Un pa¨ªs ante el espejo
Por primera vez en la historia,Marruecos -o al menos su clase pol¨ªtica- va a tener una radiograf¨ªa pol¨ªtica de s¨ª mismo. No es seguro, en el momento en que escribimos estas l¨ªneas, que se reconozca oficialmente ante la opini¨®n p¨²blica, nacional e internacional, dicha radiograf¨ªa. De hacerlo as¨ª, Marruecos habr¨¢ dado su primer paso hacia la organizaci¨®n de una sociedad transparente y de un Estado de derecho. De no hacerlo as¨ª por consideraciones de prudencia o de correcci¨®n pol¨ªtica tras las obsesiones del 11-S o por concesiones a las fuerzas del pasado, Marruecos profundizar¨¢ la v¨ªa del descr¨¦dito de sus instituciones cuando m¨¢s necesita de apoyos exteriores, pero sobre todo de sus pontencialidades interiores, de su sociedad civil, para salir de la profunda crisis en que se encuenta sumido.
La precocina electoral presentaba novedades interesantes respecto al pasado. Un sistema electoral proporcional que beneficiaba a los partidos bien implantados frente al anterior, que primaba el caciquismo y el clientelismo. Sistema que hab¨ªa sido m¨¢s o menos sugerido y consensuado por las diferentes fuerzas pol¨ªticas. Una novedad era la discriminaci¨®n positiva hacia la mujer, a la que se reservaba 30 esca?os elegidos a escala nacional.
La divisi¨®n en circunscripciones favorec¨ªa el peso electoral del mundo rural, tradicionalmente m¨¢s conservador. Era evidente que se procuraba bajar la representatividad de los n¨²cleos urbanos con mayor implantaci¨®n islamista. En Casablanca, donde ya hab¨ªa cuatro diputados islamistas, un esca?o costaba 60.000 votos frente a los 6.000 de Assa-Zag, en el sur profundo. Precisamente es en estos n¨²cleos rurales, sobrerrepresentados, donde el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), los islamistas, presentes en el Parlamento de 1997, ha decidido no concurrir.
Pero la precocina ven¨ªa condicionada tambi¨¦n por un censo electoral que no refleja la estructura demogr¨¢fica real del pa¨ªs. Cabe preguntarse si es por las dificultades de elaborar un censo completo por lo que a ¨¦ste le faltan 1.700.000 electores que no se han inscrito en las listas. Pero si observamos que en un 90% de esos no inscritos corresponden a la franja de edad de entre 20 y 30 a?os, se puede pensar si se ha dejado as¨ª para evitar el castigo pol¨ªtico de quienes m¨¢s sufren el paro y la marginaci¨®n y quienes nutren las pateras hacia nuestro pa¨ªs. Ese colectivo ausente del censo merece tambi¨¦n ser analizado, 500.000 son hombres, y 1.200.000, mujeres.
A pesar de estos condicionantes, del descr¨¦dito de las operaciones electorales en el pasado, la jornada del 27 de septiembre ha mostrado en muchos aspectos una voluntad de transparencia de la Administraci¨®n demasiado injerente en comicios anteriores. Esperamos que el miedo a enfrentarse a su propio espejo no empuje al Marruecos oficial a optar por deformar su propia imagen.
La participaci¨®n, al parecer menor que la de 1997, pero m¨¢s cre¨ªble que entonces, as¨ª como los resultados provisionales, que, seg¨²n su propio c¨®mputo, nos avanzaba a primera hora de la tarde de ayer el responsable de comunicaci¨®n del PJD, Moatasim, daban la victoria al Istiqlal con 58 esca?os, seguido de los socialistas con 50. El PJD, con 48, cuadriplicar¨ªa sus esca?os de 1997, a pesar de estar s¨®lo presente en el 60% de las circunscripciones, convirti¨¦ndose en la tercera fuerza del pa¨ªs.
Si cuando se hagan p¨²blicos los resultados oficiales ¨¦sta es la verdadera radiograf¨ªa de Marruecos, nos asegura Moatasim que ser¨¢ una ocasi¨®n de oro para normalizar la imagen de su partido como una fuerza pol¨ªtica ineludible dispuesta a concurrir en democracia.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa y Miguel Hernando de Larramendi son profesores de Historia Contempor¨¢nea del Islam en la UAM y UCLM.
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