Alternativas
A lo largo del verano he le¨ªdo los datos que la prensa ha ido suministrando sobre el techo que parece haber tocado el modelo tur¨ªstico de sol y playa predominante en nuestro pa¨ªs durante tantos a?os, y, al margen de otras consideraciones -como la subida de los precios con la llegada del euro o cierta recesi¨®n econ¨®mica de los pa¨ªses de origen de los turistas que nos visitan-, viviendo en Alicante como vivo, nada me puede extra?ar menos: el modelo urban¨ªstico seguido en nuestras costas ha sido totalmente devastador. Nada que a?adir.
Es obvio que existen alternativas, cada vez m¨¢s demandadas, de un turismo cultural, gastron¨®mico, ecol¨®gico, susceptibles de ser ofertadas. Pero es esta obviedad la que empez¨® a tambale¨¢rseme a ra¨ªz de un viaje reciente a uno de los lugares que en teor¨ªa podr¨ªan aglutinar toda esa otra oferta. Fue a La Rioja, pero podr¨ªa haber sido a cualquier otro destino de esas caracter¨ªsticas.
Nada que cuestionar sobre la amabilidad de sus gentes, el inter¨¦s de sus monumentos -Camino de Santiago incluido-, lo imponente de su patrimonio natural o la excelencia de sus caldos, faltar¨ªa m¨¢s. Pero, precisamente por todo eso, me doli¨® ver c¨®mo poco a poco se est¨¢ siguiendo el mismo modelo que en la costa; se est¨¢ construyendo sin orden ni concierto, se generan vertederos por doquier que arruinan el m¨¢s id¨ªlico de los paisajes. O no existen las medidas apropiadas que eviten tanto desm¨¢n o no se cumplen.
Si no hubiera conocido otros modelos, pensar¨ªa que el precio a pagar por el progreso es ¨¦se. Pero no, es todo lo contrario: no acabamos de quitarnos el pelo de la dehesa.
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