El fin de la democracia
Record¨¦ ayer en el programa La ventana, de Gemma Nierga, una frase de Franco y de todo el mundo azul -sus frases se multiplicaban por las de mil trabajadores de su dictadura- que dec¨ªa que 'Espa?a no est¨¢ preparada para la democracia'. Nada m¨¢s cierto: ¨¦l y sus sicarios -y sus vicarios- se encargaron de ello, y todav¨ªa salen de la tierra los cad¨¢veres de los que estaban preparados para la democracia. Sus sucesores, atados y bien atados, trataron de iniciar una; algunos recordar¨¢n los episodios de la 'transici¨®n' y, si los repasan bien, comprender¨¢n que contribuyeron a que la democracia naciera condenada. El que no lo recuerde, tiene a mano una Constituci¨®n que crea una libertad extraordinaria: para que el gobernante haga lo que quiera. Y lo hace. Nada que ver con la Constituci¨®n de 1931, ni siquiera con la de C¨¢diz. Nuestros gobernantes no est¨¢n preparados para la democracia.
Ni el mundo. Creo que el gran concepto de 1789 ha terminado en la pr¨¢ctica; por anuencia de los gobernados. Creen su gran argumento: no se puede aplicar la democracia a sus enemigos, ni la libertad a quienes son contrarios a ella, y es el argumento americano de estos momentos. Estados Unidos tuvo otros fascismos anteriores: el del senador McCarthy, por ejemplo. O el de algunos generales, el de algunos presidentes: un general dijo que 'nunca es un exceso lo que se haga en defensa de la libertad'. Por ejemplo, matar a Kennedy, un presidente que crey¨® en las maneras dulces de vivir. ?O ha sido siempre as¨ª? ?Y el exterminio de los pieles rojas, la guerra de M¨¦xico, la de Cuba?
En la ¨¦poca de la fundaci¨®n, eran defensas de la libertad. Hay un texto de Mark Twain, l¨¦ase, que apoy¨® la intervenci¨®n americana contra Espa?a en Filipinas y Cuba porque cre¨ªa que era una liberaci¨®n -como los que creen que las de Palestina y Afganist¨¢n son de liberaci¨®n contra sus islamistas feroces- y, cuando se desenga?¨®, hizo un alegato feroz contra su pa¨ªs. Estoy diciendo, o pensando a teclazos, que la democracia no ha existido nunca. Yo ya sab¨ªa lo de los griegos por el discurso de Pericles en que se fund¨® y estaba lleno de agujeros, y en esto de Am¨¦rica por la arenga de Abraham Lincoln que estos d¨ªas se recuerda.
Ahora est¨¢ m¨¢s anquilosada, m¨¢s oxidada, m¨¢s dura que nunca en nuestros pa¨ªses. Mi idea es que la mejor manera de restaurarla es crearla; recoger de la calle (?viva la calle!) la democracia viva y llevarla al poder. Si nuestros pol¨ªticos se formaron seguros de que ¨¦ste no es un pa¨ªs preparado, tendr¨¢n que hacerlo los que no son pol¨ªticos. (El 'fin de la historia' es el fin de la democracia).
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