Stop al fascismo
He tenido conciencia de vuelta al cole al o¨ªr los gritos de 'fascistas' y 'asesinos' dirigidos contra los ertzainas que cumpl¨ªan la orden judicial de cerrar las sedes de Batasuna. La verdad es que s¨®lo era la continuaci¨®n de su campa?a de primavera bajo el lema 'Stop al fascismo'. Una campa?a perfectamente compatible con la negativa de sus concejales a gritarles ?stop! a los fascistas que asolaron Santa Pola. Quiz¨¢s les pasa como a aquel buscador de setas, que se enfadaba con su compa?ero que acababa de encontrar un reloj entre las hierbas: '?Pero t¨² a qu¨¦ est¨¢s? ?a setas o a rolex'?
Los de Otegi est¨¢n a setas, ocupados en parar los tanques que 'Madrid' env¨ªa contra 'el pueblo'. Y, claro, no pueden distraerse con otras 'expresiones del conflicto'. El lenguaje de sus camisetas soporta impasible el asesinato y su propia concepci¨®n fascista de la vida social. Quienes pensamos que la actuaci¨®n de la Ertzaintza garzoniana puede dificultar el ascenso fascista, debi¨¦ramos anotar que en esta vuelta al cole es urgente repensar el fascismo y comprender su vigencia.
La violencia est¨¢ en el n¨²cleo inicial del fascismo, como estuvo en los or¨ªgenes de ETA
La mejor referencia del fascismo sigue siendo el nazismo alem¨¢n. Porque Hitler lleg¨® al poder en unas elecciones democr¨¢ticas, y en uno de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados y cultos del mundo, de la mano de una mayor¨ªa de alemanes que ni siquiera eran nazis. Y m¨¢s tarde, con Hitler ya en el poder y aniquilada toda posibilidad de oposici¨®n interior, el nazismo prepar¨® la mayor destrucci¨®n de vidas humanas de la historia, ante la pasividad incre¨ªblemente irresponsable de los principales pol¨ªticos democr¨¢ticos de Europa.
La violencia est¨¢ en el n¨²cleo inicial del fascismo, como estuvo en los or¨ªgenes de ETA, incluso diez a?os antes de su primer asesinato. A diferencia de los fascismos alem¨¢n, italiano o espa?ol de los a?os treinta, ETA naci¨® en una dictadura. Pero fue al llegar la democracia cuando se vio clara la falacia de los primeros etarras, que cre¨ªan (o deseaban creer) que la violencia s¨®lo les iba a servir para contrarrestar la violencia antidemocr¨¢tica de la dictadura. Y es que la violencia es m¨¢s que nunca necesaria en democracia para quien se empecina en vencer a los propios convecinos, cuando sabe que ya no le va a ser posible convencerlos.
Aunque la violencia por s¨ª sola no basta para que surja el fascismo. En el caso de los nazis, la violencia f¨ªsica encontr¨® el mejor complemento en el lenguaje. Adolf Hitler aport¨® su especial talento para transfigurar la violencia en un lenguaje totalitario. Sus discursos empezaban hundi¨¦ndose en el victimismo para resurgir luego como profec¨ªas terribles. Tales discursos hubiesen parecido pat¨¦ticos o c¨®micos. Pero no era para tomarlos a broma, porque la violencia real que los nazis practicaban colmaba de sentido las palabras y los gestos m¨¢s histri¨®nicos.
La finalidad de todo ese montaje no es otro que el poder. Un poder pol¨ªtico y social sin l¨ªmites. Sobre todo, sin l¨ªmites morales. Es lo que los nazis llamaban el triunfo de la voluntad. Si no puedes hacer que te amen, haz que te tengan terror, como dir¨ªa uno de esos maridos psic¨®patas. Y hacen de su principal carencia una virtud, erigi¨¦ndose a s¨ª mismos en encarnaci¨®n de la voluntad del pueblo. Vencer en tales condiciones exige eliminar, no s¨®lo f¨ªsica, sino sobre todo moralmente a cualquier adversario potencial. Aqu¨ª el lenguaje viene a sumarse a la violencia y se convierte en fascista, al servicio del poder totalitario.
El poder no es s¨®lo el fin de ese movimiento. Es tambi¨¦n el medio que permite m¨¢s poder, mayor violencia y que su lenguaje llegue a silenciar cualquier otra voz. Aqu¨ª radica uno de los mayores errores que suelen cometer muchos dem¨®cratas. Creen que con el poder se moderan los fascistas. Cuando sucede lo contrario, que cuanto m¨¢s poder tienen, m¨¢s quieren y mayores son sus posibilidades de arrancarlo. Las metas del fascismo se mueven siempre hacia delante. No en vano son ellos la voluntad de un pueblo en marcha.
El lenguaje totalitario tiene una primera funci¨®n de coartada para la violencia. Pero, m¨¢s a¨²n, sirve de multiplicador de los efectos de la violencia f¨ªsica. Matar a unos pocos para aterrorizar a miles. Y una funci¨®n a¨²n m¨¢s importante, legitimar a los criminales fascistas y deslegitimar, presentando como criminales, a quienes se atreven a oponerse. Por desgracia, esto no s¨®lo lo hacen los fascistas. Partidos de historial democr¨¢tico contribuyen a la legitimaci¨®n del fascismo de formas m¨¢s sutiles y sin ning¨²n peligro de caer bajo el c¨®digo penal.
Es una alquimia del lenguaje capaz de trasmutar en oro acu?ado el plomo de las balas. De qu¨¦ materiales se sirve ese lenguaje y qu¨¦ operaciones aplica, ser¨¢ el tema de la pr¨®xima cr¨®nica. Si Dios quiere, y la mujer de Rufino.
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