EE UU, su propio enemigo
El 11 de septiembre de 2001 es, como el 7 de diciembre de 1941, 'un d¨ªa que vivir¨¢ en la infamia'. Pero si las palabras del presidente Franklin D. Rooselvel fueron un llamado para unirse a la guerra contra un verdadero 'Eje del Mal' (Roma-Berl¨ªn-Tokio), la campa?a del presidente George W. Bush contra su propio 'Eje del Mal' (Pyongyang-Teher¨¢n-Bagdad) es selectiva (?no existen otros Estados 'malignos' en el mundo?), es maniquea (el que no est¨¢ con nosotros est¨¢ contra nosotros, sin matices que valgan) y es gaseosa (el terrorismo com¨²nmente no encarna en Estados nacionales, no tiene rostro, ni bandera, ni ej¨¦rcito identificable y a veces es la obra de un individuo solitario, como Timothy McVeigh en Oklahoma).
O sea, que algo anda terriblemente mal en esta nueva definici¨®n del 'Eje del Mal'. Es difusa, inexacta y se presta a interpretaciones caprichosas. Pierde de vista el hecho de que el terrorismo no es, en primer lugar, una experiencia privativa de los EE UU a partir del 11 de septiembre. Irlanda y Espa?a han vivido con ella durante a?os, as¨ª como Alemania (la banda Bader-Meinhoff) e Italia (las Brigadas Rojas). Por lo dem¨¢s, el terrorismo de Estado, all¨ª donde lo ha habido en Am¨¦rica Latina, ha sido debidamente apoyado por los EE UU, de Guatemala y El Salvador a Chile y Argentina.
Se corre el peligro, as¨ª, de trivializar el t¨¦rmino mismo de 'terrorismo'. Pero tambi¨¦n el de convertirlo en pretexto conveniente aunque siempre mutante para acciones unilaterales desatadas por los EE UU d¨®nde y c¨®mo les plazca. Si a Washington le disgusta un pa¨ªs o un gobernante, lo acusa de terrorismo y listo. La palabra puede banalizarse hasta perder todo sentido y convertirse en el comod¨ªn del juego de p¨®quer internacional. Que es lo que los terroristas m¨¢s fervientemente desean: ser disfrazados por sus propios enemigos.
Todo esto conlleva varios peligros. El primero es que instituciones creadas para dar curso legal a los problemas internacionales son anuladas por la voluntad unilateral de los EE UU. Condoleeza Rice, la Lady Mcbeth del Gabinete de Bush, lo dice con todas sus letras. La pol¨ªtica exterior de los EE UU se funda en los intereses nacionales de los EE UU. El derecho internacional es apenas una utop¨ªa dispensable.
He evocado aqu¨ª mismo el ejemplo m¨¢s llamativo de esta actitud: el rechazo norteamericano de la Corte Penal Internacional. Casada con su supremac¨ªa global, la Casa Blanca reniega de un cuerpo internacional que podr¨ªa ser arma efectiva contra el terrorismo que los EE UU denuncian con tanto fervor. C¨®rtate la nariz, dice un dicho gringo, para insultar a tu cara.
El segundo peligro es que en nombre del combate contra el terrorismo, los EE UU hagan caso omiso de los derechos civiles dentro de su propio territorio. Esto es lo que m¨¢s desear¨ªa el Fouch¨¦ (para seguir con las comparaciones hist¨®ricas) encargado de la Procuradur¨ªa de Justicia, John Ashcroft. Tribunales militares secretos, abolici¨®n de jurados, sospechosos detenidos sin habeas corpus o abogados de defensa. Eliminaci¨®n del derecho de apelaci¨®n y, por ¨²ltimo, la creaci¨®n de un cuerpo de delatores, la llamada operaci¨®n Tips (o Delaci¨®n) mediante la cual habr¨ªa veinticinco informantes por cada cien ciudadanos (m¨¢s que la Stasi en la Alemania comunista).
Las propuestas del Procurador Ashcroft son escandalosas, ilegales, inmorales y contraproducentes. No hay mejor defensa contra el terror que el Estado de Derecho y el ejercicio de las libertades p¨²blicas. ?Por qu¨¦ no se concentra Ashcroft, m¨¢s bien, en mejorar el funcionamiento de las agencias establecidas, el FBI y la CIA, que tan lamentablemente fracasaron en su cometido antes del 11 de septiembre?
Y el tercer peligro es que el unilateralismo norteamericano -pretexto: el terrorismo; raz¨®n: la supremac¨ªa global- antagonice a amigos y aliados, privando a la Administaci¨®n en Washington de di¨¢logo, ideas alternativas y el sentimiento de alianza que ning¨²n perrito faldero puede otorgar.
Pero el cuarto y acaso m¨¢s grave peligro es que el cambio de prioridades despu¨¦s del 11 de septiembre mande a la cola de la lista aquellos temas que sirven de caldo de cultivo al terrorismo, a saber, la pobreza, la injusticia, la discriminaci¨®n, el aislamiento cultural y religioso.
El medio ambiente, los derechos de las minor¨ªas, la renovaci¨®n urbana, la cooperaci¨®n econ¨®mica, el clamor universal por la educaci¨®n, pasan todos a segundo o tercer t¨¦rmino.
