Entre el fascismo y el hast¨ªo
Una de las novelas m¨¢s reveladoras de Alberto Moravia es La noia, expresi¨®n del hast¨ªo vital que poco tiene que ver con la asepsia moral del conformismo, materia prima de la en mi opini¨®n su mejor novela: El conformista. La noia (El tedio o El hast¨ªo o El aburrimiento), publicada en los a?os sesenta, refleja la desgana de una sociedad normalizada, en cambio La romana, editada en plena liquidaci¨®n del fascismo, ubica su acci¨®n en los a?os de la conquista de Abisinia, tiempos de excepci¨®n en los que la lucidez narrativa y profesional de una prostituta, Adriana, sirve de punto de vista tanto de la Italia que pasa por su cama, como de la que comprende su derecho a la supervivencia. La propia madre de Adriana estimula el oficio de su hija, desde una percepci¨®n c¨ªnica de los valores convencionales de la mujer. El celestinaje de las meretrices pueden desempe?arlo madres desencantadas de su papel de hembras reproductoras sometidas a la m¨¢s total de las relaciones de dependencia: el matrimonio.
El m¨¢s cruel de los clientes de Adriana es Sonzongo, el fascista predeterminante y predeterminado, personaje opuesto al del irresoluto e indeterminado Astarita. La cama es el territorio del bien y del mal, porque el adolescente seriamente enfermo que fue Alberto Moravia en los a?os veinte hizo de la cama no s¨®lo un lugar de postraci¨®n y convalecencia de una tuberculosis ¨®sea, sino tambi¨¦n un territorio l¨ªmite del comportamiento. El sexo revela pautas de conducta y repercute en lo individual y lo social, conclusi¨®n que subyace en la novel¨ªstica de Moravia sin necesidad de haber le¨ªdo textos de Wilhelm Reich. El sexo es desvelador porque desnuda a los protagonistas de sus disfraces sin que el escritor se pronuncie sobre la presunci¨®n de Paul Val¨¦ry: 'Lo m¨¢s profundo en el hombre es la piel'.
He escrito que cuando Alberto Pincherle (Alberto Moravia) public¨® en 1929 su primera novela, pag¨¢ndose la edici¨®n de su propio bolsillo, s¨®lo ten¨ªa 22 a?os y un desprecio total a la clase social de la que proced¨ªa. Debe su nihilismo no s¨®lo a su enfermedad, sino tambi¨¦n al hecho de pertenecer a una n¨ªtida promoci¨®n de nietos de Nietzsche, irritados por aquella sociedad dirigida por una burgues¨ªa acobardada por la rebeli¨®n de m¨¢s masas. Moravia le hac¨ªa la autopsia al cad¨¢ver de una casta social dominante conformista, Andr¨¦ Malraux fomentaba revoluciones en el mundo entero y pon¨ªa su literatura al servicio de un supuesto nuevo destinatario hist¨®rico. No es un paralelismo gratuito. Ambos part¨ªan de la n¨¢usea ante la conducta burguesa basada en la doble verdad: Malraux se invest¨ªa de condottiero revolucionario ¨¢vido de una nueva comuni¨®n de los santos; Moravia, en cambio, ten¨ªa el talante marcado por su condici¨®n de adolescente largamente enfermo, luego joven apuesto de ojos magn¨¦ticos pero algo cojo, que no estaba para demasiadas acrobacias a¨¦reas ni hist¨®ricas. A pesar de aprehender la realidad desde el lecho, y del ¨¦xito de masas de La romana, considerada casi como una novela verde, Moravia historifica lo que ve y no recurre al erotismo como una audacia de la negaci¨®n, caso de Henry Miller, o como un alarde descriptivo e igualmente desafiante, como el del Lawrence de El amante de Lady Chatterley, por citar los tres ejemplos que suelen darse de la hoy superad¨ªsima literatura er¨®tica escandalosa. El sexo como canibalismo interpersonal le lleva a un pesimismo humanista, no s¨®lo fomentado por la brutalidad de personajes como Sonzongo, sino tambi¨¦n por la hipocres¨ªa o el conformismo que lo hacen posible, aunque siempre filtra una cierta compasi¨®n fatalista ante la imposibilidad del hombre para ser feliz o simplemente cumplir cualquier canon de ¨¦tica necesaria. Literatura como trasunto de la cultura del desamor, practicada brutalmente en La romana o La campesina o con aderezos de gran cheff desganado en El conformista, el escritor fue frecuentemente considerado como un desafecto, instalado en un pesimismo aristocr¨¢tico y desde?oso porque los seres humanos no eran como ¨¦l se merec¨ªa. Vigorelli, cr¨ªtico imprescindible en aquellos a?os de explosi¨®n de la literatura italiana posfascista, escribi¨® que Moravia estaba seriamente angustiado '... de la gangrena que amenaza al hombre moderno si no reencuentra la relaci¨®n consigo mismo, con los otros, con las cosas, con la sociedad'. Si en la literatura de Moravia el sexo era la met¨¢fora de la anexi¨®n, tambi¨¦n representa la m¨¢xima afirmaci¨®n de la vida, obligado a resolver el conflicto entre la nostalgia de la pureza y la utop¨ªa del para¨ªso. Escrita La romana en primera persona, en un lenguaje descaradamente culto, literario, impropio de Adriana, prostituta m¨¢s pedagoga que erotizante que al final de su relato teme por la nueva vida que lleva en sus entra?as, hijo de padre asesino y madre puta. Pero resuelve, pragm¨¢ticamente, que lo importante era que naciera bien y se criara sano y vigoroso.
Babelia
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