Sevilla sale triunfante del desconcierto

El camarero era un tipo puro, bigote siciliano, gris, largas gu¨ªas ca¨ªdas por los lados, ojillos oscuros, arrugas profundas, pero las sardinas, sinfon¨ªa de olores y sabores, ligeramente asadas, habr¨ªan hecho las delicias de cualquiera, y tambi¨¦n las papas a lo pobre, justas de aceite de oliva, sin chorrear, la taberna misma, su emparrado, su frescura, en Y¨¦gen, en el coraz¨®n de las Alpujarras, los barrancos, el burro con las alforjas, las chumberas a reventar de higos, los olivos y los almendros reci¨¦n vareados. All¨ª, en la cuneta, con la sardina y las papas y los olores y al solillo, y todo, m¨¢s cuatro ca?as, por tres euros, el para¨ªso, h¨¢bleme usted del problema de Irlanda, o del 11-S, o de la Vuelta, si vamos a eso. O de los ciclistas, que seguramente apreciar¨ªan poco las bondades tur¨ªstico-recreativas de las Alpujarras, y, m¨¢s bien, hablar¨ªan, como dir¨ªa Sevilla luego, de recorrido pestoso, con demasiadas subidas y bajadas. Con ojos de ciclista, lo de ayer fue un tormento. Y la etapa, un asunto extra?¨ªsimo.

La etapa fue una larga y veloz traves¨ªa de las Alpujarras, pelot¨®n enfilado al ritmo del Saeco de Simoni, sin tiempo para pensar en Y¨¦gen o en los laberintos de Brennan, y una desconcertante ascensi¨®n a Sierra Nevada, una carrera de juveniles, m¨¢s bien, que acab¨® con un ganador m¨¢s que sorprendente (el italiano Guido Trentin, un buen e inconstante ciclista), un l¨ªder inesperado (el veterano Mikel Zarrabeitia, que se lo merec¨ªa) y, la bomba, m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, un escalador, un favorito, que se va y al que nadie, en medio de la locura t¨¢ctica que fue aquello, pero nadie, ni Beloki, ni Igor, ni Heras, ni Casero, ni Mancebo, ni nadie, pudo seguir. Se fue Sevilla, ?scar, a falta de seis kil¨®metros, cuando la interminable ascensi¨®n a los 2.500 metros de Sierra Nevada se hace m¨¢s empinada, y lleg¨® a meta con casi un minuto de ventaja sobre todos sus rivales. ?Sorprendido? Un poco, pero no tanto. 'No he tenido tiempo de pensar en lo que he hecho para pensar en sorprenderme', dijo el escalador manchego, la cara de ni?o recobrada, la alegr¨ªa perdida en un Tour triste, el cuerpo ya deshinchado, bajado hasta 60 kilos, el peso de la agilidad, de la ligereza, olvidadas las veleidades de la fuerza, las pesas y el m¨²sculo.

Los directores, toreros, hablaron de miedo, de que fue llegar a los primeros repechos de Sierra Nevada y verse todos invadidos por el temor a lo desconocido. La primera monta?a, y tan pronto en la Vuelta, qu¨¦ pasar¨¢, qui¨¦n estar¨¢ mal, ?ser¨¢ el m¨ªo? Y aquello fue un festival de ataques. Desde el principio. Ciclistas salidos de todas las partes, de todos los equipos, de todos los niveles, todos se sintieron con derecho a expresarse, todos se expresaron. As¨ª que atacaba uno de un equipo peque?o y los de los equipos grandes, nada, a mandar a su perro a frenar, y tantos atacaron y tantos cancerberos salieron que, de repente, hab¨ªa m¨¢s gente por delante, frenando, defendiendo, que por detr¨¢s, en teor¨ªa atacando. El iBanesto.com ten¨ªa a dos por arriba, el ONCE-Eroski a tres, el US Postal, ninguno, que estaban flojos, el Kelme, dos, el Euskaltel otros dos y hasta el Coast, el del Casero que s¨®lo pide que su gente vaya a ritmo en la monta?a para no tener que sufrir subiendo, mand¨®, incre¨ªblemente, a Triqui Beltr¨¢n. Faltaban seis kil¨®metros y la pregunta era obligatoria: ?Qui¨¦n es el l¨ªder de cada equipo? ?Manda Zarrabeitia en el ONCE-Eroski, o Jacksche, o Azevedo o Beloki, que dec¨ªa que le dol¨ªa la rodilla por un golpe? ?Y es Lastras o Mancebo el l¨ªder del iBanesto.com? ?Manda Aitor Gonz¨¢lez en el Kelme?

Atac¨® Beltr¨¢n, a su rueda se fue Sevilla y cuando se quiso dar cuenta estaba solo. Por detr¨¢s, un grupo de l¨ªderes con los gregarios en el lugar equivocado. Nadie se organiz¨®. Subieron a tirones, lejos del regular Sevilla. Lejos de los otros sorprendentes y prometedores protagonistas del d¨ªa, como Haimar Zubeldia, por ejemplo, capaz de atacar en monta?a.