Horas de alerta en el Gobierno espa?ol
Aznar interrumpi¨® su visita a Estonia y regres¨® de inmediato a Madrid. Las agendas y las prioridades de los ministros y del presidente se revolucionaron
Poco antes de las 12.45 GMT del 11 de septiembre de 2001, la hora en que el primer avi¨®n secuestrado de American Airlines chocaba contra una de las Torres Gemelas, el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, a bordo de un Falcon 900 de la Fuerza A¨¦rea espa?ola, aterrizaba en el aeropuerto de Tall¨ªn, la capital de Estonia. Unos diez minutos despu¨¦s, mientras la comitiva espa?ola sub¨ªa las escaleras del palacio presidencial, Jorge Urbiola, un joven diplom¨¢tico que ejerce de ayudante de Aznar, notificaba al entonces asesor internacional del presidente, Ram¨®n Gil-Casares, que acababa de ser informado desde Madrid de lo que todav¨ªa parec¨ªa un terrible accidente en el coraz¨®n financiero de la Gran Manzana. Gil-Casares, que hoy es secretario de Estado de Exteriores, recuerda que transmiti¨® la noticia a Aznar con todas las cautelas porque la encontraba 'incre¨ªble', aunque el Departamento de Infraestructura y Seguimiento de Crisis (DISC), que hab¨ªa informado a Urbiola desde La Moncloa, fuera una fuente de toda confianza. Antonio L¨®pez Ist¨²riz, otro ayudante de Aznar que se hab¨ªa quedado en Espa?a, llam¨® poco despu¨¦s para confirmar la noticia.
Gil-Casares transmiti¨® la noticia a Aznar con todas las cautelas porque la encontraba 'incre¨ªble'
El presidente, en Tall¨ªn, pregunt¨® por su hijo mayor, Jos¨¦ Mar¨ªa, que trabajaba en Nueva York
La reuni¨®n con el presidente estonio, Mart Laar, primera de las conversaciones sobre la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea que Aznar pensaba proseguir durante el mismo 11 y el 12 de septiembre en Lituania y Letonia, tras su visita a Estonia, comenz¨® al filo de las 13.00 con la inquietud suscitada por las noticias procedentes de Am¨¦rica. Y dur¨® poco. Apenas iniciada, un ayudante de Laar entr¨® a confirmar el choque del primer avi¨®n en Manhattan. Aznar pidi¨® a Gil-Casares que hablara con la Embajada de Espa?a en Washington y con la de Estados Unidos en Madrid. El asesor presidencial sali¨® de la sala para cumplir esa orden y, en el televisor encendido en la habitaci¨®n contigua donde esperaban los escoltas, vio, no sabe si en directo o en una de las primeras repeticiones, la imagen del avi¨®n de United Airlines que, a las 13.03 GMT, nueve y tres minutos de la ma?ana en Nueva York, hizo impacto en la segunda Torre Gemela.
Gil-Casares regres¨® inmediatamente a la reuni¨®n para informar a los presidentes de este segundo choque, que dej¨® la hip¨®tesis del accidente hecha trizas. Seguir hablando de la UE parec¨ªa absurdo. Todos los reunidos se trasladaron a la sala donde estaba el televisor para ver las horribles im¨¢genes de Nueva York.
Urbiola, operador del tel¨¦fono m¨®vil de Aznar, advirti¨® al presidente de que le llamaba el vicepresidente primero, Mariano Rajoy, quien hab¨ªa seguido la informaci¨®n en directo mientras almorzaba en la sede de su ministerio de entonces, el de Interior, con P¨ªo Garc¨ªa Escudero, secretario de Organizaci¨®n del PP. Aznar instruy¨® a Rajoy para que, como jefe de Gobierno en funciones por ausencia del presidente, convocara de inmediato al Gabinete de crisis que suele atender las situaciones de emergencia.
Tambi¨¦n llam¨® enseguida a Aznar el entonces ministro de Exteriores, Josep Piqu¨¦, hoy de Ciencia y Tecnolog¨ªa, que conoci¨® las noticias en tiempo real mientras almorzaba en el palacio de Viana, la sede de representaci¨®n de su ministerio, con Jaime Mayor Oreja. No llegaron a comer el segundo plato.
