Contra la guerra
La noche del 16 al 17 de septiembre, el presidente iraqu¨ª, Sadam Husein, hizo saber que aceptaba el regreso sin condiciones de los inspectores de la ONU. Respond¨ªa de este modo a las exigencias de la comunidad internacional. Francia, a trav¨¦s de su ministro de Asuntos Exteriores, expres¨® inmediatamente su satisfacci¨®n: 'Los inspectores de desarme deben regresar a Irak y trabajar sin cortapisas. (...) De lograrse, demostrar¨¢ hasta qu¨¦ punto la comunidad internacional puede alcanzar resultados cuando est¨¢ unida'. En cambio, Estados Unidos, que habla de 'viraje t¨¢ctico', sigue preparando la guerra. El portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, comunic¨® de inmediato que nada pod¨ªa satisfacer a EE UU: 'No es cuesti¨®n de realizar inspecciones. Se trata del desmantelamiento de las armas de destrucci¨®n masiva iraqu¨ªes y de que el r¨¦gimen respete todas las dem¨¢s resoluciones de la ONU'. No se puede ser m¨¢s claro: poco importa que Irak se ajuste al derecho internacional, se trata de exigir siempre m¨¢s a fin de legitimar una intervenci¨®n militar cuyo objetivo pregonado es 'acabar el trabajo empezado en 1991', seg¨²n los propios t¨¦rminos del presidente Bush. Las resoluciones de la ONU son al mismo tiempo suficientemente vagas (sobre la duraci¨®n de las inspecciones y las condiciones para el levantamiento del embargo) y draconianas (sobre las condiciones a cumplir por el r¨¦gimen iraqu¨ª) como para hacer que este juego prosiga.
Sin embargo, Irak realmente ha dado un paso decisivo en la direcci¨®n de la comunidad internacional. En efecto, las resoluciones de la ONU prev¨¦n una inspecci¨®n sin condiciones. Pero la leg¨ªtima petici¨®n repetida por parte de Irak de que se le ofrezca una salida, un pr¨®ximo levantamiento del embargo, una luz al final del t¨²nel, as¨ª como la insistencia de que la comisi¨®n encargada del desarme (Unscom) realice un balance p¨²blico de los 10 ¨²ltimos a?os de inspecciones, no condicionan m¨¢s, en lo sucesivo, la vuelta de los inspectores. Recordemos que en 1990 la comunidad internacional s¨®lo acept¨® apoyar la guerra contra Irak para obligar a este pa¨ªs a retirarse a sus fronteras, poniendo fin de este modo a su agresi¨®n contra Kuwait. Hoy, el presidente Bush conmina al Consejo de Seguridad no s¨®lo a obligar que se cumpla el conjunto de resoluciones, sino tambi¨¦n, de forma m¨¢s grave, a derrocar al r¨¦gimen iraqu¨ª. Tambi¨¦n quiere que la comunidad internacional avale una operaci¨®n de conquista digna del siglo XIX. Solicita a la ONU que desprecie sus propias reglas. Uno puede, leg¨ªtimamente, preguntarse: ?acaso EE UU est¨¢ por encima de la ley com¨²n? Las diversas medidas de proteccionismo econ¨®mico decididas vulnerando las reglas de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (leyes Helms-Burton y d'Amato, aumento de las subvenciones a la agricultura y de las medidas de protecci¨®n al acero); la negativa a suscribir el protocolo de Kioto cuando EE UU es el primer contaminador del planeta, y la presi¨®n amenazadora realizada sobre los europeos para exigirles que protejan a los soldados estadounidenses ante posibles procesamientos de la Corte Penal Internacional, muestran hasta qu¨¦ punto el unilateralismo estadounidense marca hoy todos los ¨¢mbitos de la vida internacional.
