Dos estrategias de EE UU para Oriente Pr¨®ximo
Somos muchos los que pensamos que los movimientos opuestos a la globalizaci¨®n est¨¢n motivados por angustias reales y que es algo que puede considerarse cierto, ya que hoy existe un an¨¢lisis al respecto. Sin embargo, este tipo de cr¨ªtica y de denuncia ya no parece ajustarse igual de bien a la situaci¨®n que vivimos, sobre todo tras el 11 de septiembre de 2001. Porque la amenaza m¨¢s pr¨®xima a nosotros, y que puede trastornar ma?ana mismo nuestras vidas, es de diferente naturaleza: los problemas pol¨ªticos y militares de Oriente Pr¨®ximo han pasado a tener prioridad sobre los problemas ecol¨®gicos y econ¨®micos del planeta. Las cr¨ªticas lanzadas contra las todopoderosas redes financieras y econ¨®micas no tienen ning¨²n motivo para apaciguarse, pero las informaciones que esperamos con la mayor ansiedad afectan a una parte del mundo m¨¢s que al conjunto del planeta: el mundo ¨¢rabe de Oriente Pr¨®ximo y las formas presentes y futuras de la intervenci¨®n estadounidense.
Porque el problema central ha pasado a ser la debilidad y posible ca¨ªda o las transformaciones imprevisibles de los Estados ¨¢rabes en esta regi¨®n. En casi todos los pa¨ªses, el Estado es d¨¦bil, no tiene legitimidad, a menudo tan s¨®lo se apoya en una minor¨ªa y esta debilidad del Estado es una realidad m¨¢s amenazadora que el islamismo pol¨ªtico que desde hace tiempo no logra nuevas victorias y, en muchos pa¨ªses, pierde terreno. Cuando reflexionamos o actuamos en funci¨®n de la demasiado c¨¦lebre globalizaci¨®n, no nos cuesta determinar lo que nos parece positivo y necesario. En la actualidad, lo que tememos ante todo son los efectos imprevisibles de una invasi¨®n estadounidense de Irak y estamos espantados por la ausencia de un proyecto para resolver el conflicto entre israel¨ªes y palestinos. Pero no sentimos ninguna simpat¨ªa por Siria o por Irak y no mucha m¨¢s por Arabia Saud¨ª, cuya imagen en la opini¨®n p¨²blica mundial es muy negativa. Ante el conflicto abierto por Estados Unidos y una parte del mundo ¨¢rabe, vemos peligros en todas partes y nos cuesta mucho conservar nuestras esperanzas y nuestras preferencias. De ah¨ª la sensaci¨®n de que estamos al margen de las decisiones y de que s¨®lo accedemos a las discusiones relativamente secundarias. Esta situaci¨®n es nueva y es dif¨ªcil de evaluar.
Dos interrogantes se plantean de forma prioritaria: el primero es saber si los estadounidenses creen poder eliminar a Sadam Husein sin provocar reacciones que desemboquen en un derrocamiento de la monarqu¨ªa saud¨ª y que, de este modo, dejen la v¨ªa libre a movimientos isl¨¢micos o a nacionalismos radicales. O si, por el contrario, pueden limitar el conflicto. El segundo interrogante prioritario concierne al problema palestino. Son muchos los que no est¨¢n convencidos de esta prioridad y conceden la misma importancia a la situaci¨®n de las diversas minor¨ªas kurdas o a la evoluci¨®n todav¨ªa incierta del r¨¦gimen de los mul¨¢s en Ir¨¢n. No obstante, en el mundo occidental esta prioridad ya no es rebatida. Y es el ¨²nico punto importante en el conflicto entre la Uni¨®n Europea y EE UU: los franceses, alemanes e ingleses apoyan a los palestinos y a Arafat, mientras que los estadounidenses siguen respaldando a Sharon. Todo esto puede conducir a una segunda estrategia muy diferente de la primera: estar¨ªa centrada en Israel y buscar¨ªa la inestabilidad general de la regi¨®n -excluyendo a Turqu¨ªa- para eliminar al mismo tiempo a la extrema derecha israel¨ª y a la extrema izquierda isl¨¢mica.
Lo que, a fin de cuentas, hace que la hip¨®tesis de una intervenci¨®n estadounidense sea m¨¢s probable, pese a su debilitamiento en las ¨²ltimas semanas, es que la no intervenci¨®n estar¨ªa motivada por el riesgo de estallido en el mundo ¨¢rabe, mientras que la intervenci¨®n deber¨ªa, seg¨²n sus partidarios, imponer una pax americana que permitiese desbloquear la situaci¨®n palestina y no conllevar¨ªa riesgos graves dada la debilidad de los reg¨ªmenes y la ausencia de un movimiento revolucionario poderoso. Al Qaeda, que tiene la capacidad de realizar operaciones importantes contra varios reg¨ªmenes y contra EE UU, no puede encabezar un nuevo islamismo pol¨ªtico. La estrategia estadounidense permite incluso considerar que Al Qaeda y el Gobierno estadounidense tienen intereses comunes: derrocar a los falsos Estados de la regi¨®n. Los estadounidenses que defienden esta visi¨®n creen que esta ca¨ªda no puede conducir a la victoria de los radicales todav¨ªa demasiado d¨¦biles y que, por tanto, les dejar¨ªa como amos de la regi¨®n. Es un razonamiento bastante acertado a condici¨®n de que el conflicto permanezca limitado al interior del Machrek ¨¢rabe y que se acelere la indispensable apertura de un Ir¨¢n exhausto, econ¨®mica y culturalmente, por el r¨¦gimen autoritario e impotente de los mul¨¢s.
Estados Unidos duda entre ambas estrategias y la oposici¨®n al proyecto de invasi¨®n de Irak aumenta, incluso dentro del Partido Republicano. Sin embargo, si el proyecto de invasi¨®n sigue contando con apoyos s¨®lidos, no es para librarse de Sadam Husein sino para imponer en la regi¨®n una soluci¨®n de conjunto que se adecue ante todo a los problemas israel¨ªes, al mismo tiempo que produzca la ca¨ªda de Irak y ejerza una fuerte presi¨®n sobre Ir¨¢n, lo que har¨ªa desaparecer el c¨¦lebre eje del mal. Aunque sea imposible, salvo para unos pocos privilegiados, evaluar realmente las posibilidades de estas dos estrategias, tienen un importante punto en com¨²n: reconocen que el problema central procede de la debilidad de los Estados de la regi¨®n, mucho m¨¢s que de la violencia de una cruzada pol¨ªtico-religiosa. Y, de todas formas, no puede existir un arreglo para un problema explosivo sin que se propongan soluciones regionales a una situaci¨®n que, librada a su suerte, s¨®lo puede deteriorarse y engendrar violencia.
Alain Touraine es soci¨®logo y director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs.
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