Sevilla no se deja atrapar por Aitor
El jefe de filas del Kelme mantiene el liderato por un segundo en la contrarreloj de C¨®rdoba
Lleg¨® el temporal. Chubascos dispersos. Chaparrones. Bodones en las carreteras. Curvas peligrosas. Descensos con gravilla. Pinchazos. Riesgo. Contrarreloj. Ruedas flotando. Ciclistas ciegos. Mancebo en Navaluenga con Luisa. Freire en Torrelavega. Pas¨® de todo alrededor de C¨®rdoba, junto a la c¨¢rcel de Alcolea, pas¨® de todo en la Vuelta, el d¨ªa se hizo noche, se acab¨® Andaluc¨ªa. Se desga?itan Beloki, Mayo y Heras, que hacen la contrarreloj de su vida. Se hunden Zubeldia y Simoni; naufraga en los charcos, se pierde, Casero, el ganador de 2001, el que ped¨ªa m¨¢s etapas contrarreloj, 'pero en autov¨ªa', aclar¨®. 'No en carreteras estrechas y con tanto repecho'. Y nada m¨¢s. Por lo dem¨¢s, como si fuera lunes, que lo fue. El Kelme arrasa. Aitor Gonz¨¢lez se sale. Y Sevilla sigue l¨ªder. Cunde la desaz¨®n.
Vuelta 2002| 10
C¨®rdoba-C¨®rdoba (C.R.I.), 36,5 kms. ETAPA 1. Aitor Gonz¨¢lez (Kelme) 45m 32s. 2. ?scar Sevilla (Kelme) a 40s. 3. David Millar (Cofidis) a 1m. 4. Joseba Beloki (ONCE) a 1m 1s. GENERAL 1. ?scar Sevilla (Kelme) 33h 16m 55s. 2. Aitor Gonz¨¢lez (Kelme) a 1s. 3. Roberto Heras (US Postal) a 1m 42s. 4. Iban Mayo (Euskaltel) a 2m 4s. ETAPA DE HOY Jornada de descanso ETAPA DE MA?ANA Alcobendas-Collado Villalba, 166,1 kms.
'Los ¨²ltimos 3 km. los hice a ciegas. Se estrope¨® la emisora y no me enter¨¦ de nada', dice el l¨ªder
Dijo Beloki (a¨²n no hab¨ªa llegado el din¨¢mico d¨²o del Kelme): 'Vuelvo a meter la cabeza en la Vuelta'. Ser¨ªa para desmentir a su jefe, a Manolo Saiz, que dec¨ªa antes: 'Y lo peor est¨¢ por llegar. La Vuelta del norte. Si ahora nos sacan dos, tras el Angliru nos sacar¨¢n cuatro y tras La Covatilla ocho'. David Millar aguant¨® un rato en un furg¨®n. Lo hizo por obligaci¨®n. Cuando el brit¨¢nico nacido en Hong Kong y vecino de Biarritz cruz¨®, a las 16.41, la meta era el mejor, como se esperaba, que para eso Millar ha ganado contrarrelojes en la Vuelta y el Tour. Esper¨® por si acaso, por si ganaba y ten¨ªa que subir al podio, pero a las 17.05 decidi¨® que era absurdo esperar m¨¢s, que ya le tocar¨ªa el ramo otro d¨ªa. '?A qu¨¦ voy a esperar? ?A que se caiga Aitor? Adem¨¢s, tambi¨¦n me gana Sevilla'.
