Espectros
Cuando me oyen contar que acabo de pasar mis vacaciones en un par de pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo, muchas personas me contemplan con ojos nuevos, asombrados y hasta asustados ojos, como si estuvieran viendo a un fantasma. S¨²bitamente, me siento espectral. Cuando preguntan c¨®mo me fue por all¨ª el d¨ªa del aniversario del 11-S, y les contesto que muy bien y muy tranquila y sin tener que soportar tabarra alguna, sacuden la cabeza y, sencillamente, no me creen. Soy el fantasma del padre de Hamlet.
Por el contrario, cuando en ese par de pa¨ªses a que me he referido digo que soy espa?ola, mis interlocutores de all¨¢ no pierden el aplomo. Como si yo fuera de verdad, y Espa?a tambi¨¦n. Y esto s¨ª que me parece extraordinario, porque cada d¨ªa me resulta m¨¢s dif¨ªcil encontrar real lo de aqu¨ª, y me parece que en vez de hallarme en un pa¨ªs que est¨¢ en una pen¨ªnsula, y en un continente, y en un Occidente, me hubiera precipitado al interior de un c¨®mic o un cuento o una historia. Pero no como le ocurr¨ªa a Alicia en Wonderland, que era un lugar aleccionador, lleno de gente inteligente, absurda y genial. Me he metido en una pesadilla idiota, en una delirante mezcla de El guerrero del antifaz, Roberto Alc¨¢zar y Pedr¨ªn, y Haza?as b¨¦licas, en donde todos gritan mucho, se insultan, se ensordecen mutuamente, hablan sin pudor de usar la fuerza, de parar los pies, de eso a m¨ª no me lo dices en la cara. Sin tener, adem¨¢s, la menor idea de lo que suceder¨¢ en la ¨²ltima vi?eta, la de despu¨¦s del catacrok, pum.
De Oriente traigo en mi piel el rastro de los perfumeros que crearon un aroma para m¨ª, en la retina la imagen de una puesta de sol vista desde el otro lado del Mediterr¨¢neo, y en el coraz¨®n el recuerdo de seres tan reales que lo ¨²nico que les asombra es que nos asombremos porque ellos existen.
En cuanto a espectros de aqu¨ª, se me ocurren varios, sobre todo en el sector profesional. Ser inspector de armas en Irak es un oficio fantasmag¨®rico y abocado al fracaso. Ser sastre de Bush jr., tambi¨¦n: ver c¨®mo se buscaba el pobre los botones, en la foto en la contraportada del martes en este mismo peri¨®dico, con sus manitas de comer galletas y ordenar guerras.
Y ser periodista, ya ni les cuento.
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