Demasiado tarde
Durante mucho tiempo, la calculada indefinici¨®n del PNV sobre el futuro de este pa¨ªs -que gobierna desde hace casi 25 a?os- ha sido uno de los elementos que m¨¢s ha distorsionado nuestro panorama pol¨ªtico y m¨¢s ha impedido la construcci¨®n de alianzas, la generaci¨®n de confianza y la b¨²squeda de puntos de acuerdo. Empezaron oponi¨¦ndose a la propuesta de Euskadiko Ezkerra a favor del derecho de autodeterminaci¨®n, cuando se discuti¨® en la ponencia constitucional en las Cortes. Apelaron luego a los fueros para dejar abierto un incierto futuro, ampar¨¢ndose en los famosos derechos hist¨®ricos. Impidieron la vertebraci¨®n del pa¨ªs en los t¨¦rminos propuestos por Garaikoetxea, para apuntalar el poder de las Diputaciones Forales, provocando incluso la ruptura de su propio partido. Apostaron despu¨¦s por la defensa del Estatuto, asociando su pleno desarrollo con la normalizaci¨®n del pa¨ªs en el Pacto de Ajuria Enea. Asumieron luego la otrora denostada autodeterminaci¨®n, aprob¨¢ndola solemnemente en el Parlamento vasco. Inventaron m¨¢s tarde el confuso t¨¦rmino del soberanismo -todav¨ªa no ha dado nadie una explicaci¨®n coherente sobre su significado- para denominar un nuevo escenario pol¨ªtico que sirviera de pista de aterrizaje al mundo de la violencia en el fracasado Lizarra. Y ahora, finalmente, nos presentan la propuesta de la soberan¨ªa compartida y la libre asociaci¨®n.
A un servidor, que siente un profundo desapego hacia el patrioterismo de cualquier signo, lo de la libre asociaci¨®n no le produce ni fr¨ªo ni calor. ?Sirve para mejorar nuestro bienestar, incrementar la justicia social, proteger mejor el medio ambiente, hacer que se respeten m¨¢s adecuadamente los derechos humanos, asegurar una real equiparaci¨®n entre nuestras dos lenguas? Pues vale. ?Qu¨¦, por el contrario, lo de la soberan¨ªa compartida y la libre asociaci¨®n puede suponer un retroceso en t¨¦rminos de bienestar, de cohesi¨®n social, de libertades, o de desarrollo cultural? Pues entonces no. Se trata, en fin, de cuestiones discutibles, siempre que se compagine el ejercicio de la voluntad de la mayor¨ªa con el respeto a los derechos de las minor¨ªas.
En ese sentido, planteada hace unos a?os, la propuesta del lehendakari podr¨ªa haber contribuido a la clarificaci¨®n del debate pol¨ªtico. Cuando ETA no hab¨ªa logrado a¨²n extender el terror al conjunto de la sociedad; cuando la gente hablaba de pol¨ªtica sin miedo; cuando los intelectuales eran capaces de elaborar discursos propios y no otros mediatizados por el terror o el sectarismo; cuando a¨²n no se hab¨ªan roto las relaciones de confianza entre la clase pol¨ªtica; cuando el nacionalismo espa?ol no hab¨ªa iniciado su cruzada, a palo seco -?Pujol enano, habla castellano!-, o disfrazado de patriotismo constitucional; cuando Sabino Arana y el nacionalismo ¨¦tnico eran denostados por la mayor¨ªa de la denominada izquierda abertzale; cuando a nadie se le ocurr¨ªa pretender insultar a un conciudadano llam¨¢ndole espa?ol; cuando se aceptaban las identidades compartidas; cuando en el PSOE todav¨ªa hab¨ªa suficientes rescoldos federalistas; cuando los pol¨ªticos eran capaces de criticar las ideas de los dem¨¢s sin falsearlas... Cuando todo eso ocurr¨ªa, puede que la propuesta de Ibarretxe hubiera representado un paso adelante. Obs¨¦rvese que, para m¨¢s inri, la misma habla de libre adhesi¨®n y no de separaci¨®n, lo que supone una importante modificaci¨®n del discurso nacionalista tradicional, a la vez que se renuncia a la alteraci¨®n unilateral del nuevo estatus. En definitiva que, en otras circunstancias, pod¨ªa haber sido un punto de partida que, limadas sus aristas y despojado de la inevitable ret¨®rica electoralista -los votos de Batasuna- presente en varios de sus pasajes, habr¨ªa servido tal vez para avanzar hacia un consenso que la actual Constituci¨®n no pudo lograr entre nosotros.
Pero, desgraciadamente, me temo que la propuesta llega tarde, que ahora no es el momento. Que la desconfianza es ya enorme y que, sin entrar en juicios de intenciones, su presentaci¨®n no va a serenar el debate sino a crisparlo a¨²n m¨¢s. La exacerbaci¨®n de los nacionalismos y el terror de ETA ahogan la expresi¨®n del sentir y de las preocupaciones de much¨ªsima gente, e impiden en otros casos que prevalezca la raz¨®n sobre la v¨ªscera. Ojal¨¢ me equivocara.
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