Se acercaban, y no despacio, dos misiles. Uno era compacto, pura m¨¢quina, potencia, m¨²sculos cortos, explosivos pero resistentes, tipo Boardman o Fignon, capaces de aguantar la subida del l¨¢ctico y de estarse 45 minutos a pleno rendimiento. M¨¢s sorprendente a¨²n: capaz de expresarse por igual, o casi, en todos los terrenos, en el 16% de La Pandera, donde dej¨® con la boca abierta a todos los que iban en su grupo, escaladores sobre todo, cuando los dej¨® a falta de cuatro kil¨®metros. Era Aitor Gonz¨¢lez. Jugaba una partida vital contra el destino y su compa?ero de equipo Sevilla, una partida por un maillot amarillo que aclarar¨ªa muchas ambig¨¹edades. El gran duelo de lo que va de Vuelta y de lo que nos queda. Reducci¨®n al m¨ªnimo: Aitor, el contrarrelojista que escala como nadie, contra Sevilla, el escalador que contrarrelojea como ninguno. Y los dos de verde y blanco, y tambi¨¦n azul.
Aitor Gonz¨¢lez iba ciego. Es met¨¢fora. Ansia. Codicia. Impaciencia. No es met¨¢fora. Iba cegado por el agua que escup¨ªan las ruedas. Jugaba un poker ciego porque no ve¨ªa las cartas de su compa?ero. 'Labarta, el director que me segu¨ªa con el coche, nunca me dio referencias de Sevilla', dijo, sin acritud aparente, el guipuzcoano-alicantino; 'sab¨ªa muy bien c¨®mo iba Beloki, c¨®mo, poco a poco, iba apagando su resistencia, pero no sab¨ªa nada de Sevilla'.
No sab¨ªa que Sevilla, el l¨ªder, iba como iba, tremendo. M¨¢s alargado sobre la bicicleta, menos estiloso, pero igual de sorprendente. Incre¨ªble. Mientras los escaladores ligeros de equipaje, los magros de cuerpo, Heras y Beloki, hicieron acopio de segundos en los primeros kil¨®metros, en los empinados, en su terreno, y all¨ª se emocionaron, y all¨ª creyeron que era su d¨ªa. Sevilla fue fuerte all¨ª y fue fort¨ªsimo all¨¢, al final, cuando la autov¨ªa que ped¨ªa Casero, cuando se diluyeron los escaladores. Perdi¨® menos tiempo al final que al principio. Dicen que jugaba con las cartas marcadas, que siempre supo c¨®mo iba Aitor, que ten¨ªa sus referencias, y las de Beloki y Heras, y las de Vinok¨²rov, para qu¨¦, si acab¨® dobl¨¢ndolo.
'Pero los ¨²ltimos tres kil¨®metros los hice a ciegas', explic¨® Sevilla, que se esperaba y no se esperaba resistir; 'se estrope¨® la emisora y no me enter¨¦ de nada'. Traz¨® con cuidado las ¨²ltimas curvas, pero en la ¨²ltima recta no hubo freno. Tampoco era necesaria la emisora. A su derecha, amarillo brillante, arriba, en la pancarta final, el tiempo de Aitor, 45m y 32s para los 36,5 kil¨®metros, 48 por hora, magn¨ªfico; a su izquierda, parpadeante, su tiempo, acelerado, imparable. Lo ve¨ªa y no lo entend¨ªa. No est¨¢ la mente en esos momentos para sumar. Si Aitor ha tardado 45.32 y yo le saco 41s en la general, cu¨¢nto tengo que hacer para seguir l¨ªder. Uy qu¨¦ l¨ªo (soluci¨®n: menos de 46.13m). Tampoco, porque entr¨® como una exhalaci¨®n, tuvo tiempo de ver que el cron¨®metro de su izquierda se paraba justo en 46.12, que le hab¨ªa sobrado 1s, que segu¨ªa de l¨ªder. S¨®lo lo supo cuando, pasada la meta, cruz¨® la mirada con su fiel Bernardo, su masajista. Le vio y se pellizc¨®, interrogativo, el maillot dorado; sonri¨® cuando Bernardo le respondi¨® levantando el pulgar. Y luego dijo: 'Y ahora, que gane el m¨¢s fuerte, o el que tenga m¨¢s suerte, Aitor o yo'.
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