Aznar, por su parte, telefone¨® al Rey Juan Carlos, que almorzaba con el pr¨ªncipe Felipe, y el televisor encendido, en el palacio de la Zarzuela. Como miles de millones de habitantes del planeta, el Monarca y su hijo se volcaron en la peque?a pantalla.
Debido a las costumbres locales y a la diferencia horaria, los atentados del 11 de septiembre generaron, as¨ª, una sucesi¨®n de almuerzos interrumpidos en Espa?a, preludio anecd¨®tico de los profundos cambios que la tragedia neoyorquina hab¨ªa de implicar en la agenda y las prioridades estrat¨¦gicas de la pol¨ªtica.
El grueso de la diplomacia, incluidos los embajadores en Washington, Javier Rup¨¦rez, y ante la ONU, Inocencio Arias, com¨ªa a esa hora en la sede del Ministerio de Exteriores, en la madrile?a plaza del Marqu¨¦s de Salamanca, mientras el ministro portavoz, P¨ªo Cabanillas, les informaba de los planes de la presidencia espa?ola de la Uni¨®n Europea, que comenzar¨ªa el siguiente mes de enero. El ministro interrumpi¨® su intervenci¨®n para dar cuenta de que acababa de serle notificado el choque del primer avi¨®n contra las Torres Gemelas y, en pocos minutos, la reuni¨®n deriv¨® en una desbandada. Los 104 embajadores que tiene Espa?a se desperdigaron por los pisos del ministerio en busca de un televisor donde seguir las noticias. Josep Piqu¨¦ suspendi¨® poco despu¨¦s aquel intento de c¨®nclave que no ten¨ªa precedentes en la diplomacia espa?ola y orden¨® a los embajadores que volvieran de inmediato a sus respectivas plazas. Pero Rup¨¦rez y Arias, los m¨¢s afectados por los acontecimientos del d¨ªa, no pudieron hacerlo debido a la suspensi¨®n de los vuelos hacia Norteam¨¦rica.
Aznar, mientras tanto, en Tall¨ªn, pidi¨® a Gil-Casares que se informara de la situaci¨®n de su hijo mayor, Jos¨¦ Mar¨ªa, que trabajaba en Nueva York para una financiera. El asesor supo enseguida por la Embajada en Washington que el joven no ten¨ªa ning¨²n problema. Luego, Gil-Casares habl¨® por tel¨¦fono con Heather Hodges, ministra consejera de la Embajada de EE UU en Madrid y, a la saz¨®n, encargada de negocios, ya que el embajador Edward Romero hab¨ªa regresado a su pa¨ªs sin esperar la llegada de un sustituto. Hodges inform¨® al asesor de que, al parecer, un tercer avi¨®n hab¨ªa hecho impacto contra el Pent¨¢gono y de que hab¨ªa una alarma de coche-bomba junto al Departamento de Estado, que luego result¨® infundada.
?ste fue el primer contacto directo del Gobierno espa?ol con la Administraci¨®n norteamericana, y casi el ¨²nico de alto nivel registrado aquellos d¨ªas. Don Juan Carlos telefone¨® de inmediato a George W. Bush, pero el presidente estaba ilocalizable. El Rey expres¨® a un colaborador de Bush 'el apoyo y la solidaridad' de Espa?a. Piqu¨¦ desisti¨® de hablar con el secretario de Estado, Colin Powell, que volaba hacia Washington tras suspender su visita a Lima, y se limit¨® a enviar un telegrama de condolencia, como hizo cada ministro con su hom¨®logo norteamericano. El entonces secretario de Estado de Exteriores, Miquel Nadal, logr¨® hablar por la tarde con el n¨²mero tres de Powell, el subsecretario de Estado para Asuntos Pol¨ªticos, Mark Grossman, quien le agradeci¨® las expresiones de solidaridad espa?ola.
