Luis, el hombre orquesta
Un a?o m¨¢s, como el primero, el ¨²ltimo o el antepen¨²ltimo, Luis Enrique ha acudido en auxilio del Bar?a y ha vuelto a montarse en el marcador. Sus cifras le avalan de nuevo: si nos atenemos a su rendimiento es una especie de socorrista providencial que llega justo a tiempo; si nos atenemos a su estilo es un fantasma ligero que se mueve entre l¨ªneas con una mezcla de sigilo y determinaci¨®n, y luego, fsss, se desliza hasta el punto de penalty para terminar la jugada en la boca de gol.
Por razones del coraz¨®n que la raz¨®n no entiende, est¨¢ pasando por la vida profesional como un eterno aspirante. Desde que sali¨® de Asturias form¨® parte de esa lista de candidatos, tan parecida a un avispero, que sigue al grupo de divos oficiales. En su vida hubo siempre media docena de tipos que ven¨ªan acompa?ados por su leyenda y su cuenta corriente, a quienes el club otorgaba la precedencia por necesidades de presupuesto. Seg¨²n etapas y situaciones, sus competidores cambiaban de nombre, pero invariablemente estaban unidos por una condici¨®n: a ellos nadie les discut¨ªa un lugar bajo los focos. Cuando sufr¨ªan el v¨¦rtigo de la fama, ah¨ª aparec¨ªa ¨¦l, envuelto en una camiseta llena de pliegues, due?o de su fe, de su voluntad y de su esqueleto, para ocupar el sitio que hubiera quedado vacante en tierra de nadie.
Alguna vez se atrevi¨® a decir en voz alta lo que siempre pens¨® de s¨ª mismo: desde su etapa juvenil fue lo que ahora se llama el segundo delantero, una modalidad de lugarteniente que a veces se llama Ra¨²l y a veces Rivaldo, cuyo papel termina siendo determinante en las grandes competiciones.
Casi nunca le hicieron caso. En unas ocasiones le llamaron para escoltar a alg¨²n ilustre colega, en otras entr¨® en el equipo titular por orden alfab¨¦tico o por orden de antig¨¹edad. Y, aunque siempre cumpli¨®, casi siempre volvi¨® a la sala de espera.
All¨ª tom¨® la decisi¨®n de mantenerse alerta, con la musculatura en tensi¨®n y el ¨¢nimo disponible, mientras aprend¨ªa cada uno de los secretos del f¨²tbol. Con ello se convirti¨® en una especie de chico para todo: frente a la rigidez de los especialistas, gente que s¨®lo serv¨ªa para una cosa, ¨¦l sabr¨ªa desempe?arse en todas las posiciones. Gracias a su flexibilidad le hemos visto oficiar indistintamente de defensa lateral, de medio volante, de hombre libre o de goleador por encargo. En la fiebre del juego nunca se escondi¨®, nunca falt¨® a una cita ni dej¨® una sola cuenta pendiente.
Puesto que ha hecho de la lealtad una costumbre, conoceremos su verdadera estatura el d¨ªa en que falte.
Como a todos los grandes ausentes, le reconoceremos por su vac¨ªo.
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