EL JAZZ SE ENGANCHA A LOS ACORDES DEL ROCK
Cassandra Wilson interpreta a Dylan, Brad Mehldau se sirve de Radiohead, Joshua Redman rinde homenaje a Clapton, Holly Cole canta temas de Waits, The Bad Plus tocan a ABBA y Nirvana... El rock y el pop inspiran a los maestros de la improvisaci¨®n.
Ya no se escriben canciones como las de antes'. Hasta hace bien poco, ¨¦sa era la respuesta t¨®pica y sistem¨¢tica de los m¨²sicos de jazz cuando se les preguntaba por qu¨¦ regresaban una y otra vez sobre Cole Porter o George Gershwin. Ahora, en especial los m¨¢s j¨®venes, opinan de manera radicalmente distinta. El jazz ha vuelto a interesarse vivamente en el pop y el rock, y ya no es una excepci¨®n anecd¨®tica que en los discos de sus nombres punteros (Herbie Hancock, Cassandra Wilson y Brad Mehldau, entre otros) asomen canciones compuestas por Kurt Cobain, Bob Dylan, Radiohead o incluso Abba. La tendencia est¨¢ adquiriendo rango de fen¨®meno y se dir¨ªa que hay un prop¨®sito com¨²n de cerrar un c¨ªrculo que permanec¨ªa incompleto desde hac¨ªa demasiado tiempo; casi un siglo.
Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan y Count Basie, entre otros, dedicaron discos al cancionero de Lennon & McCartney
En este momento, el extraordinario pianista Brad Mehldau lleva en su repertorio canciones de Radiohead y del infortunado cantautor Nick Drake con la misma naturalidad con que la carism¨¢tica cantante Cassandra Wilson alterna el blues a?ejo de Robert Johnson con el folk combativo de Bob Dylan. Hace poco, el corajudo saxofonista David Murray consagr¨® todo un compacto a las canciones emblem¨¢ticas de Grateful Dead, y el mism¨ªsimo Herbie Hancock, genuino catedr¨¢tico de las 88 teclas, se erigi¨® en defensor del pop como nodriza tem¨¢tica del jazz cuando escogi¨® algunos t¨ªtulos de Prince, Babyface o Peter Gabriel para su disco The new standard.
La escena se est¨¢ poniendo interesante tambi¨¦n porque, aunque las elecciones de los m¨²sicos a veces pueden parecer caprichosas, los resultados suelen traer sorpresas tan estimulantes como las que deparaban el malogrado Lester Bowie cuando pon¨ªa en labios de su Brass Fantasy canciones de Madonna y Sade, o cuando Miles Davis esbozaba el Time after time de Cindy Lauper. Ettore Fioravanti, excelente bater¨ªa del trompetista italiano Paolo Fresu, tambi¨¦n ha encontrado un resquicio explotable en una divertida canci¨®n de Enzo Jannazzi, Vengo anch'io, no tu no, popularizada en Espa?a por el sin par Torrebruno.
Con este ins¨®lito referente, no puede sorprender que el saxofonista Joshua Redman incluyera en su segundo disco la estupenda balada Tears in heaven, de Eric Clapton, sobre todo cuando se sabe que tambi¨¦n su padre, Dewey Redman, hab¨ªa conseguido a finales de los setenta que la endeble canci¨®n bandera de Gilbert O'Sullivan, Alone again (naturally), se mantuviese firme sobre pilares jazz¨ªsticos. Tampoco debe extra?ar que la estupenda cantante Holly Cole se haya enamorado de las canciones de Tom Waits ni que la noruega Silje Nergaard haya imbricado el pop y el jazz a trav¨¦s de composiciones de Sting y Paul Simon.
El mercado del jazz se est¨¢ liberalizando para bien. Los m¨²sicos que se?alan el camino no hacen acopio de canciones pop o rock por motivos puramente comerciales. Cuando Patricia Barber canta el ¨¦xito de Santana Black magic woman, o Ethan Iverson, un pianista de porte inequ¨ªvocamente intelectual, hace diabluras con el Knowing me knowing you del grupo Abba, est¨¢n en plena posesi¨®n de su raz¨®n art¨ªstica. La misma que ha animado a la Mingus Big Band, heredera musical del contrabajista Charles Mingus, a invitar a Elvis Costello a que cante en su disco m¨¢s reciente. Como deber¨ªa ocurrir en todas las m¨²sicas, el ¨²nico baremo que est¨¢ adoptando el jazz es el de la imaginaci¨®n y el desprejuicio.
