La sombra del genio
A tiempo para celebrar estos d¨ªas el centenario de su nacimiento, Alianza publica la magn¨ªfica biograf¨ªa de V¨¦ra Evssevna Slonim, se?ora de Nabokov, con la que Stacy Schiff gan¨® con abrumadores merecimientos el Pulitzer de 2000. Su prosa ir¨®nica y seductora permit¨ªa que la edici¨®n original de Random House pudiera leerse como una libresca y absorbente novela de amor o como otra de las biograf¨ªas de ficci¨®n que urd¨ªa Nabokov imagin¨¢ndose los recuerdos, y la esmerada traducci¨®n de Miguel Mart¨ªnez-Lage permite que tambi¨¦n el lector disfrute en castellano de una biograf¨ªa con el ritmo y la complicidad necesarios para sustraerse a su erudici¨®n y su documentaci¨®n inabarcable -a los andamios de la biograf¨ªa, en definitiva- y dejarse llevar sin m¨¢s por los alicientes de una personalidad tan apasionante como la de V¨¦ra. Esposa, traductora, agente, musa, asistente de c¨¢tedra, rival de ajedrez, secretaria y hasta diligente mecan¨®grafa de Nabokov, V¨¦ra, la sombra del genio, fue una mujer de armas tomar. Vlad¨ªmir, el hombre de las mil m¨¢scaras, la conoci¨® precisamente en un baile de carnaval, en mayo de 1923, y poco despu¨¦s, a sus 22 a?itos, V¨¦ra ya le dijo a la cara a Nabokov, 'o te casas conmigo o te mato ahora mismo'. A partir de aqu¨ª todo fue ya un camino de rosas con espinas. Escribi¨® al dictado de su marido en su Royal negra, su devoci¨®n por John Donne contagi¨® a las hero¨ªnas de Sebastian Knight y de P¨¢lido fuego, y parece que el desprecio de Vlad¨ªmir por Pasternak o Musil nace del que antes les profes¨® su esposa. V¨¦ra rescat¨® del fuego el manuscrito de Lolita varias veces entre 1950 y 1951, cuando el genio quiso destruirlo al sentirse traicionado por las musas, actu¨® de sargento en la pol¨¦mica por Lolita, recog¨ªa la tiza y borraba pizarras en las clases de Vlad¨ªmir, actu¨® de agente, se quej¨® por carta de las ediciones piratas que menudeaban en la India y Suram¨¦rica, negociaba contratos y anticipos con Roger Straus, George Weidenfeld y otros editores de su marido, siempre desde la certeza de que Vlad¨ªmir era un genio y hab¨ªa que dejar que trabajase tranquilo dentro de su botella, evit¨¢ndole incomodidades administrativas. Correg¨ªa las traducciones al italiano o al franc¨¦s de los libros de su esposo, llev¨¢ndose las manos a la cabeza cuando descubr¨ªa un mero error de matiz. Trabaj¨® de un modo incansable leyendo centenares de borradores de la obra de Nabokov, que revisaba una y otra vez sugiriendo cambios l¨¦xicos o de otra suerte, y supo actuar de jefe de prensa lidiando a los cr¨ªticos, sin dudar ni un instante de que 'una rese?a enconada a veces es m¨¢s ben¨¦fica para la promoci¨®n del libro que un halago tibio'. Cumplidos los 80 a?os, ya en Montreux, la viuda del genio a¨²n se dej¨® la vista traduciendo P¨¢lido fuego al ruso, edit¨® buena parte de la correspondencia de Vlad¨ªmir, le vet¨® un pr¨®logo a las Lecciones de literatura al prestigioso doctor Karlinsky y le ofreci¨® un whisky a las once de la ma?ana al incr¨¦dulo Martin Amis, como el propio autor ingl¨¦s nos recuerda en Visitando a Mrs. Nabokov y otras excursiones (Anagrama, 1995).
V?RA. SE?ORA DE NABOKOV
Stacy Schiff Traducci¨®n de Miguel Mart¨ªnez-Lage Alianza. Madrid, 2002 743 p¨¢ginas. 29 euros
A la vista de lo anterior, no se precisa mayor perspicacia para advertir que la figura de V¨¦ra Slonim lleg¨® a resultar insustituible tanto en el entorno personal cuanto en el universo creativo de Nabokov, excediendo los t¨®picos del reposo del guerrero y de la gran mujer tras el gran hombre. La espl¨¦ndida biograf¨ªa que rese?amos consigue que la personalidad de V¨¦ra brille por s¨ª misma y en todo su esplendor, al tiempo que constituye un minucioso retrato del autor de Habla, memoria por persona interpuesta, que alcanza a ser de consulta poco menos que imprescindible para estudiosos y rendidos lectores de Nabokov, el complemento m¨¢s pertinente de los c¨¦lebres estudios biogr¨¢ficos que Brian Boyd consagr¨® al cazamariposas que hablaba del Quijote en Cornell, Vladimir Nabokov. Los a?os rusos (Anagrama, 1992) y Vladimir Nabokov: The American Years (Princeton University Press, 1991).
V¨¦ra, que 'otorg¨® a la tarea de ser la se?ora Nabokov la categor¨ªa de ciencia y de arte' (p¨¢gina 503), siempre fue la Venus del espejo m¨²ltiple de Nabokov, fue su ardor y su defensa, para muchos de sus colegas y editores fue en realidad, junto a su talento, la ¨²nica y verdadera d¨¢diva que le concedi¨® la vida al autor de Lolita.
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