Alemania encara el cambio pendiente
El vencedor de los comicios habr¨¢ de afrontar reformas a fondo en el pa¨ªs m¨¢s poderoso de la UE
'Las decisiones que afectan a cuestiones existenciales de Alemania se toman en Berl¨ªn. En ning¨²n otro lugar. Quiero que quede muy claro. Y a todo el mundo'. Gerhard Schr?der, canciller federal alem¨¢n, en el cierre de la campa?a electoral. Dortmund, 20 de septiembre del a?o 2002.
El socialdem¨®crata Gerhard Schr?der concluye su campa?a electoral, en el papel del 'patriota', ese t¨¦rmino tanto tiempo condenado al ostracismo por el vocabulario pol¨ªtico alem¨¢n. Una decisi¨®n, existencial o no, que se tomar¨¢ en toda Alemania este domingo y que puede tener inmensas consecuencias para el futuro del propio pa¨ªs, de la Uni¨®n Europea, de la Alianza Atl¨¢ntica y de la seguridad internacional, se conocer¨¢ en Berl¨ªn en alg¨²n momento de esta tarde o noche cuando se concluya el recuento de votos de las elecciones federales.
Todos aceptan la necesidad de reformas, pero siempre que no afecten a sus intereses
?Seguir¨¢n gobernando Schr?der y su ministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, con su coalici¨®n entre el SPD y los Verdes y marcar¨¢n as¨ª la apertura de una ¨¦poca de cambios? ?Ganar¨¢ el conservador b¨¢varo Edmund Stoiber en alianza de su partido CDU-CSU con los liberales del FDP y degradar¨¢ as¨ª la pasada legislatura rojiverde a mero episodio? ?Cambiar¨¢n los liberales de trinchera tras los resultados para unir fuerzas con Schr?der? ?U obligar¨¢ la artitm¨¦tica a los dos partidos mayoritarios, el SPD y la CDU-CSU, a crear una gran coalici¨®n? ?No lograr¨¢ finalmente ingresar en el Bundestag el partido ex comunista oriental del PDS y erigirse en juez del reparto de poder con apenas el 5% de los votos?
Son muchas las preguntas que hoy se plantean todos los alemanes ante las elecciones m¨¢s re?idas de su historia. Pero son las preguntas inmediatas con soluci¨®n a plazo fijo. Esta noche se sabr¨¢ qui¨¦n ha perdido y despu¨¦s comenzar¨¢ la negociaci¨®n para la creaci¨®n de un Gobierno viable. Pero las grandes inc¨®gnitas que atenazan a Alemania desde hace muchos meses de campa?a electoral tienen sus or¨ªgenes en la evoluci¨®n pol¨ªtica, social y econ¨®mica de la ¨²ltima d¨¦cada y las respuestas ser¨¢n m¨¢s lentas y sobre todo mucho m¨¢s trascendentes que los porcentajes que hoy alcancen las diversas alternativas. ?Qui¨¦n tendr¨¢ el coraje de romper de una vez por todas la resistencia numantina a todas las reformas laborales y econ¨®micas que ejercen sindicatos, corporaciones profesionales, empresarios y Estados federados de signo opuesto al Gobierno federal? ?Qui¨¦n ser¨¢ capaz de romper la madeja de hiperregulaciones, burocracia e intereses particulares bunquerizados que atenazan a la econom¨ªa y a la propia sociedad? ?Qui¨¦n va a atreverse a imponer una liberalizaci¨®n que rompa toda la inmensa alianza sagrada del inmovilismo sin temer ser castigado en las urnas despu¨¦s, en las municipales o en las de alg¨²n Estado federado, que se suceden a?o tras a?o? ?Qui¨¦n va a lograr que un Parlamento repleto de funcionarios emprenda la lucha contra el sabotaje de los empleados p¨²blicos a cualquier reforma, en un pa¨ªs donde hay cinco millones de funcionarios y por tanto de electores?
Casi todos prometen hacerlo, desde Schr?der y Stoiber al liberal Guido Westerwelle y tambi¨¦n los Verdes de Fischer por lo visto y o¨ªdo en esta larga y tempestuosa campa?a electoral. Tan s¨®lo los ex comunistas del PDS siguen en la militante defensa de un Estado que cada vez acumula m¨¢s deudas, logra menos ingresos y se ve sistem¨¢ticamente orde?ado por grupos de presi¨®n como la industria farmac¨¦utica debido a la falta de reforma del sistema de salud o por ese lastre reaccionario e inmovilista de los maestros en el sistema educativo que han convertido a la otrora admirada escuela y universidad alemanas en pozos de fracaso escolar, falta de adaptaci¨®n a la vida profesional cuando no analfabetismo funcional. Todos dicen ver los problemas, incluso aceptar la necesidad de las reformas. Hasta su urgencia. Pero siempre que los cambios no afecten al grupo de inter¨¦s que ellos representan. Los intereses adquiridos se cruzan y entrecruzan hasta crear una malla impenetrable, una muralla que ha estancado los problemas que se acumulan sin cesar, anegan y corroen las estructuras propias de un Estado que en su d¨ªa fue moderno.
Con la muralla se ha topado Schr?der. No es que no se hayan logrado conquistas considerables en los ¨²ltimos cuatro a?os de Gobierno rojiverde. La reforma de las pensiones es un paso adelante. Lo es tambi¨¦n la reforma fiscal, aunque haya sido suspendida un a?o para hacer frente a los gastos generados por las devastadoras inundaciones de agosto pasado. En materia de inmigraci¨®n, se ha logrado adaptar en gran medida a la realidad las leyes y se ha acabado con el absurdo del derecho ciudadano de sangre que daba la ciudadan¨ªa a un ruso con un bisabuelo alem¨¢n, pero se la negaba a un turco nacido en Alemania en tercera generaci¨®n.