Pese a la gravedad de las noticias que llegaban del otro lado del Atl¨¢ntico, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar decidi¨® mantener el paseo programado por el centro hist¨®rico de Tall¨ªn, y fue en las callejuelas medievales de esa ciudad hanse¨¢tica donde supo que Bush se hab¨ªa recluido en un b¨²nker de Nebraska. Aznar comprendi¨® que si el presidente norteamericano estaba en su b¨²nker, ¨¦l deb¨ªa de estar por lo menos en Espa?a. Decidi¨® regresar esa misma noche, suspendiendo la visita a Letonia pero manteniendo una breve escala en Vilna, la capital de Lituania.
La rueda de prensa conjunta del presidente espa?ol y su hom¨®logo estonio comenz¨® en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en Tall¨ªn, minutos despu¨¦s de que la segunda Torre Gemela se desplomara en Nueva York sin estruendo. Aznar, visiblemente afectado y tenso, se resisti¨® a especular sobre el alcance hist¨®rico de lo ocurrido, pero subray¨® desde el primer momento la lecci¨®n a sacar de los atentados: 'Un compromiso m¨¢s firme que nunca de las naciones en la lucha contra el terrorismo'. Esa misma tarde, Josep Piqu¨¦ insist¨ªa por tel¨¦fono a sus hom¨®logos de B¨¦lgica, Louis Michel, presidente de turno de la UE; Francia, Hubert V¨¦drine; Reino Unido, Jack Straw, y Alemania, Joshka Fisher, en la necesidad de que la Uni¨®n acelerara las medidas necesarias para suprimir la extradici¨®n entre pa¨ªses europeos, una aspiraci¨®n espa?ola que encontraba serias dificultades por aquellas fechas.
Concluida su breve rueda de prensa, el presidente espa?ol se dirigi¨® al aeropuerto y, al pie mismo del avi¨®n, orden¨® suspender tambi¨¦n la escala en Lituania y poner rumbo directo a Espa?a.
En Madrid, el Gabinete de crisis estaba reunido desde antes de las cuatro de la tarde bajo la presidencia de Rajoy, que, hacia las seis, pudo anunciar las medidas de emergencia adoptadas. Cientos de agentes de la Guardia Civil y la Polic¨ªa fueron desplegados para reforzar la seguridad, no s¨®lo de la Embajada y consulados de Estados Unidos, sino tambi¨¦n de la de Israel y de la representaci¨®n de la Autoridad Nacional Palestina. Se decret¨® la alerta m¨¢xima en las bases de utilizaci¨®n conjunta de Rota y Mor¨®n, donde los trabajadores espa?oles fueron enviados a primera hora de la tarde a sus casas. El Gobierno puso tambi¨¦n en situaci¨®n de alerta m¨¢xima a la Fuerza A¨¦rea espa?ola. Se reforz¨® la seguridad en todos los aeropuertos y se adoptaron las medidas de control adecuadas para afrontar los problemas causados por el cierre del espacio a¨¦reo estadounidense. Se abri¨® una l¨ªnea telef¨®nica para informaci¨®n de personas con familiares o amigos en Nueva York, aunque el consulado espa?ol tard¨® varios d¨ªas en localizar v¨ªctimas.
Los ministros de Exteriores, Josep Piqu¨¦, Defensa, Federico Trillo, y Portavoz, P¨ªo Cabanillas, que, junto a Rajoy, al secretario general de la Presidencia, Javier Zarzalejos, y al secretario de Estado de Seguridad, Pedro Moren¨¦s, integraron el Gabinete de emergencia, segu¨ªan reunidos en la sede del Ministerio del Interior al filo de las nueve de la noche. El avi¨®n de Aznar aterriz¨® en Torrej¨®n sobre las 21.30 y el Gabinete se traslad¨® a La Moncloa. All¨ª, hacia las 0.45, se hizo p¨²blico el comunicado oficial por el que el Gobierno espa?ol ofrec¨ªa su 'total colaboraci¨®n a Estados Unidos' y 'todos los medios materiales y humanos que puedan requerirse' para 'erradicar al terrorismo all¨ª donde se produzca'. Tambi¨¦n se decret¨® un luto oficial de 48 horas, con banderas a media asta. Washington nunca solicit¨® a Espa?a la ayuda ofrecida.
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