La enigm¨¢tica secuencia entre los decimales de Pi
'LA UNA MENOS CUARTO. Reitero mis sospechas: 1) Las matem¨¢ticas son el lenguaje de la naturaleza. 2) Todo lo que nos rodea se puede representar y entender mediante n¨²meros. 3) Si se hace un gr¨¢fico con los n¨²meros de un sistema se forman modelos. Estos modelos est¨¢n por todas partes en la naturaleza. Pruebas: el ciclo de las epidemias, el aumento y disminuci¨®n del n¨²mero de carib¨²s, el ciclo de las manchas solares, las crecidas del Nilo. ?Y la Bolsa? Una sucesi¨®n infinita de n¨²meros que representan la econom¨ªa global. Millones de manos trabajando. Millones de mentes. Una red inmensa llena de vida. Un organismo. Un organismo natural. Mi hip¨®tesis: La Bolsa tambi¨¦n forma un modelo. Lo tengo delante escondido entre los n¨²meros. Siempre lo ha estado'.
Es la voz en off del matem¨¢tico, experto en teor¨ªa de n¨²meros, Max Cohen (Sean Gullette) protagonista del filme de culto Pi (1998), de Darren Aronofsky. Una de las contadas pel¨ªculas en las que las matem¨¢ticas constituyen el eje central del argumento. Narra la obsesi¨®n esquizofr¨¦nica del protagonista por elaborar un modelo capaz de predecir un sistema extraordinariamente complejo: las operaciones financieras en Bolsa.
En ¨²ltima instancia, est¨¢ su deseo de comprender el universo, equiparado con ese elegante juego de estrategia oriental ('m¨¢s antiguo que la m¨¢s antigua escritura', seg¨²n Borges) que es el go, consistente en colocar fichas en un tablero formando territorios lo m¨¢s extensos posible ('sus variaciones negras y blancas agotar¨¢n el tiempo').
La clave parece estar en una enigm¨¢tica secuencia de 216 d¨ªgitos, presente en la C¨¢bala (el nombre de Dios) y que subyace tambi¨¦n, oculta, entre los decimales de pi. Fan¨¢ticos religiosos jud¨ªos y tiburones conspiradores de Wall Street correr¨¢n tras su descubridor. En blanco y negro, este filme est¨¢ lleno de met¨¢foras y de simbolismos.
Un filme denso, apoyado en una banda sonora de machacona y subyugante m¨²sica electr¨®nica, cercano a la est¨¦tica del videoclip. Cautivador, en cualquier caso. Una muestra de c¨®mo la frialdad de las matem¨¢ticas puede convertirse, con sus concesiones al medio, en un inteligente argumento de ficci¨®n a la par que en materia para reflexionar acerca de los patrones y pautas que la ciencia busca en la naturaleza.
En el filme se dan pretenciosas coincidencias num¨¦ricas, intencionadas o no. El n¨²mero buscado por Max tiene 216 d¨ªgitos. ?Horror! 216 es igual a 6x6x6. Y 666, ?recuerdan? el n¨²mero de la Bestia (Ciberp@¨ªs, 27-1-2000). Pero hay errores imperdonables.
La cadena de n¨²meros que representan las primeras cifras decimales de pi mostrada en el impactante inicio del filme resulta incorrecta a partir del noveno decimal (9 es 6 al rev¨¦s, ?de nuevo la mano del Maligno haciendo de las suyas?). Adem¨¢s, el m¨¦todo numerol¨®gico hebreo empleado por el cabalista jud¨ªo para obtener sorprendentes coincidencias es defectuoso: el 0 no existe en ese sistema de numeraci¨®n. Otra cosa es que, como buen numer¨®logo, uno se monte su propio c¨®digo para obtener la cifra deseada.
Como bien le recuerda a Max su mentor, el profesor Robeson: 'En el momento en que descartas el rigor cient¨ªfico, dejas de ser un matem¨¢tico para convertirte en un numer¨®logo' (o vulgar manipulador de n¨²meros con fines esot¨¦ricos). Por ¨²ltimo, cuando Robeson recuerda ante su pupilo la legendaria an¨¦cdota que permiti¨® a Arqu¨ªmedes descubrir el principio f¨ªsico que lleva su nombre, resolver el problema del contenido en oro de la corona real y proferir su ?Eureka!, define la densidad de un cuerpo como el peso dividido entre el volumen. Si as¨ª fuese, la densidad ser¨ªa una magnitud variable puesto que el peso depende de la gravedad: en la Luna, nuestro cuerpo ser¨ªa unas seis veces menos 'denso' que en la Tierra.
En realidad, lo que Robeson define es el denominado peso espec¨ªfico. La magnitud densidad es un atributo de cada sustancia y se determina por el cociente entre la masa y el volumen. Ideas parecidas a las del filme se encuentran en los relatos: La escritura del Dios, de Borges y Los nueve billones de nombres de Dios, de A. C. Clarke. En el primero, un sacerdote maya descifra un mensaje divino, de 14 palabras, oculto en la piel del jaguar. En el segundo, son los lamas tibetanos los que escribir¨¢n, con un ordenador, todos los nombres de Dios.
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