Algunas reflexiones sobre la inseguridad ciudadana
Peri¨®dicamente, 'un fantasma recorre...' la actualidad. Y, parafraseando el famoso inicio de aquel c¨¦lebre manifiesto, por razones que queremos desconocer, se adue?a de todos los titulares de prensa y dem¨¢s medios de comunicaci¨®n, se convierte en el leit motiv de todos los discursos y pronunciamientos p¨²blicos de nuestros pol¨ªticos y autoridades, y durante un tiempo se erige en m¨¢xima actualidad hasta que, por las mismas desconocidas razones, aparece un nuevo 'fantasma' y lo que hasta ayer fue p¨¢lpito de actualidad indiscutible, hoy desciende a las cavernas del olvido.
Circunstancias relevantes estos meses de verano pasado, en especial en nuestra ciudad de Sevilla, aunque repetidas en todo el Estado, han vuelto a revestir de carne ese fantasma que, en este caso, como el Guadiana, reaparece cada cierto tiempo, el de la inseguridad ciudadana, esta vez asumida como 'aumento de la delincuencia', responsabilizando de la misma principalmente tanto a las 'bandas de j¨®venes drogadictos', como a fen¨®menos sociales como la 'botellona' o la inmigraci¨®n clandestina. Y los pol¨ªticos se traducen en viejas recetas que, ya un d¨ªa, fueron propuestas y, sin embargo, su eficacia ha sido nula. As¨ª, se vuelve a hablar de cambios legislativos para endurecer las penas de los delitos menores y aumentar el tiempo efectivo de cumplimiento de las condenas, se vuelve a insistir en la necesidad de volver a la prisi¨®n preventiva como sistema, a la manida e imposible idea de los juicios r¨¢pidos y, fundamentalmente, a aumentar el n¨²mero de polic¨ªas. Y, lamentablemente, en estas medidas coinciden el Gobierno del PP y la oposici¨®n del PSOE.
Se quiere seguir ignorando la vigencia de los derechos que reconoce la Constituci¨®n, el que toda persona es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad, en un juicio con todas las garant¨ªas; que las leyes no pueden modificarse un d¨ªa y otro tambi¨¦n, por la presi¨®n de la coyuntura, con el aumento, este s¨ª que es real, de la inseguridad jur¨ªdica; que los juicios r¨¢pidos necesitan para serlo el que existan realmente ¨®rganos enjuiciadores en un n¨²mero muy superior al actual, con una plantilla de jueces y fiscales que no se pueden improvisar, y que, finalmente, aumentar el n¨²mero de polic¨ªas es una operaci¨®n arriesgada, porque la precipitaci¨®n lleva consigo una formaci¨®n inadecuada pues no se trata de movilizar represores, sino servidores de la seguridad p¨²blica, esto es, del ciudadano. Y se siguen olvidando remedios eficaces para las v¨ªctimas del delito.
Si bien hay medidas que pueden tomarse r¨¢pidamente (una de ellas, por ejemplo, que redundar¨ªa en un n¨²mero mayor de polic¨ªas en la calle, ser¨ªa la contrataci¨®n de personal administrativo para las comisar¨ªas, liberando al polic¨ªa de esas tareas burocr¨¢ticas y administrativas para las que no est¨¢ formado), lo cierto es que detr¨¢s de esa insurgencia de 'delincuentes callejeros' (que son a los que se refieren los discursos p¨²blicos: los otros, los de cuello blanco y ardides financieros, al parecer no merecen ni un escobazo), lo que existe es un mundo de miseria y de insatisfacci¨®n, que es preciso cambiar para cambiar a sus habitantes.
No se acaba con la delincuencia reprimiendo, sino previniendo, y esta prevenci¨®n no puede consistir m¨¢s que en un cambio en profundidad en los modos de vida de los ciudadanos. La vida en las ciudades y en los pueblos se ha deshumanizado. S¨®lo prima el inter¨¦s econ¨®mico, el ansia de vestir las marcas que se publicitan, lograr el ¨¦xito f¨¢cil y olvidarse de las miserias cotidianas mediante la bebida o la droga. Esta degradaci¨®n de la vida en com¨²n nos depara las actuales aterradoras cifras del maltrato familiar, del deterioro del medio ambiente, de la falta de respeto por la ciudad en que vivimos, de la insolidaridad que nos separa de los dem¨¢s, cubriendo nuestra conciencia con migajas de limosnas a algunas organizaciones ben¨¦ficas.
Y el llamado 'delincuente', habitualmente en esa franja de edad entre los 15 y los 30 a?os, en pleno periodo de formaci¨®n, incapaz de acceder con garant¨ªas a un puesto de trabajo seguro y estable, incapaz de acceder a una vivienda propia, insatisfecho cuando se mira en el espejo que le devuelve, no la realidad que contempla en las series de televisi¨®n, sino un mundo m¨ªsero y gris, sin perspectivas, y sus referentes culturales no son otros que sonadas operaciones de triunfo, f¨²tbol, dinosaurios y guerras estelares, y contempla maravillado c¨®mo viven aquellos que hacen de la estafa y del enga?o su medio de vida, ajeno por completo a todo aquello que no sea la satisfacci¨®n inmediata y el lucro personal.
Por ello, estimo que la soluci¨®n a la delincuencia callejera no se logra con la sola represi¨®n. Toda la sociedad es responsable de su existencia y la ¨²nica forma de evitar el delito es impedir que los j¨®venes dejen de sentirse marginados, ofrecerles alternativas de progreso y desarrollo real, tanto en lo econ¨®mico, mediante la puesta en pr¨¢ctica de pol¨ªticas de empleo racionales y reales, como en lo cultural. En suma, si se crean de nuevo esos lazos de solidaridad precisos para que todos nos sintamos part¨ªcipes del lugar que ocupamos en nuestra ciudad, en nuestro pueblo. Mientras no se superen estas circunstancias, no se acabar¨¢ con la delincuencia, porque de la digna pobreza de ayer, hemos llegado a la miseria de hoy, y donde antes reinaba la dignidad, hoy s¨®lo existe el af¨¢n de ganar dinero de la forma que sea, cuanto m¨¢s r¨¢pido mejor.
S¨®lo la efectiva protecci¨®n del medio ciudadano, dot¨¢ndolo de armon¨ªa y medios de desarrollo humano, ampliando las zonas verdes y las zonas de relaci¨®n de los vecinos; la creaci¨®n de puestos de trabajo, el restablecimiento de la dignidad de la persona, hombres y mujeres iguales, el incremento de la oferta cultural en todos sus frentes, todo ello dirigido a la aparici¨®n de un nuevo tipo de ciudad, otra ciudad posible que favorezca la convivencia en paz de sus vecinos mediante las pol¨ªticas adecuadas que favorezcan la creaci¨®n de nuevos ¨¢mbitos de di¨¢logo y renueven las antiguas relaciones de vecindad en un proyecto com¨²n de progreso y desarrollo integral de la persona.
Manuel Fern¨¢ndez del Pozo es abogado y miembro de Izquierda Unida.
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