Dice el alem¨¢n y hoy lord brit¨¢nico Ralf Dahrendorf que 'hay que liberar a Gulliver' de sus ataduras y que para ello hace falta un Gobierno que no tenga obsesi¨®n por el consenso, porque querer contentar a todos equivale finalmente a reducir los cambios a la nada. Pero eso es precisamente lo que los dos candidatos a la canciller¨ªa han vuelto a hacer durante esta campa?a. Y lo que Schr?der ha hecho al menos en los dos ¨²ltimos a?os de una legislatura que comenz¨® con mejores prop¨®sitos y que fue dando paso a un oportunismo y un populismo que han devorado algunas de sus mejores conquistas.
Impotencia a la hora de hacer reformas, datos econ¨®micos obstinadamente negativos, p¨¦rdida de credibilidad y una campa?a electoral re?ida son cuatro ingredientes que juntos desembocan en un resultado casi inexorable de demagogia e irresponsabilidad. A dicho plato han cre¨ªdo todos tener que ir a buscar el voto. Si Stoiber comenz¨® con su piel de cordero en la creencia de que, dado el estado calamitoso de la econom¨ªa, ¨¦l se pod¨ªa limitar a subrayar su competencia como gestor, todo lo m¨¢s despu¨¦s de las inundaciones, comprendi¨® que no era as¨ª y que Schr?der tiene una percepci¨®n del ¨¢nimo de la sociedad y un instinto pol¨ªtico que ¨¦l no adquirir¨ªa ni en cinco vidas. Necesitaba el b¨¢varo nueva munici¨®n electoral y la adquiri¨® en el fondo nacionalista tan profusamente saqueado ya por Schr?der como en la xenofobia a la que no se hab¨ªa atrevido a recurrir antes para no despojarse del halo de centrista.
El presidente norteamericano George W. Bush, con sus ademanes de desprecio hacia todas las sensibilidades europeas y muchas especialmente alemanas como el medio ambiente (Kioto), la obsesi¨®n por evitar al m¨¢ximo la intervenci¨®n militar (Irak) y la cooperaci¨®n norte-sur (Johanesburgo) hizo finalmente la aportaci¨®n necesaria para hacer de la campa?a electoral alemana una rebeli¨®n nacional con tintes de desprop¨®sitos ret¨®ricos. Lo que no quiere decir que no exista una convicci¨®n profunda en Alemania, por encima de generaciones e ideolog¨ªas, de que la actual pol¨ªtica norteamericana merece una respuesta firme por parte de una sociedad que ha levantado anclas de sus purgatorios de posguerra y no acepta tratos de vasallo como los que cree haber visto en la actitud de Washington. El patriotismo o la ilusi¨®n nacional sirve como satisfacci¨®n sustitutoria del orgullo de la Alemania en expansi¨®n econ¨®mica. Si antes el objeto de devoci¨®n era el marco ahora lo es la capacidad de decirle al propio Bush lo que se piensa de ¨¦l.
La ministra de Justicia, Hertha D?ubler-Gmelin, niega haber dicho que, con su af¨¢n belicista, Bush intenta desviar la atenci¨®n de sus problemas internos 'como ya hac¨ªa Adolfo el nazi' y desmiente tambi¨¦n con vehemencia la frase que se le atribuye asegurando que 'el sistema judicial norteamericano es apestoso'. Lo cierto es que sus declaraciones no s¨®lo son perfectamente veros¨ªmiles en el contexto de una reuni¨®n con dirigentes sindicales alemanes, sino que no perjudican en absoluto a su partido porque son compartidas por gran parte de la sociedad.
En Alemania, quiz¨¢ m¨¢s que en ning¨²n otro pa¨ªs europeo, exista la percepci¨®n de que se ha abierto un abismo cultural y de civilizaci¨®n entre Europa y Estados Unidos y que se manifiesta por la profunda repugnancia que genera a este lado del Atl¨¢ntico la pena de muerte que precisamente expres¨®, ya como ministra de Justicia, D?ubler-Gmelin hace dos a?os y por un unilateralismo que se percibe como vejatorio para los aliados, aparte de una infinidad de desafectos que se suceden en cuestiones como el conflicto palestino-israel¨ª. Alemania tiene serias dificultades para adaptar su propia sociedad y su Estado a las circunstancias actuales, pero cada vez es menos t¨ªmida en la defensa de sus propios conceptos pol¨ªticos internacionales. De esto habr¨¢n de ser conscientes todos, para bien y para mal.
Los alemanes votan hoy conscientes de que viven en un pa¨ªs con enormes problemas pero ¨ªntimamente convencidos, cada cual por su parte, de que viven mejor que la inmensa mayor¨ªa y por ello les cuesta hacer sacrificios. Muchos saben que si no hacen sacrificios hoy, su situaci¨®n ma?ana ser¨¢ peor. Pero la renuncia es dura. Tan dura que los candidatos a la canciller¨ªa han tenido mucho cuidado en no plantearlos y menos en exigirlos. S¨®lo cabe esperar que despu¨¦s de las elecciones, el ganador logre un Gobierno, el que sea, con capacidad de decirles a los alemanes la verdad, exigirles medidas dolorosas en consecuencia. Todo ello sin renunciar a defender sus otras verdades en el exterior con firmeza, sin complejos pero tambi¨¦n sin recursos f¨¢ciles de agitaci¨®n tan desgraciados como propios de campa?as electorales tan re?idas como la que ayer acab¨®.
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