'La Caixa' del gran poder
Asistimos a la representaci¨®n de las ¨²ltimas escenas de la comedia de poder, celos y ambici¨®n -en tres actos y un ep¨ªlogo- que lleva por t¨ªtulo La Caixa del gran poder. He aqu¨ª una sinopsis de su compleja trama.
Acto primero (planteamiento): La irresistible ascensi¨®n de La Caixa. ?rase que se era una Caixa fundada por Francesc Moragas, un abogado experto en seguros, cat¨®lico ferviente y militante de la Lliga, que implic¨® a un n¨²cleo de la burgues¨ªa catalana en la creaci¨®n de una instituci¨®n concebida para el logro de la armon¨ªa social. Moragas era un hombre austero y con visi¨®n de futuro, un t¨¦cnico competente e innovador y un gestor riguroso y dotado de conciencia social. De su mano, la Caixa se introdujo r¨¢pidamente en la sociedad catalana, gracias -por una parte- a su larga simbiosis con el Instituto Nacional de Previsi¨®n, y como consecuencia -por otra- de su obra social y cultural, sin olvidar la obsesi¨®n de Moragas por la fortaleza de sus balances. Fruto de todo ello fue la creciente confianza de los catalanes en La Caixa, hasta el punto de que, cuando Josep Vilarasau fue nombrado director general, aqu¨¦lla ya dispon¨ªa en grado m¨¢ximo del capital mayor que puede ostentar una instituci¨®n financiera: el cr¨¦dito social. Por ello es err¨®neo atribuir a Vilarasau el m¨¦rito exclusivo por el ulterior desarrollo de La Caixa, puesto que los cimientos heredados en los que se bas¨® eran de una solidez enorme.
Vilarasau escuch¨® un d¨ªa el siguiente consejo: 'Cuando te pidan un cr¨¦dito, no dejes que te ense?en la f¨¢brica'
Ahora bien, ser¨ªa tambi¨¦n injusto minimizar el m¨¦rito de Vilarasau en la expansi¨®n de La Caixa desde fines de la d¨¦cada de 1970, hasta consolidarla en lo que hoy es: la primera caja espa?ola y la cabeza de uno de los mayores grupos empresariales del pa¨ªs. Vilarasau es muy distinto a Moragas, si bien coincide con ¨¦ste en la obsesi¨®n por los balances y en el rigor de la gesti¨®n. Pero, por lo dem¨¢s, su estilo es otro, como lo muestra la forma como condujo las dos campa?as b¨¢sicas de crecimiento de La Caixa: la de expansi¨®n territorial -articulada a trav¨¦s de las 'tiendas de dinero' del GrupCaixa-, y la de captaci¨®n de pasivo, instrumentada sobre las primas ¨²nicas. En ambas forz¨® la ley hasta el l¨ªmite. Camin¨® por el filo de la navaja, pero no se cort¨®. Gan¨® la partida. Ah¨ª est¨¢.
Acto segundo (nudo): La sostenida independencia de la Caixa. El ¨¦xito de Vilarasau hubiese sido imposible de no haber tenido claro desde el principio que un financiero no debe casarse con nadie y, menos a¨²n, con los pol¨ªticos, aunque s¨ª puede permitirse encuentros ocasionales y tocamientos furtivos. ?sta es la famosa -y admirable- independencia de La Caixa. Una an¨¦cdota que prodiga Vilarasau muestra su mentalidad. Resulta que, siendo funcionario de Hacienda durante el ministerio de Barrera de Irimo, oy¨® contar a un banquero -Luis de Usera- que el viejo Garnica le dio, de joven, el siguiente consejo: 'Cuando te pidan un cr¨¦dito no dejes que te ense?en la f¨¢brica, pues seguramente te gustar¨ªa y prestar¨ªas el dinero sin mirar el balance de la empresa; t¨² lim¨ªtate a leer el balance y a decidir seg¨²n ¨¦ste'. As¨ª lo ha hecho Vilarasau al frente de La Caixa: no se ha dejado ense?ar la f¨¢brica y, menos a¨²n, el humo ilusorio de las chimeneas inexistentes que imaginan los pol¨ªticos. Y ¨¦stos, claro, no se lo han perdonado. Pero ah¨ª, en esta fr¨ªa, distante y esquiva determinaci¨®n de ir s¨®lo a lo suyo, est¨¢ la aut¨¦ntica grandeza del personaje, la que ha hecho posible que una naci¨®n peque?a, situada en la periferia de un Estado con vocaci¨®n centralista, consiga consolidar una instituci¨®n financiera y un grupo empresarial de primera magnitud. Si esto no es hacer pa¨ªs, que venga Dios y lo vea. ?Qui¨¦n da m¨¢s?
Acto tercero (desenlace): Lo mat¨¦ porque no era m¨ªo. El PP ha introducido -durante tramitaci¨®n de la Ley Financiera- la limitaci¨®n de edad a los 70 a?os para los presidentes y consejeros de cajas de ahorro, lo que afecta de lleno a Josep Vilarasau, quien ya ha cumplido esta edad venerable. Es imposible precisar de d¨®nde vino el impulso normativo, si bien hay quien sostiene, evocando el asesinato por persona interpuesta de Don Pedro el Cruel, que 'el matador fue el PP y el impulso mediterr¨¢neo', lo que resultar¨ªa corroborado por las ¨²ltimas incidencias.
CiU ha pactado con el PP una enmienda en el Senado por la que ser¨¢n las autonom¨ªas las que regulen la edad de los consejeros de las cajas; y parece que CiU, al no legislar de momento sobre esta materia, permitir¨¢ que se aplique la ley estatal, lo que supondr¨¢ la ca¨ªda de Vilarasau.
Ep¨ªlogo. Varias reflexiones provocan los hechos narrados.
Primera. No constituye ning¨²n absurdo la imposici¨®n legal de un l¨ªmite de edad, siempre que se establezca de acuerdo con dos premisas: 1. Que no existe, a estos efectos, diferencia sustancial alguna entre una caja (fundaci¨®n) y un banco (sociedad), ya que se trata, en ambos casos, de personas jur¨ªdicas de Derecho privado. 2. Que la normativa legal no deber¨ªa prevalecer sobre la autonom¨ªa privada manifestada en forma de disposici¨®n estatutaria expresa sobre la materia.
Segunda. El problema no radica en la continuidad o no de Vilarasau, sino en la preservaci¨®n de la independencia de las cajas, que se decidir¨¢ en el futuro en torno al tema crucial de las cuotas participativas, que pueden ser el resquicio por el que penetren otros grupos financieros.
Tercera. La catalanidad de La Caixa se mantendr¨¢ mientras se preserve independiente, por lo que quiz¨¢ ciertos pol¨ªticos fogosos deber¨ªan recordar un consejo de Eugeni d'Ors: 'Joven, los experimentos con gaseosa'.
Juan-Jos¨¦ L¨®pez Burniol es notario.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.