En tales condiciones, ?puede una naci¨®n independiente ser amiga de los EE UU si los EE UU no hacen caso a ninguna opini¨®n que no sea la suya? ?Es consciente el Gobierno de Bush de que el desprecio que manifiesta hacia el derecho y las organizaciones internacionales, as¨ª como hacia la diplomacia y los gobiernos que disienten o critican, pueden conducirlo -lo est¨¢n conduciendo- al peligro extremo de un aislamiento que convierte a los EE UU en el blanco m¨¢s f¨¢cil y tentador para los mismo terroristas que Bush dice combatir?
?Es la presidencia de Bush tan ciegamente provinciana pero tan globalmente perversa que es capaz de poner sus intereses electorales a corto plazo por encima de la racionalidad global a largo plazo?
?Asistimos a una siniestra macarada en la que el vicepresidente Dick Cheney acapara las ocho columnas con llamados belicosos extremos a fin de esfumar los probables cargos e investigaciones sobre su gesti¨®n al frente de la empresa petrolera Haliburton, otra m¨¢s de las compa?¨ªas bajo sospecha despu¨¦s de los casos Enron y WorldCom?
?Asistimos a un tr¨¢gico de Atridas texanos en el que la dinast¨ªa Bush se enfrenta a s¨ª misma, con Bush hijo y sus soldaditos de porcelana y bur¨® -Cheney, Ashcroft, Rumsfeld, Perle- que jam¨¢s han enfrentado la metralla, opuesto a los consejos del Patriarca Bush padre y sus consejeros curtidos en campos de batalla reales, no de papel -los generales Powell y Schwarzkopf- o conscientes de las consecuencias de una acci¨®n militar sin respaldos diplom¨¢ticos o bases legales -Baker, Scowcroft-?
No se necesita ser un Von Clausewitz para calcular los efectos de una acci¨®n irresponsable contra el detestable Sadam Husein, mantenido y armado en el poder durante a?os por los EE UU. Se agudizar¨¢ el conflicto India-Pakist¨¢n, con efectos incalculables sobre el pa¨ªs vecino de ambos, Afganist¨¢n, y su irresuelta estabilidad interna. Se incendiar¨¢ a¨²n m¨¢s la fogata de la contienda Israel-Palestina. Los reg¨ªmenes autoritarios de la media luna oriental, de Damasco a El Cairo pasando por los Emiratos, Arabia Saud¨ª y Jordania, se cuartear¨¢n bajo la triple presi¨®n de oponerse a Washington, ceder ante sus mayor¨ªas isl¨¢micas o ser barridos por esas mismas mayor¨ªas, creando un vac¨ªo estrat¨¦gico en la regi¨®n petrolera m¨¢s rica del mundo. Ir¨¢n -est¨²pidamente incluido por Bush en el 'Eje del Mal'- ver¨¢ frenada su evoluci¨®n moderada y reforzado el poder religioso de los mul¨¢s.
La pol¨ªtica de Bush y compa?eros ha creado la mayor divisi¨®n entre Washington y sus amigos desde que existe la Alianza Atl¨¢ntica. El unilateralismo que tanto enorgullece a Lady Condoleeza es una grave ofensa para pa¨ªses mayores -Canad¨¢, Francia, Alemania, Gran Breta?a, Espa?a, Italia, Jap¨®n- reducidos al papel de comparsas: 'Con nosotros o contra nosotros'. El Atl¨¢ntico, ha escrito con certeza Hermann Tertsch, se ensancha.?Tiene Sadam Husein las terribles armas que, sin prueba hasta ahora, le atribuye el gobierno de Bush? No tendr¨¢ el tirano iraqu¨ª mejor ocasi¨®n de desvelar este secreto que en el caso de ser invadido. Si no tiene las armas, los EE UU carecen de argumentos, sacrificando vidas y aliados. Si las tiene, ?cu¨¢ndo si no ahora, con terribles consecuencias, pensar¨¢ en emplearlas?
A Sadam Husein no le interesa suicidarse, ha escrito el historiados Arthur Schlesinger. Pero puede 'suicidar' al mundo en respuesta a una invasi¨®n norteamericana que Schlesinger considera inmoral e inoportuna. Sadam va a morir un d¨ªa. ?Cu¨¢l es la urgencia en despacharlo ahora mismo? ?Ser¨¢ tan est¨²pido el dictador iraqu¨ª en emplear armas mort¨ªferas para provocar la masiva respuesta estadounidense? ?O s¨®lo las emplear¨ªa -de tenerlas- en caso de invasi¨®n de su pa¨ªs?
La guerra preventiva es ileg¨ªtima e inmoral, dice Schlesinger. La emple¨® Jap¨®n en Pearl Harbor contra los EE UU. La desech¨® el presidente Kennedy durante la crisis de los misiles cubanos, optando por la negociaci¨®n disuasiva. El rechazo de la guerra preventiva mantuvo la paz durante el medio siglo de la 'guerra fr¨ªa'.
En estos dif¨ªciles momentos, yo reitero mi confianza en la profunda tradici¨®n democr¨¢tica de los EE UU y mi fe en que las muchas voces que favorecen la legalidad y la raz¨®n como las mejores defensas de la seguridad, prevalecer¨¢n. Escucho y pienso en estadistas como Bill Clinton, Joseph Biden, Ted Kennedy, George Mitchell, Richard Lugar, John Kerry, Tom Daschle, Christopher Dodd y Patrick Leahi. Su patriotismo est¨¢ fuera de duda. Pero tambi¨¦n lo est¨¢ su adhesi¨®n a la racionalidad pol¨ªtica y al derecho internacional, en contraste con la arrogancia unilateral que a¨ªsla a los EE UU y los deja desamparados y vulnerables ante sus enemigos terroristas.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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