Como ocurr¨ªa en los inicios, cuando todo era gozosa confusi¨®n. A la gente del Nueva Orleans de principios del XX, un crisol de diversidad racial casi extravagante, le tra¨ªa sin cuidado c¨®mo se llamase la m¨²sica que resonaba por toda la ciudad. ?se fue el primer escenario del jazz, aunque con la desbandada de m¨²sicos hacia Nueva York y Chicago, fue forjando un repertorio propio que procuraba evitar la inocencia caduca de las canciones de moda.
Pero cuando el jazz pronunci¨® su adi¨®s m¨¢s sonoro al orbe popular fue con la llegada del bebop. Lo practicaban m¨²sicos que tra¨ªan nuevos c¨®digos tatuados en su mente y para quienes el emergente rock & roll era algo as¨ª como un pariente lejano y algo simple que, sorprendentemente, triunfa en los negocios con m¨¦todos m¨¢s bien sospechosos. La alarma empez¨® a cundir cuando algunos de los standards favoritos de los m¨²sicos de jazz dieron los primeros s¨ªntomas de agotamiento cr¨®nico. Se impon¨ªan soluciones refrescantes. John Coltrane reelabor¨® una preciosa melod¨ªa firmada por el ilustre t¨¢ndem Rodgers & Hammerstein llamada My favorite things, m¨¢s conocida cinco a?os despu¨¦s por la versi¨®n cinematogr¨¢fica de Sonrisas y l¨¢grimas, protagonizada por Julie Andrews. En esa misma l¨ªnea, Duke Ellington se atrevi¨® con Supercalifragilisticexpialidocious, ¨¦xito de la pel¨ªcula Mary Poppins.
En Europa, la llama prendi¨® con velocidad m¨¢s experimental y, con el tiempo, The Beatles se convirti¨® en objetivo prioritario de jazzistas pr¨®speros. Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan y Count Basie, entre otros, dedicaron discos enteros al cancionero de Lennon & McCartney.
Buenas canciones para diferentes estilos
'Nuestro primer bolo fue en mayo de 2000', recuerda el fant¨¢stico pianista Ethan Iverson. 'Acab¨¢bamos de formar The Bad Plus y no sab¨ªamos muy bien qu¨¦ hacer aquella noche. Dave y Reid dejaron caer la idea de que toc¨¢ramos algo de rock. Les contest¨¦ que yo no conoc¨ªa ninguna canci¨®n del g¨¦nero. No se lo pod¨ªan creer, y al final me convencieron para que intent¨¢ramos hacer una versi¨®n del Smells like teen spirit de Nirvana. Ahora es una de las canciones estrella de nuestro repertorio'.
El ejemplo de Iverson es aplicable a muchos otros j¨®venes formados en sesudos conservatorios cl¨¢sicos y madurados en la escucha de los discos -no menos cl¨¢sicos- del jazz. As¨ª, Brad Mehldau, un enamorado del romanticismo alem¨¢n, con todo su arrebatado lirismo y su ruptura voluntaria con la realidad cotidiana, ha sabido extraer consecuencias valiosas de los ¨²ltimos discos de los grupos Massive Atack y Radiohead. 'Para m¨ª la m¨²sica tiene un grado de autonom¨ªa de la que carecen las dem¨¢s artes. Se mueve a trav¨¦s del tiempo, igual que se mueve la propia vida, y comparte con ella el destino de la mortalidad. Da lo mismo a qu¨¦ estilo pertenezca. De Massive Atack y Radiohead me gusta la riqueza de texturas de sus composiciones, pero tambi¨¦n la arm¨®nica, algo que no exist¨ªa en el rock de los ochenta. Ahora los acordes ya no est¨¢n necesariamente subordinados a la melod¨ªa como cuando yo estudiaba. Creo que el pop actual es mucho m¨¢s creativo'.
Algo similar opina Cassandra Wilson, considerada la mejor cantante de jazz del momento. 'En todos los g¨¦neros hay buenas canciones, y yo s¨¦ cu¨¢ndo puedo adaptarlas a mi estilo', afirma. 'Cuando consigo abarcarlas por completo y llevarlas m¨¢s all¨¢ con la improvisaci¨®n, se convierten en jazz puro'.
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