Promover la prevenci¨®n
La siniestralidad laboral en Espa?a, sin restar un ¨¢pice a la gravedad de la situaci¨®n, ha evolucionado, en el ¨²ltimo decenio, positivamente. Se ha producido, pese al aumento de la tasa de siniestralidad, una ligera disminuci¨®n de los accidentes graves y mortales. Dentro de ¨¦stos, adem¨¢s, la primera causa de mortalidad deriva de patolog¨ªas no traum¨¢ticas (sobre todo cardiovasculares) y la segunda de accidentes de tr¨¢fico (ambas representan la mitad aproximadamente de los accidentes mortales). Por otra parte, aumentan los accidentes cuyo origen puede ser o no laboral y disminuyen aquellos que son inequ¨ªvocamente laborales (la causa de accidentes que m¨¢s ha aumentado es la de los sobreesfuerzos). Adem¨¢s, en algunas comunidades aut¨®nomas, la puesta en marcha de planes espec¨ªficos ha permitido una mejora significativa de la situaci¨®n.
Esta evoluci¨®n se ha visto confirmada por la mejora de la situaci¨®n comparativa de Espa?a en el ¨¢mbito europeo. Este mismo a?o, las estad¨ªsticas europeas situaban a nuestro pa¨ªs en el cuarto lugar en cuanto a incidencia de la siniestralidad laboral, por detr¨¢s de Dinamarca, Suecia y B¨¦lgica (EL PA?S, 28 de abril 2002).
Ha bastado, sin embargo, un repunte de los accidentes mortales en los ¨²ltimos meses para que vuelvan a encenderse las alarmas y a sembrarse las dudas. Tales accidentes han servido, desgraciadamente, para sacudir de nuevo las conciencias y para que la seguridad y la salud en el trabajo vuelva a ocupar un puesto central en las preocupaciones pol¨ªticas y sociales.
?Por qu¨¦ la alta siniestralidad que padecemos? No valen las respuestas conformistas (hay m¨¢s crecimiento econ¨®mico y, por tanto, m¨¢s accidentes) ni las simplistas (la contrataci¨®n temporal y la precariedad son la causa de los accidentes). En cuanto a lo primero, no existe ninguna evidencia emp¨ªrica que permita establecer una relaci¨®n directa entre crecimiento y siniestralidad. En cuanto a lo segundo, si bien existe una asociaci¨®n estad¨ªstica entre temporalidad y siniestralidad, se trata de una relaci¨®n compleja cuyo an¨¢lisis permite descartar que una reducci¨®n de la temporalidad sea capaz, por s¨ª sola, de reducir el riesgo de accidentes.
Las razones son m¨¢s complejas y tienen que ver con las caracter¨ªsticas de nuestro sistema productivo (la segmentaci¨®n del mercado de trabajo, la creciente descentralizaci¨®n de actividades y la consiguiente segmentaci¨®n del tejido empresarial), con unos planteamientos normativos centrados m¨¢s en la reparaci¨®n de las consecuencias del accidente que en la evitaci¨®n del mismo, con unos d¨¦ficit formativos y culturales importantes, y con una legislaci¨®n de prevenci¨®n compleja e indiferenciada. La complejidad induce al cumplimiento m¨¢s formal que sustancial de la misma y la indiferenciaci¨®n dificulta ese cumplimiento en las peque?as empresas.
Teniendo en cuenta estas razones, el informe que sobre este tema me encarg¨® el presidente del Gobierno y que elabor¨® un grupo de expertos bajo mi coordinaci¨®n (Informe Dur¨¢n), formula propuestas de distinto contenido y alcance. Propuestas hasta ahora debatidas en el Parlamento, por los agentes sociales y por los expertos, pero que no se han traducido en medidas concretas. De entre ellas, quiero destacar, aparte del reforzamiento y la especializaci¨®n de la inspecci¨®n, de la coordinaci¨®n de actuaciones con las comunidades aut¨®nomas y de la formulaci¨®n de planes espec¨ªficos que concentren esfuerzos en actividades y empresas con elevados ¨ªndices de siniestralidad (que han dado resultados muy positivos en varias comunidades aut¨®nomas), la importancia de la formaci¨®n y de la investigaci¨®n. Hay que conseguir que la cultura preventiva implique a toda la sociedad y que empresarios y trabajadores la asuman con naturalidad en el seno de la empresa. Y hay que primar las investigaciones que permitan mejorar la seguridad de los instrumentos de trabajo y de los sistemas productivos.
Hay tambi¨¦n que promover econ¨®micamente la prevenci¨®n, a trav¨¦s de medidas fiscales, administrativas y comerciales, y revisar la normativa reguladora de la actuaci¨®n de los distintos agentes que intervienen en la prevenci¨®n, para, por una parte, afrontar las consecuencias de la nueva estructura productiva (exigiendo mayor coordinaci¨®n empresarial y aclarando responsabilidades en caso de subcontrataci¨®n), y por otra evitar la tendencia al cumplimiento puramente formal de la normativa y facilitar la aplicaci¨®n de la misma en las peque?as empresas.
Algunas de estas medidas s¨®lo producir¨¢n efectos a medio plazo. Pero no por ello son menos urgentes. Recuerdo la an¨¦cdota del militar ingl¨¦s que, vuelto de la India, entreg¨® unas semillas a su jardinero. Cuando le pregunt¨® al cabo de los d¨ªas si las hab¨ªa sembrado, y el jardinero le contest¨® que no se preocupara, que se trataba de ¨¢rboles que tardaban cien a?os en crecer, le amonest¨®: entonces, si¨¦mbrelas esta misma tarde.
Federico Dur¨¢n L¨®pez es catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo y Seguridad Social.
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