Los deberes pendientes

A esta legislatura auton¨®mica le queda poco m¨¢s de medio a?o de tiempo real, productivo. Pronto, si no es que estamos ya metidos de hoz y coz en ello, comenzar¨¢n los apremios electorales. Llegado ese instante, con la consiguiente movilizaci¨®n general de los partidos, organismos p¨²blicos e instituciones, parece temerario pensar que el Gobierno de la Comunidad y los se?ores diputados tengan el ¨¢nimo presto y sosegado para debatir, cuando no elaborar, la pila de leyes pendientes y reiteradamente anunciadas. Algunas de ellas con el marchamo de urgencia e inmediatez. Casi 30 son los proyectos comprometidos y a la espera de su tramitaci¨®n.

Es imaginable que esta demora o baja productividad legislativa tendr¨¢ su raz¨®n de ser y muy probablemente los portavoces populares la explicar¨¢n con pelos y se?ales. Eso s¨ª, en esta ocasi¨®n no les valdr¨¢ echarle el muerto a la oposici¨®n, pues no le incumbe a ¨¦sta la iniciativa ni se sabe que haya ejercido el filibusterismo o cualquier otra maniobra entorpecedora. M¨¢s pertinente parece ser que el PP, hegem¨®nico en la C¨¢mara, haya administrado a su gusto la oportunidad para cada proyecto pensando, como en su momento pensaron los socialistas, que van a gobernar tres o cuatro lustros m¨¢s. No ha mucho que el vicepresidente Jos¨¦ Joaqu¨ªn Ripoll, tan sensato ¨¦l, confirmaba esta perspectiva al asegurar que el PP no trabajaba para diez meses, sino para diez a?os.

Sin embargo, desde la ¨®ptica del ciudadano, esta calculada dosificaci¨®n del trabajo es, adem¨¢s de un incumplimiento de las propuestas program¨¢ticas, una tomadura de pelo que linda con la estafa, sobre todo para cuantos creyeron y votaron las promesas del partido mayoritario. Una estafa en el sentido de que se aplazan o soslayan mejoras legales condicionantes de nuestra calidad de vida y, en m¨¢s de un caso, el aplazamiento puede comportar penosos efectos irreversibles. Pi¨¦nsese, por ejemplo, en la Ley de Ordenaci¨®n del Territorio que acaso sea alumbrada cuando el caos sea inextrincable. O la Ley de Contaminaci¨®n Ac¨²stica, que sus se?or¨ªas votar¨¢n cuando muchos vecinos anden cazando moscas neurotizados por los ruidos de muy distinta naturaleza.

Y, cuando menos, otra media docena de textos legales apremiantes -sobre la salud, las estructuras agrarias, la funci¨®n p¨²blica, etc.- acerca de los cuales es dudoso que el partido gobernante, por hegem¨®nico que sea, pueda arrogarse el derecho a postergarlos ad calendas graecas o para cuando le plazca. Un electorado sensible y avisado habr¨ªa de castigar en las urnas estos ejercicios pol¨ªticos de petulancia, pereza o incompetencia.

No es previsible que en los pocos meses ¨²tiles que quedan se diligencie el fardo de proyectos pendiente en las Cortes o en el bastidor de sus redactores. Tanto m¨¢s, como anot¨¢bamos, cuando est¨¢ al caer la ruptura de hostilidades ante los pr¨®ximos comicios y, a mayor abundamiento, estamos todos en ascuas ante la prometida privatizaci¨®n de RTVV que a buen seguro dejar¨¢ tras de s¨ª una estela de ofendidos. Un asunto capaz por s¨ª solo de agotar las energ¨ªas de los partidos en brega y de envenenar el debate. Claro que tambi¨¦n puede el Gobierno, tan due?o de s¨ª mismo y de nuestro destino, aplazar el trago hasta el pr¨®ximo curso y legislatura. Poder, puede.