?A santo de qu¨¦?

Aunque sepamos que la raz¨®n pol¨ªtica poco tiene que ver con la l¨®gica m¨¢s elemental, no por curados de espanto deber¨ªamos dejar de asombrarnos ante algunos atentados al sentido com¨²n. Viene esto a cuento del clima electoral que a la vuelta de vacaciones padece el pa¨ªs con inusitado adelanto. Las habituales tormentas de oto?o se han adelantado al verano y, en un proceso similar, los vientos electorales de las auton¨®micas y municipales de mayo soplan ya con desordenada fuerza en estos primeros d¨ªas de septiembre.

En este tiempo de locos que padecemos, ahora parece haberse establecido un extra?o benepl¨¢cito sobre la conveniencia de que el candidato a la Presidencia de la Generalitat Valenciana por el PP, Francisco Camps, abandone, con la mayor brevedad posible, su responsabilidad como delegado del Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en esta comunidad aut¨®noma. ?Pero, a santo de qu¨¦?

Arguyen que la responsabilidad del cargo es dif¨ªcilmente compatible con las necesidades de una campa?a electoral, como si ser delegado del Gobierno fuera mayor responsabilidad que ser su presidente. ?Es que acaso los presidentes de los gobiernos, sean centrales o auton¨®micos dimiten ocho meses antes de los comicios para poder preparar la correspondiente campa?a electoral, como pretenden hacer con Camps?

Argumentan tambi¨¦n que los altos niveles de inseguridad ciudadana, violencia dom¨¦stica y terrorismo que padecemos, empeoran la imagen de un candidato que tuviera entre sus responsabilidades enfrentarse a tales problemas. Un razonamiento que revela una visi¨®n de los ciudadanos como una masa de electores memos dispuestos a ser manipulados. ?Se considera electoralmente m¨¢s rentable las im¨¢genes de Camps difundidas estos d¨ªas ante el feretro de El Titi, jugando al p¨¢del, o con la familia en Terra M¨ªtica, que su trabajo de direcci¨®n de unos cuerpos y fuerzas de seguridad enfrentados a las amenazas que de verdad preocupan a los ciudadanos? Dif¨ªcil de entender, sobre todo a la vista de una obviedad tan elemental como es el hecho de que, a diferencia de Joan Ignasi Pla, no es el candidato de una oposici¨®n que goza del beneficio de la duda que se otorga al aspirante, sino el candidato del partido del Gobierno, de cuyas funciones delegadas se le pretende, parad¨®jicamente, excluir.

De Francisco Camps se han destacado, por un lado, sus buenas maneras en las agitadas aguas de la pol¨ªtica, y se ha criticado, por otro, lo insustancial de su breve gesti¨®n al frente de las muchas y diversas responsabilidades que ha tenido en su r¨¢pida carrera. Ahora se pretende acortar al m¨ªnimo su paso por uno de los departamentos m¨¢s apegados a lo que pasa en la calle ?es esa la mejor forma de ganarse la confianza de sus conciudadanos?

Si antes se dec¨ªa que el tiempo estaba loco y ahora se habla de cambio clim¨¢tico, ?habr¨¢ que pensar, en paralelo, que las perturbaciones en la atm¨®sfera pol¨ªtica presagian un cambio electoral? No necesariamente, aunque, eso s¨ª, no va a haber paraguas que nos proteja de las grandes tormentas propagand¨ªsticas que con fuerte aparato el¨¦ctrico (mayormente televisivo) van a desencadenarse. Unas lluvias torrenciales que, pese a su intensidad, mucho es de temer, que vayan seguidas de pertinaces sequ¨ªas en la gesti¨®n de los asuntos de gobierno.