitado como hotel. 175,65 euros.
Santa Mar¨ªa (956 87 32 11). Avda. de la Bajamar, s/n. El Puerto de Santa Mar¨ªa. La doble, 82,20 euros.
Los C¨¢ntaros (956 54 02 40). Curva, 6. El Puerto de Santa Mar¨ªa. 100,97 euros.
Chaikana (956 54 29 02). Javier de Burgos, 17. El Puerto de Santa Mar¨ªa. 63,54 euros.
Los J¨¢ndalos (956 87 34 11). Conjunto de apartamentos en un jard¨ªn con palmeras en la carretera de Rota. 120 euros.
Comer
El Embarcadero (956 84 60 20). Gravina, 2. Rota. Restaurante del hotel Duque de N¨¢jera. Entre 20 y 30 euros.
El Faro del Puerto (956 87 09 52). Carretera de Rota. El Puerto de Santa Mar¨ªa. Recetas tradicionales con toques innovadores; pescados y mariscos. Entre 30 y 35 euros.
Los Portales (956 54 21 16). Ribera del R¨ªo, 13. El Puerto de Santa Mar¨ªa. Parrilladas, raciones y tapas. A la carta, unos 30 euros.
Informaci¨®n
Oficina de Turismo (956 84 63 45; www.turismorota.com y www.cadiznet.com/rota).
ISIDORO MERINO
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