Huesos
Mientras unos se esfuerzan por variar el futuro desde la ingenier¨ªa gen¨¦tica, otros se afanan en cambiar el pasado removiendo costillas, esc¨¢pulas y sacros en el estercolero de la Historia. Ya que sus posiblidades de variar el presente son cada vez menores, los cient¨ªficos rascan el pasado y auscultan el futuro con voluntad de ar¨²spices; viven fuera del tiempo, en algo parecido a esos par¨¦ntesis fenomenol¨®gicos de los que hablaba Husserl, dentro de una epoj¨¦ ministerial tutelada por Pilar del Castillo o en las redes de Eduardo Punset, lo mismo que pescados invisibles.
Ahora andan empe?ados en mondar la osamenta del hermano de Crist¨®bal Col¨®n. Esta misma semana un grupo de investigadores sevillanos ha exhumado el cad¨¢ver de don Diego Col¨®n. Su intenci¨®n es comparar su ADN con los restos atribuidos a su ilustre y misterioso hermano. Restos que reposaban hasta el d¨ªa de hoy, seg¨²n unos, bajo una losa de la catedral de Sevilla, y seg¨²n otros, en la Rep¨²blica Dominicana. Pronto descubriremos qui¨¦n de los dos cad¨¢veres descubri¨® el Nuevo Mundo y qu¨¦ piltrafas fueron propiedad temporal de Crist¨®bal Col¨®n.
Tambi¨¦n sabemos hoy, gracias a un grupo de investigadores suizos, c¨®mo muri¨® realmente el hombre de los hielos, conocido con el nombre de Oetzi. Los cient¨ªficos suizos han hurgado en su est¨®mago hasta la saciedad: han podido saber de esa manera lo que comi¨® el difunto (carne de cabra, hierbas y semillas) antes de ser asesinado por alg¨²n cazador rival una ma?ana (o quiz¨¢s una tarde) de hace unos 5.300 a?os en el incomparable marco de los Alpes italianos. Los cient¨ªficos suizos nos han dicho que a Oetzi lo mataron por la espalda, con premeditaci¨®n y alevos¨ªa, en el mejor estilo de la especie. Seguir los pasos del hombre de los hielos mientras se dirig¨ªa hacia la muerte resulta impresionante, pero muy poco o nada sorprendente. Desde el hacha de s¨ªlex al tomahawk de Bush, pasando por las bombas etarroides, el homo erectus no ha cambiado tanto: ha variado sus h¨¢bitos de vida, pero no ha conseguido erradicar sus h¨¢bitos de muerte.
La de andar revolviendo en los osarios es, en todo caso, una vieja afici¨®n. En este pa¨ªs nuestro, tan amante de mixtificaciones, genealog¨ªas fules y tronos albaneses, lo de los investigadores sevillanos que andan tras los talones de Col¨®n (y lo de los cient¨ªficos italianos que le han hecho un lavado de est¨®mago al hombre de los hielos) resulta una futesa. En nuestro hamletiano pa¨ªs no hacen falta equipos de investigadores de bata blanca y carbono 14 para andar removiendo osamentas. Una corporaci¨®n municipal es m¨¢s que suficiente para zarandear el esqueleto regio de don Sancho III el Mayor, rey de Navarra all¨¢ por los albores del a?o 1000 y, seg¨²n los mun¨ªcipes de Hondarrribia, 'primer soberano de todos los euskaldunes y rey del Estado vasco'. Deber¨ªan tentarse la ropa antes de remover los huesos de los reyes, que los carga el diablo: Navarra terminar¨¢ exigiendo la anexi¨®n del Pa¨ªs Vasco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.