La fama an¨®nima de Craig Armstrong
Todos hemos escuchado su m¨²sica, pero muy pocos ser¨ªan capaces de ponerle cara a este escoc¨¦s de 43 a?os. Se antoja casi imposible que la obra de Craig Armstrong no se haya cruzado en alg¨²n momento con nuestras vidas. Suyas son las bandas sonoras de El coleccionista de huesos y de las dos ¨²ltimas entregas del siempre controvertido Baz Luhrmann (Romeo y Julieta de William Shakespeare y Moulin Rouge), pero tambi¨¦n algunos de los arreglos m¨¢s suntuosos que iluminan la obra reciente de Madonna (el ¨¢lbum Bedtime stories y la canci¨®n Frozen), U2 (Hold me, kiss me...), la islandesa Bj?rk o los padres del trip-hop, Massive Attack, convertidos hoy en sus principales mentores. En realidad, Armstrong cambi¨® la percepci¨®n de su trabajo como compositor cuando comprendi¨® que el pop 'carec¨ªa de buenos arreglos de cuerda'. ?l, formado en la Royal Academy brit¨¢nica, atesoraba sobrados fundamentos para realizarlos. Desde aquel d¨ªa, ejerce como uno de los m¨²sicos m¨¢s populares de la escena europea, y todo ello sin abandonar un anonimato que le resulta -confiesa- 'de lo m¨¢s placentero'. El disco Wildest dreams, de Tina Turner, y el tema Goldeneye, para la pel¨ªcula del agente 007; los arreglos para sus paisanos Texas y Paul Buchanan (Blue Nile), la pertenencia al ya desaparecido grupo The Big Dish. La huella del universo Armstrong se extiende por recovecos inveros¨ªmiles, aunque ¨¦l prefiera no darse mucha importancia. 'Mi oficio no es ni m¨¢s ni menos valioso que cualquier otro, aunque incluya elementos espirituales', apunta desde su residencia escocesa. Y remacha: 'Mi lema es 'si sabes hacer algo, entonces hazlo e intenta hacerlo bien'. La vida es demasiado breve como para perder el tiempo en cuestiones que no te interesen'. En 1998, Massive Attack le ofreci¨® su propio sello discogr¨¢fico, Melankolic, para que publicara su primer ¨¢lbum en solitario. Armstrong respondi¨® a la invitaci¨®n con The space between us, una obra que aunaba material in¨¦dito y composiciones previas para montajes teatrales. 'Se trata de un disco orquestal para la era moderna', dijo entonces el autor. Ahora, cuatro a?os m¨¢s tarde, As if to nothing transita por parecidos paisajes sonoros, pero con una sutil variaci¨®n conceptual. 'Sus 15 piezas deben ser escuchadas y comprendidas como un todo. Casi todas las composiciones se comportan como microcosmos surgidos a partir de la primera, Ruthless gravity, y ello da a la obra un cierto atributo sinf¨®nico, un sentido de verdad colectiva'. La explicaci¨®n acaso resulte un tanto enf¨¢tica, sobre todo porque el material que conforma As if to nothing parece hundir sus ra¨ªces en fuentes bastante dispersas. La alianza de chiribitas electr¨®nicas y solemnes discursos orquestales constituye, sin duda, la especialidad de la casa, pero en el ¨¢lbum tambi¨¦n hay hueco para pasajes corales, baladas arrobadoras -cantan Evan Dando, Paul Buchanan y Wendy Stubs- y un par de revisiones, del primer King Crimson (Starless II) y de U2, con una lectura de Stay (Far away, so close!) asumida por el propio Bono. 'La eleg¨ª porque es la mejor canci¨®n que hay en todo el repertorio de los irlandeses', sostiene Craig.
La intrincada f¨®rmula se traduce en un disco elegante y a la vez pomposo, de una sonoridad rotunda que a veces apela m¨¢s a los instintos que a la raz¨®n. 'Hago m¨²sica con, y para, la cabeza y el est¨®mago', resume su creador. 'En ocasiones apetece disfrutarla en un entorno relajado, pero determinados pasajes funcionan mejor si los vecinos te permiten escucharlos a todo volumen'. Sus manifestaciones casi siempre esconden, en el fondo, un cierto ¨¢nimo de provocaci¨®n: igual que cuando proclama su inter¨¦s por 'los rugidos de la f¨®rmula 1', una afici¨®n que le ha inculcado su hijo 'y se suma a mis pasiones por los sintetizadores antiguos y las m¨¢quinas vendimiadoras'. Tal vez es el mismo esp¨ªritu transgresor que rige en su amistad con el australiano Luhrmann, un cineasta con el que no parecen existir los t¨¦rminos medios: o impostor o revolucionario. 'Que te amen o te odien es un riesgo que debes asumir cada vez que diriges una pel¨ªcula o compones un disco. Crear es una experiencia subjetiva, y yo no puedo dedicarme a escribir m¨²sica s¨®lo para ganar aliados', razona Armstrong.
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