Eugenio Coseriu, ling¨¹ista
No s¨¦ si fue a finales de junio o a principios de julio cuando telefone¨¦ a Coseriu para concretar la fecha en que impartir¨ªa su ciclo en el Curso de Alta Especializaci¨®n en Filolog¨ªa Hisp¨¢nica que dirijo en el Instituto de la Lengua Espa?ola del CSIC. Sabiendo que hab¨ªa sido siempre una verdadera fuerza de la naturaleza, me alarm¨® la cautela que tom¨®, pidi¨¦ndome que la retrasara lo m¨¢s posible para estar totalmente repuesto de la dolencia que le aquejaba. Ya su amigo Cisneros, el director de la Academia de la Lengua de Per¨², me hab¨ªa advertido hac¨ªa meses de que no lo encontraba bien. Ahora me llega la noticia de su fallecimiento el pasado 7 de este mes de septiembre en Tubinga, de cuya Universidad fue catedr¨¢tico desde 1963. Hab¨ªa nacido en Mihaileni (Rumania; ahora, Moldavia) el 28 de julio de 1921.
Al escribir su necrol¨®gica, debo empezar por la obviedad de que se trata de una de las m¨¢ximas figuras de la filolog¨ªa del siglo XX. Y quiz¨¢s tenga alg¨²n valor que lo diga yo, que no me he sentido especialmente pr¨®ximo ni por biograf¨ªa, ni por ideolog¨ªa, ni por car¨¢cter. Incluso, en mi condici¨®n de modesto te¨®rico del lenguaje literario, discrep¨¦ de sus Tesis sobre el tema lenguaje y poes¨ªa que me parecieron siempre condicionadas por supuestos hoy inaceptables del idealismo ling¨¹¨ªstico de comienzos del siglo XX.
Pero cualquier matizaci¨®n de detalle carece de importancia ante la labor cicl¨®pea que puede verse consignada, por ejemplo, en la bibliograf¨ªa que encabeza los cinco vol¨²menes del Homenaje que le tributaron al cumplir 60 a?os y que public¨® entre nosotros Gredos, editorial fundamental de la difusi¨®n de Coseriu en espa?ol.
Coseriu ha sido un gran romanista e incluso fue vicepresidente de la Sociedad Internacional de Ling¨¹¨ªstica Rom¨¢nica, pero, aunque ¨¦l conoc¨ªa el rumano, su lengua materna, el espa?ol y la mayor¨ªa de las lenguas rom¨¢nicas de una manera que me atrever¨ªa a llamar perfecta, su inter¨¦s se centr¨®, sobre todo, en la teor¨ªa, en la significaci¨®n te¨®rica de los hechos de lenguaje humano, en la posibilidad de integrarlos en modelos que permitan indagar sus caracteres generales.
Su otra gran aportaci¨®n se centra en el campo de la Historia de la Ling¨¹¨ªstica y realiza un magistral rastreo de las obras que verdaderamente han contribuido al progreso de la disciplina. Gracias a su excepcional erudici¨®n, nos ha ense?ado cu¨¢ntas veces las 'novedades' de la ling¨¹¨ªstica del siglo XX a partir de Saussure estaban ya descubiertas en las fuentes cl¨¢sicas.
El mundo hisp¨¢nico tiene con ¨¦l una especial obligaci¨®n de gratitud. Su larga estancia en Montevideo (1950-1963), donde se gestaron algunos de los conceptos que se han convertido en cl¨¢sicos, se proyect¨® durante toda su vida; primero, en toda Iberoam¨¦rica y, luego, en Espa?a. En los cursos de M¨¢laga que dirig¨ªa Manuel Alvar, en la Universidad de Navarra, en Madrid... No en vano las universidades de Madrid (Complutense y Aut¨®noma), Granada, Salamanca y Vigo est¨¢n entre las que le han otorgado algunos de los m¨¢s de 40 doctorados honoris causa que ha recibido. En 2001 recibi¨® tambi¨¦n la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Las distinciones testimonian, desde luego, el agradecimiento de los disc¨ªpulos que deja aqu¨ª.
Pero si, en fin, yo tuviera que escoger un elemento especialmente valioso de su legado me quedar¨ªa con la iluminaci¨®n filos¨®fica de sus estudios de ling¨¹¨ªstica y, muy particularmente, con el aprovechamiento que ha hecho de su l¨²cida lectura de Arist¨®teles. En medio del desaf¨ªo que supone la hip¨®tesis del lenguaje como c¨¢scara vac¨ªa, la opci¨®n realista que sostiene, con datos y argumentos, que el lenguaje siempre dice algo de algo es un homenaje al sentido com¨²n que a comienzos del siglo XXI resulta, a mi juicio, muy de agradecer.-
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