En realidad, si uno sigue con un poco de seriedad las complicadas relaciones de la misi¨®n de inspecci¨®n de la ONU con Irak y Estados Unidos, se pueden poner en evidencia dos grandes tipos de problemas: por una parte, Estados Unidos no ha respetado siempre la independencia de esta misi¨®n, ya que est¨¢ comprobado que han introducido numerosos agentes de espionaje de la CIA cuyo trabajo no era precisamente facilitar las relaciones con el r¨¦gimen iraqu¨ª; por otra parte, el r¨¦gimen iraqu¨ª no ha dado muestras siempre de total transparencia, ya que ha sido necesario esperar hasta 1995 para que admitiera que dispon¨ªa realmente de armas biol¨®gicas, que fueron destruidas despu¨¦s. Colocados en situaci¨®n de embargo permanente, los iraqu¨ªes decidieron en l998 rechazar la vuelta de los inspectores. Tal vez era lo que esperaban las autoridades norteamericanas para ensombrecer m¨¢s el dossier iraqu¨ª. No se entiende por qu¨¦ han dejado pasar cuatro a?os para exigir una intervenci¨®n. Y, sobre todo, por qu¨¦ pasaron de la leg¨ªtima exigencia de que Irak se desarme a la voluntad, que est¨¢ en flagrante contradicci¨®n con el derecho internacional, de cambiar el r¨¦gimen de ese pa¨ªs. Ya que si est¨¢ claro que el r¨¦gimen de Sadam Husein dista de ser un ejemplo de democracia, se trata de un asunto interno de Irak, que ciertamente se puede abordar, pero con otros criterios que los de una intervenci¨®n militar exterior.
En realidad, todo tiende a demostrar que si el presidente Bush se empe?a en derrocar al r¨¦gimen iraqu¨ª se debe a que sabe que Irak no cuenta con los medios militares para resistirle. EE UU muestra as¨ª el poco caso que hace a Irak y al orden internacional que ¨¦l mismo ha contribuido a construir desde la II Guerra Mundial. Si logra su objetivo, saldr¨ªa irremediablemente desfigurado el orden internacional basado en una soluci¨®n pac¨ªfica de los conflictos entre Estados y en la prohibici¨®n a recurrir a la fuerza, como establece la Carta de la ONU. En efecto, ?qui¨¦n impedir¨¢ entonces a cualquier gran potencia, bajo el pretexto de una posible amenaza, agredir a un Estado cuyo territorio y riquezas codicia?
La comunidad internacional debe tomar conciencia de los peligros que esta estrategia introduce en el orden mundial. De ello depende el respeto de la soberan¨ªa de las naciones, de un orden basado m¨¢s en el derecho que en la fuerza y, sobre todo, la paz mundial. ?Qui¨¦n no ve que, m¨¢s all¨¢ de las consecuencias dram¨¢ticas para el pueblo iraqu¨ª, la intervenci¨®n militar estadounidense tendr¨ªa unos efectos desastrosos para el conjunto de la regi¨®n? Pondr¨ªa en peligro la estabilidad de pa¨ªses como Turqu¨ªa, Ir¨¢n o Siria, a consecuencia del probable desmantelamiento de Irak, amenazar¨ªa a¨²n m¨¢s la seguridad de Israel y aplazar¨ªa indefinidamente el reconocimiento de los derechos del pueblo palestino, incrementar¨ªa el antiamericanismo y la judeofobia, diseminar¨ªa el terrorismo, etc¨¦tera.
Desde el hundimiento de la URSS y el fin del orden bipolar, nunca el cap¨ªtulo VII de la Carta de la ONU, que establece las condiciones en las que puede autorizarse el recurso a la fuerza, ha sido utilizado con tanta frecuencia. Lo que demuestra que los conflictos internacionales se resuelven cada vez m¨¢s mediante la fuerza y, hay que decirlo, sobre todo por parte de EE UU. Algunos juristas incluso redactan resoluciones sobre Irak, ejemplo en todo punto perfecto de las posibilidades de intervenci¨®n 'legales' permitidas por la carta.
Europa se debe negar a sumarse a una pol¨ªtica incompatible con los valores que defiende. Debe mostrar su firme oposici¨®n a toda intervenci¨®n armada contra un Irak que acepte todas las condiciones de la ONU. No debe, asimismo, dejarse arrastrar a la elaboraci¨®n de una nueva resoluci¨®n que siga el juego a EE UU. Este pa¨ªs no puede pretender representar a la comunidad internacional ya que sus intereses particulares, especialmente su codicia de los recursos petrol¨ªferos iraqu¨ªes, priman desde ahora sobre los objetivos reales de la ONU.
Francia, miembro del Consejo de Seguridad, debe hacer o¨ªr claramente esta voz por Europa, por el mundo ¨¢rabe y por todos aquellos que rechazan la histeria guerrera. M¨¢s fundamentalmente, es necesario aprovechar esta crisis para reintegrar a Irak en la comunidad internacional, levantar el cruel embargo que ha producido ya m¨¢s de un mill¨®n de v¨ªctimas y abrir la v¨ªa a un arreglo global y pac¨ªfico de los problemas de la regi¨®n. La necesaria democratizaci¨®n de Irak ser¨¢ de este modo facilitada.
Sami Na?r es eurodiputado y profesor invitado de la Universidad Carlos III, de Madrid.
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