?Por qu¨¦ Irak?
Vamos a la guerra con Irak (usted y yo tambi¨¦n, porque Aznar paga su cuota con nuestros impuestos). En este campus de Ann Arbor (Michigan), en el coraz¨®n de Estados Unidos, donde empez¨® el movimiento contra la guerra de Vietnam en los a?os sesenta, poca gente lo duda. El ¨²nico interrogante no es si ocurrir¨¢, ni siquiera cu¨¢ndo (enero-febrero), sino c¨®mo, o sea, con qu¨¦ coalici¨®n y con qu¨¦ niveles de destrucci¨®n. La ¨²nica hip¨®tesis alternativa, que se rumorea en los mentideros de Oriente Pr¨®ximo, es un exilio pactado de Sadam Husein y sus ac¨®litos directos que d¨¦ paso a una transici¨®n supervisada por Naciones Unidas. Altamente improbable (aunque no imposible). La cuesti¨®n para Estados Unidos es muy sencilla: hay que acabar con Sadam y su r¨¦gimen, a cualquier precio y ahora. Por eso, el env¨ªo de inspectores de armas de Naciones Unidas no es sino una argucia para obtener un mayor apoyo internacional, basado en las negativas o los obst¨¢culos que surjan desde Bagdad en ese proceso de control. La negociaci¨®n en curso en el Consejo de Seguridad tiene como objetivo principal el intercambio de favores entre los implicados. Rusia (8.000 millones de d¨®lares) y Francia (20.000 millones) necesitan asegurar el pago de lo que les debe el Gobierno iraqu¨ª. Francia (Total-Fina-Elf) y Rusia (Lukoil) quieren garant¨ªas de que sus ventajosos contratos petrol¨ªferos con Irak ser¨¢n respetados. China quiere seguridad de que la guerra no se extender¨¢ a Ir¨¢n, su principal suministrador de petr¨®leo. Rusia quiere incluir a Chechenia en la limpieza general, un tema conflictivo con los americanos, porque Georgia est¨¢ por enmedio y Bush padre adora a Shevarnadze. Se llegar¨¢ a un acuerdo operativo. Y, si no, de todas formas, Bush y Blair, jaleados por Aznar y Berlusconi, atacar¨¢n, como ya han dejado bien claro. ?Por qu¨¦?
Es obvio que se vivir¨ªa m¨¢s tranquilo en el mundo, y en Irak, sin Sadam y su sanguinario r¨¦gimen. Pero ?basta esta valoraci¨®n para ir a una guerra de impredecibles consecuencias y enorme coste humano? La lista de dictadores y reg¨ªmenes atroces es larga. La prioridad dada a Irak se debe a otro motivo. La historia oficial es la posesi¨®n de armas de destrucci¨®n masiva o la intenci¨®n de poseerlas por parte de Sadam Husein. Est¨¢ claro que las tuvo (las utiliz¨® contra Ir¨¢n y contra su propia gente) y est¨¢ claro que le gustar¨ªa tenerlas, nucleares si es posible. Y la amenaza americana es un poderoso incentivo para obtenerlas lo antes posible, como seguro de vida. Pero ?las tiene? No lo sabemos, y no creo que lo sepamos hasta el momento de la verdad. Pero sabemos dos cosas. Una, que nadie ha presentado pruebas cre¨ªbles. En una comparaci¨®n hist¨®rica, cuando Kennedy lleg¨® al borde de la guerra nuclear por los misiles sovi¨¦ticos en Cuba, present¨® en las Naciones Unidas fotos detalladas de los emplazamientos de misiles que cambiaron la opini¨®n del mundo sobre el tema. Nada semejante ha sido presentado a los ciudadanos. Todo son informes de servicios de inteligencia sin refrendo posible. Dos: suponiendo que existieran, la situaci¨®n ser¨ªa m¨¢s o menos la misma el 10 de septiembre de 2001. Y en ese momento nadie pensaba en atacar a Irak. Por tanto, es el 11 de septiembre el que lo cambia todo. Pero ?qu¨¦ cambia? La conexi¨®n entre Irak y Al Qaeda es tenue e improbable. La CIA la ha sugerido, luego la ha desmentido y, de forma oportuna, en los ¨²ltimos d¨ªas, la ha afirmado rotundamente, aun reconociendo que las pruebas no se podr¨ªan defender ante un juez. Los motivos parecen otros. ?Cu¨¢les? Hay teor¨ªas para todos los gustos y algunos datos s¨®lidos. Versi¨®n rom¨¢ntica: el hijo que tiene que acabar la tarea del padre y vengar el intento de asesinato de Bush en Kuwait por agentes iraqu¨ªes. Versi¨®n c¨ªnica: el mantenimiento de la tensi¨®n de un pa¨ªs en guerra asegura el apoyo pol¨ªtico a una Administraci¨®n de Bush que est¨¢ conduciendo el pa¨ªs a la crisis econ¨®mica y algunos de cuyos m¨¢s altos cargos est¨¢n bajo sospecha por sus conexiones con los fraudes y estafas que han proliferado en las grandes empresas. No se puede criticar a un presidente en medio de la batalla. Y, si se gana contra los iraqu¨ªes y Al Qaeda, la reelecci¨®n est¨¢ asegurada.
