La estrategia de la tensi¨®n
Kelme, ONCE-Eroski y Coast buscan asustar a Heras antes de La Covatilla
La intimidaci¨®n comienza en la salida, cuando se firma, se toma un caf¨¦, se huye de los periodistas o se charla bajo el tibio sol de Benavente. Sopla viento. Fresco. Del norte. Algo es algo. Habr¨¢ historia, porque en estas etapas de llanura, de p¨¢ramos descarnados, de viento sin obst¨¢culos, siempre hay historia, pero no tiene por qu¨¦ ser matadora. Sin embargo, las miradas matan. Los osos del Kelme, los grandes rodadores, altivos; los especialistas del ONCE-Eroski, los del Coast. Es la estrategia de la tensi¨®n. La funci¨®n comienza pronto. Despu¨¦s de las miradas, el segundo elemento, los platos, macizos, brillantes, nuevos, enormes, paellas de contrarreloj, el plato que ech¨® de menos Flecha en su ataque a un kil¨®metro de la meta, 54, 55 dientes. Lo que m¨¢s teme un escalador. Lo que m¨¢s deber¨ªa de temer Roberto Heras, el l¨ªder, el hu¨¦rfano, el chaval que no tiene equipo, desvalido. El bejarano, el escalador que hoy llega a su terreno, a La Covatilla, a su ¨²ltima oportunidad para abrir m¨¢s grande el hueco que tiene con Aitor Gonz¨¢lez y dem¨¢s, es el objetivo de la campa?a. Se trata de que no duerma, se trata de desgastarlo, de agotarlo, de fabricarle pesadillas, escenarios en los que ¨¦l est¨¦ siempre solo, en la noche, rodeado de lobos. Pero Heras, el l¨ªder, les mira de frente, les sonr¨ªe y les dice: 'Mirad como tiemblo'.
El d¨ªa anterior, en Pajares, le aislaron, le dejaron solo, y no le remataron cuando le ten¨ªan a punto de caramelo. Se portaron como esos asesinos s¨¢dicos, que hacen saber a la v¨ªctima que est¨¢ muerta, pero que retrasan la ejecuci¨®n. Y hasta respetaron, extra?amente, su pinchazo. Ayer, en la Ruta de la Plata, direcci¨®n sur, tierras del pan y del vino, Zamora y Salamanca, entre todos los abusones del 54 le organizaron un fest¨ªn de abanicos, algunos en avituallamiento, algunos en parada t¨¦cnica. Heras sufri¨® para coger las ruedas, para no cerrarse en las cunetas, para no cortarse, sus equipiers desperdigados por ah¨ª. No le remataron. Quiz¨¢s no pudieron. Quiz¨¢s no hubo el viento suficiente. Quiz¨¢s no le puedan ya rematar, que hoy llega La Covatilla, territorio Heras.
A Heras, que es de B¨¦jar, todo lo que rodea a La Covatilla, ese puerto desconocido que la Vuelta se ha sacado de la manga, le gusta. Le gusta porque nace en B¨¦jar la carretera que serpentea por la sierra de Candelario durante 10 kil¨®metros, que asciende al 8% de media hasta 2.010 metros, hasta la estaci¨®n de esqu¨ª modesta; le gusta porque de sus faldas se cuelga Candelario, el pueblo hermoso, el pueblo donde se cas¨® en agosto, donde alquil¨® una casa, donde ha montado su campamento base de entrenamientos. Le gusta porque ya pensando s¨®lo en ciclista le recuerda a la Joux Plane, su puerto fetiche en el Tour, el lugar en el que dej¨® clavado a Armstrong hace un par de a?os. Le gusta La Covatilla y s¨®lo le pide una cosa, que le conceda al menos un minuto, que cuando ataque desde abajo, desde el hotel de su amigo Cubino, le deje ir solo, le deje ganar tiempo, le regale esos 60 segundos que le permitan llegar a Madrid, a la contrarreloj del domingo, con una cara que no sea la de cordero degollado. Y aunque teme que la estrategia de la tensi¨®n desemboque finalmente en la acci¨®n, aunque sabe que en los puertos que salpican la carretera desde Herv¨¢s, Honduras, Tornavacas, Tremedal, la pinza del Kelme (Sevilla, el que alimenta el hambre de venganza, Aitor) entrar¨¢ en funcionamiento, tambi¨¦n intuye que no estar¨¢ solo, que el factor Casero, que el factor Beloki, que el factor Simoni jugar¨¢n a su favor.
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