Entre la raz¨®n y la sinraz¨®n
Septiembre se est¨¢ convirtiendo en el mes de la cita anual con Cormac McCarthy por decisi¨®n de la editorial Debate, que parece animada a publicar el conjunto de su obra narrativa. En este a?o de 2002 le toca turno a La oscuridad exterior, una novela publicada inicialmente en 1968. Todo autor que posee un mundo propio con la intensidad del de McCarthy comienza a fijarla desde su primera obra; as¨ª suced¨ªa con El guardi¨¢n del vergel (1965). La siguiente -esta Oscuridad exterior- tiene algo que la distingue de la anterior y de las que anteceden a esa obra portentosa titulada Meridiano de sangre: la presencia de lo apocal¨ªptico. Estamos en los mismos fieros y duros territorios de frontera cuya inscripci¨®n natural m¨¢s parece el resultado de la ira de Dios que de un accidente geogr¨¢fico. Pero en este libro, McCarthy se?ala de modo contundente las l¨ªneas de vida de sus personajes. De una parte, Culla Holme, cuyo destino es la errancia sin fin; luego, su hermana Rithney Holme, que, por el contrario, camina con una determinaci¨®n y un fin; en tercer lugar, los tres jinetes del mal que aparecen en lo alto de una loma 'con las cabezas iluminadas por un halo de espuria santidad' y que van dejando colgados de los ¨¢rboles a sus v¨ªctimas, y, por ¨²ltimo, la gente del mundo quieto, los que est¨¢n anclados en la tierra, que representan la corriente de la vida com¨²n; adem¨¢s, hay un hojalatero ambulante que s¨®lo vive para el rencor.
LA OSCURIDAD EXTERIOR
Cormac McCarthy Traducci¨®n de Luis Murillo Fort Debate. Madrid, 2002 224 p¨¢ginas. 16,90 euros
Dos mundos, pues: el esta-
blecido y el ambulante. La novela se mueve en torno a los ambulantes y est¨¢ concebida como un continuo camino en el que ¨¦stos van encontrando a los seres asentados que los atienden, los desprecian o los persiguen. A Culla Holme suelen tomarlo como ese extra?o a quien convertir en chivo expiatorio de toda alteraci¨®n de la normalidad mientras que su hermana Rithney suele ser acogida con el misterioso respeto con que se acoge a los seres inocentes; por eso Culla siempre est¨¢ huyendo sin saber tampoco a d¨®nde dirigir sus pasos mientras que Rithney busca; no huye, busca. Cada hermano va por su lado despu¨¦s de su separaci¨®n y s¨®lo en tres ocasiones sabremos que han estado cerca: cuando cada uno ve a los dos colgados, cuando ella se cruza con el caballo desbocado que procede del transbordador a la deriva en el que iba su hermano y cuando, uno primero y la otra despu¨¦s, llegan al calvero donde cuelga el hojalatero y donde termina la b¨²squeda y la vida de Rithney ante unos huesos calcinados.
?sta es la historia de un incesto en la que el hermano abandona al hijo reci¨¦n nacido en el bosque para que muera; la hermana, Rithney, averigua que el ni?o no ha muerto, sino que fue recogido por un hojalatero, y emprende la b¨²squeda. A partir de aqu¨ª, hay una atm¨®sfera de maldici¨®n sobre los dos hermanos que parecen no haber nacido de nadie de puro solos que est¨¢n en el mundo; la suciedad y la miseria son toda su compa?¨ªa. La sombra del pecado infame parece seguirlos, pero si ella al menos alcanza el destino fijado ante los restos de su b¨²squeda, el castigo al hermano infanticida es m¨¢s terrible: vagar sin rumbo hasta dar con un final de camino que lo obliga a retroceder para comenzar a vagar de nuevo como un alma en pena. Poco antes, el encuentro final entre los tres jinetes, el miserable hojalatero, el ni?o y Holme es lo que culmina ese tono que desembocar¨¢ en el retrato del Mal, de lo inevitable y del reino de lo apocal¨ªptico que es Meridiano de sangre. Esto hace de La oscuridad exterior una pieza singular y quiz¨¢ la mejor de su primera etapa.
Los elementos del relato y el
lenguaje desnudo, preciso e irradiante con que va creando las im¨¢genes que acompa?an a los acontecimientos es ya maduro. Desde la atenci¨®n al detalle como manera de llenar de vida el espacio narrativo ('el viejo empez¨® a columpiarse con energ¨ªa en la mecedora, una de cuyas patas entraba y sal¨ªa floja de su agujero con un sonido sordo de bombeo') hasta la presencia ineluctable de lo maligno en la seca, ¨¢spera y convencional melod¨ªa de la vida cotidiana (en muchas cosas y en el escenario de un siglo despu¨¦s, con eso coincide David Lynch en Terciopelo azul), el libro construye una visi¨®n catastrofista de la existencia como frontera entre la raz¨®n y la sinraz¨®n.
Hay peros, sin duda -por ejemplo, un sonoro vac¨ªo en el trayecto del ni?o desde el abandono al terrible momento final, y algo semejante, aunque en menor medida, sucede con el hojalatero, un solitario que tambi¨¦n tiene una hermana solitaria, tan faltos de afecto ambos como los hermanos Holme, por cierto, pues el peso de ambos es superior a la presencia que les concede-; sin embargo, con todos ellos, McCarthy alcanza una convicci¨®n m¨ªtica en su texto que lo convierte en una narraci¨®n soberbia, depurada, un preludio espl¨¦ndido de su mejor logro.
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