Hay un an¨¢lisis m¨¢s estrat¨¦gico: el control del petr¨®leo iraqu¨ª mediante un Gobierno proamericano es un elemento esencial de la ecuaci¨®n. Irak cuenta con las segundas reservas de petr¨®leo del mundo (113.000 millones de barriles) despu¨¦s de Arabia Saud¨ª. Y el Gobierno americano estima que puede tener otros 220.000 millones de barriles a¨²n no descubiertos, de forma que el total de las reservas iraqu¨ªes cubrir¨ªa las importaciones de petr¨®leo de Estados Unidos por un siglo. Una guerra con Irak beneficia a las grandes empresas petroleras americanas de dos formas. En el corto plazo, provocar¨¢ un aumento sustancial de los precios del petr¨®leo, que afectar¨¢ gravemente a la econom¨ªa mundial pero que incrementar¨¢ el valor del petr¨®leo actualmente almacenado por las petroleras. A largo plazo, la apertura de la explotaci¨®n del petr¨®leo iraqu¨ª a las empresas estadounidenses y a aquellas empresas cuyos pa¨ªses participen en la destrucci¨®n de Sadam representa un enorme beneficio potencial para las empresas, sobre todo americanas, que puedan explotar los yacimientos iraqu¨ªes. Tanto m¨¢s cuanto que esta producci¨®n, directamente controlada por Estados Unidos, debilitar¨ªa el control actual ejercido por la OPEP sobre el suministro mundial. Hay adem¨¢s una implicaci¨®n pol¨ªtica fundamental de la nueva situaci¨®n que se crear¨ªa en la posguerra. La implicaci¨®n de parte de la ¨¦lite saud¨ª en la financiaci¨®n de Bin Laden aparece cada vez m¨¢s clara. Pero Estados Unidos no puede enfrentarse directamente con el r¨¦gimen saud¨ª mientras no tenga una alternativa equivalente en el suministro de petr¨®leo. Con Irak bajo control, los halcones de Washington estar¨¢n en condiciones de exigir la limpieza policial del fundamentalismo saud¨ª.
Todos estos factores concurren en la guerra. Pero, aun siendo importantes, sobre todo el control del petr¨®leo, no explican por s¨ª solos la intransigente determinaci¨®n de Estados Unidos. El factor esencial, como siempre en pol¨ªtica, es pol¨ªtico. Es la toma del poder, en la Administraci¨®n de Bush, por parte de un grupo de halcones en pol¨ªtica exterior, ideol¨®gicamente convencidos de la necesidad y la conveniencia del unilateralismo estadounidense, mediante la utilizaci¨®n de su superioridad militar-tecnol¨®gica, para poner orden en un mundo cada vez m¨¢s peligroso. Con Pearl como ide¨®logo, Wolfowitz como estratega pol¨ªtico, Cheney como l¨ªder y Rumsfeld como operativo, este grupo vio la posibilidad, a partir del 11 de septiembre, de aplicar la pol¨ªtica que hab¨ªan propuesto anteriormente. Con un Bush sin conocimiento ni experiencia en pol¨ªtica internacional y una Condoleezza Rice convertida en confidente del presidente y antagonista de Colin Powell, este grupo belicoso, convencido de la bondad para el mundo del pleno ejercicio de la superpotencia americana, encontr¨® en el sentimiento popular de vulnerabilidad tras el 11 de septiembre el apoyo pol¨ªtico que faltaba a su proyecto. En torno a esta coherente estrategia se articulan los sentimientos personales de Bush, la conveniencia pol¨ªtica de los republicanos, los poderosos intereses de las empresas petroleras, la b¨²squeda de una alternativa a la OPEP y a Arabia Saud¨ª y la posibilidad para Sharon de una soluci¨®n militar del conflicto palestino. Pero el quid de la cuesti¨®n apunta a una hip¨®tesis mucho m¨¢s grave para el mundo: la decisi¨®n de la actual ¨¦lite pol¨ªtica estadounidense de dominaci¨®n unilateral global por medios militares, permitida por la inexistencia de poderes o voluntades que contrapesen esta voluntad de dominaci¨®n. Se crea as¨ª una din¨¢mica irreversible que desestabiliza el mundo nuestro de cada d¨ªa por un largo periodo venidero.
Manuel Castells es profesor de la UOC y est¨¢ temporalmente investigando en la Universidad de Michigan.
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