El poeta traductor
A lo largo del siglo XX fue haci¨¦ndose habitual, en la tradici¨®n hisp¨¢nica, la figura del poeta-traductor; esta condici¨®n de doble transmisor de pautas est¨¦ticas no comenz¨® a ser frecuente, no obstante, con la generaci¨®n del 27, sino m¨¢s bien, y en todos los sentidos, con las generaciones inmediatamente anteriores, modernistas y posmodernistas, y a trav¨¦s de la publicaci¨®n de antolog¨ªas de poes¨ªa extranjera y de la atenci¨®n que sus publicaciones peri¨®dicas dedicaron a otras literaturas. As¨ª pues, deben tenerse muy en cuenta -para explicarnos los nuevos cauces de la poes¨ªa espa?ola del siglo pasado- labores como la de Enrique D¨ªez-Canedo (sobre todo, su antolog¨ªa La poes¨ªa francesa moderna, de 1913) o de Fernando Maristany, quien entre 1917 y 1922 encaden¨® la publicaci¨®n de selecciones de poes¨ªa francesa, inglesa, portuguesa, alemana e italiana, entre otras. Digo que deber¨¢n tenerse en cuenta dichos trabajos (as¨ª como los poemas traducidos en revistas vanguardistas de los a?os veinte) porque, en primer lugar, los miembros mayores de la generaci¨®n del 27 (sobre todo, Pedro Salinas y Gerardo Diego) participaron en tales proyectos; en segundo, porque autores como los que luego ser¨ªan los poetas de la generaci¨®n eran, por aquel tiempo, lectores y j¨®venes in¨¦ditos.
En cierta medida y por voluntad propia, Cernuda fue extraterritorial de los c¨¢nones de su grupo
Los poetas del 27, demostrado
est¨¢, fueron ante todo en sus comienzos -y como lo hab¨ªan sido los de generaciones anteriores-, por educaci¨®n e intereses, lectores de la poes¨ªa francesa simbolista primero y surrealista despu¨¦s. Dichos intereses, por la lengua y por la literatura francesas, pueden verse en algunas de las traducciones realizadas: Proust (Salinas), Aragon (Alberti), Larrea y Claudel (Diego), Cocteau (Prados), Mallarm¨¦ (Reyes), Val¨¦ry (Guill¨¦n) o Eluard y Nerval (Cernuda). Tambi¨¦n los del 27 mostraron su inter¨¦s por la literatura inglesa, y ejemplos de ello los hallamos en las traducciones de Joyce (D¨¢maso Alonso), Keats (Diego), Shelley (Altolaguirre), Blake (Neruda), etc¨¦tera, y, por ¨²ltimo, en menor medida, por otras literaturas como la alemana o la italiana. En el fondo ¨²ltimo de tales trabajos pueden pulsarse -aunque no siempre- los intereses est¨¦ticos de los traductores, un fidedigno ¨ªndice de sus lecturas (y a veces de sus bibliotecas) o la necesidad de renovaci¨®n de los patrones literarios, no tanto por la difusi¨®n que en s¨ª entra?a el acto de traducir como por el proceso propio de adquisici¨®n de un modelo de lengua literaria que procede del autor traducido.
Cernuda tradujo algunos poemas de H?lderlin en 1935, asistido por el poeta alem¨¢n Hans Gebser; otros de Wordsworth, con la colaboraci¨®n de su amigo Stanley Richardson, y, tras su exilio, algunos poemas de Blake, Keats, Yeats, Marvell, Browning, etc¨¦tera, que guardan relaci¨®n con sus ensayos literarios. El poeta sevillano fue, en cierta medida y tambi¨¦n por voluntad propia, extraterritorial de los c¨¢nones de su grupo: basta leer, en este sentido, algunas de las cosas que acerca de su est¨¦tica y de su poes¨ªa dir¨ªa en ese precioso documento autobiogr¨¢fico que es Historial de un libro (1958): 'Cansado de la estrechez en preferencias po¨¦ticas de los superrealistas franceses', dir¨¢ sobre su situaci¨®n en el a?o 1934 , 'mi inter¨¦s lector comenz¨® a orientarse hacia otros poetas de lengua alemana e inglesa y, para leerlos, trataba de estudiar sus lenguas respectivas'. Y es que Cernuda buscaba en la tradici¨®n un padre est¨¦tico que, por unos u otros motivos, le neg¨® la realidad, tal y como ocurrir¨ªa primero con Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y, luego, con T. S. Eliot.
Cuando Cernuda, sobre los a?os
treinta, decide virar est¨¦ticamente y buscar nuevas fuentes (frecuentadas ya la poes¨ªa cl¨¢sica espa?ola, la de B¨¦cquer y los poetas franceses), comienza por el romanticismo ingl¨¦s para, establecido ya en Gran Breta?a, llegar al origen de la lengua literaria moderna, es decir, a Shakespeare, conocido en Espa?a por entonces sobre todo gracias a las traducciones de Astrana Mar¨ªn. En Historial de un libro dir¨¢: 'Shakespeare me apareci¨® entonces, y as¨ª me aparecer¨ªa siempre, como poeta que no tiene igual en otra literatura moderna'. Tras semejante declaraci¨®n, pudiera pensarse que Cernuda estuvo interesado en los sonetos del ingl¨¦s y su traducci¨®n, pero no fue as¨ª: Cernuda encontr¨® en Shakespeare parte de ese correlato objetivo al que se refer¨ªa Eliot en sus ensayos (y que por entonces ley¨® el autor de Ocnos, como dice) o 'equivalente objetivo', expresado con sus propias palabras. Ayudado y aconsejado por Edward M. Wilson tradujo la tragedia Troilo y Cr¨¦sida y prob¨® fortuna con Romeo y Julieta, trabajo este ¨²ltimo que abandon¨®. Seg¨²n Cernuda, lo que m¨¢s le interesaba de Shakespeare era el 'ritmo de la frase y el del lenguaje hablado', y no hay que buscar demasiado en la poes¨ªa del sevillano, sobre todo de Como quien espera el alba en adelante, para registrar en su voz las nuevas tradiciones aprendidas, halladas y reivindicadas.
Curioso, pues, que, m¨¢s tarde, algunos autoproclamados herederos est¨¦ticos de Cernuda hayan incidido tanto en el 'coloquialismo' sin hacer menci¨®n alguna de las traducciones del sevillano, sus intereses est¨¦ticos o, en concreto, su inter¨¦s tard¨ªo por Shakespeare. Quiz¨¢, qui¨¦n sabe, cuando se trata de la Modernidad, mirar m¨¢s atr¨¢s del Romanticismo resulta, para muchos, impensable, lejano o -lo que es peor- terreno ignoto.
Jos¨¦ Francisco Ruiz Casanova es autor de Aproximaci¨®n a una historia de la traducci¨®n en Espa?a (C¨¢tedra, 2000).
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