La dimensi¨®n c¨ªvica de las Artes
La cultura se ha convertido hoy en un referente un¨¢nime. No hay actividad humana, no hay programa pol¨ªtico, no hay iniciativa social, no hay apelaci¨®n ¨¦tica que no reivindique la dimensi¨®n cultural. La absoluta dominaci¨®n de su presencia, la celebrada ubicuidad de su condici¨®n, tan en consonancia con la mundializaci¨®n y la masividad de la mayor¨ªa de nuestros procesos y comportamientos, se han pagado al alto precio de la irrelevancia de sus contenidos, de la banalizaci¨®n de sus pr¨¢cticas. El producto cultural no s¨®lo ha sucumbido al destino mercantil de todo lo que cuenta en las sociedades actuales, sino que la proliferaci¨®n y el polimorfismo de sus usos lo han convertido en una mercanc¨ªa inevitable y trivial. El totalitarismo de la insignificancia en que se ha traducido, incompatible con la excelencia que es su raz¨®n de ser, ha corrompido su sentido, confin¨¢ndola en la tediosa reiteraci¨®n de lo obvio, priv¨¢ndola de su capacidad creadora. La cultura, sin que lo advirtamos, est¨¢ muriendo de su aparente ¨¦xito.
A esa desapercibida agon¨ªa ha contribuido, de manera determinante, la ferocidad acumuladora de los mercaderes de lo simb¨®lico, la obscena codicia de los traficantes de lo inmaterial que han secuestrado nuestras vidas con el pretexto de mejorar su calidad. Otras concausas han sido la cancelaci¨®n de todos los principios, la implosi¨®n de todos los valores, responsables del triunfo de la anaxiolog¨ªa como ¨²nica ideolog¨ªa de amplia circulaci¨®n ; y finalmente, la tardomodernidad, que los postmodernos llevan ya 20 a?os intentando imponernos, con la promesa de su para¨ªso de libertades blandas y con sus fervorosas, inacabables partidas de yo-yo. Es el reino cenital de los microegos fatuos y obtusos, cuyo horizonte cultural se inscribe en la monocultura americana de masa, hermana gemela del pensamiento ¨²nico, que agotan su potencia expansiva y renovadora con el viaje en torno de su ombligo.
Para sacar a la cultura de ese pozo, para acabar con su est¨¦ril enclaustramiento y restablecerla en la plenitud de sus funciones hay que apoyarse en su columna central: las Artes. Desde ellas, utilizando su capacidad germinativa y transformadora, podremos devolverle todo su aliento humano y social, toda su fecundidad individual y colectiva. La creaci¨®n del Consejo Mundial de las Artes, el lanzamiento de los Encuentros de los que este a?o celebremos la segunda edici¨®n, quieren servir a ese prop¨®sito que es una imperativa necesidad. Pero para poder satisfacerla, hay que hacer m¨¢s patente la existencia de las Artes, hay que aumentar la visibilidad de sus obras, insistir en el alcance de su acci¨®n. Porque las Artes sufren de su car¨¢cter minoritario, derivado de la condici¨®n eminente de su modalidad y de sus obras lo que hace que s¨®lo los privilegiados de la fortuna y/o de la educaci¨®n puedan acceder a su disfrute. A las otras desigualdades, cada vez m¨¢s intensas y numerosas se a?ade la del arte, entre los art¨ªsticamente ricos y los art¨ªsticamente pobres. Pues para la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos, para el gran p¨²blico, la creaci¨®n art¨ªstica se reduce a algunos nombres y a algunas manifestaciones incorporados sistem¨¢ticamente a la programaci¨®n medi¨¢tica y a los grandes circuitos comerciales de la cultura de masa. A la capacidad aniquiladora de ese rodillo compresor se debe la generalizada ignorancia de las cosas del Arte y de la realidad de las Artes en que vivimos todos. ?Cu¨¢ntos franceses, italianos o espa?oles pueden, podemos citar, dos compositores musicales noruegos actuales, tres pintores alemanes de hoy, un escultor brit¨¢nico vivo, dos core¨®grafos centroeuropeos en acci¨®n, alg¨²n autor teatral irland¨¦s de menos de 50 a?os o el m¨¢s conocido fot¨®grafo italiano?
Poner fin a esa inopia art¨ªstica, injusta y malsana, es la meta a la que apunta el conjunto de acciones, propiciadas por la Generalitat Valenciana e iniciadas en el a?o 2000. La instituci¨®n del Premio Mundial de las Artes, de concesi¨®n anual y ya en su tercer otorgamiento; la creaci¨®n de la Bienal y la organizaci¨®n de un Encuentro, que, alternativamente cada dos a?os congregan a creadores, artistas y a un numeroso p¨²blico, son antes que nada toques de atenci¨®n, proclamas abiertas sobre la importancia del fen¨®meno art¨ªstico.
Pero tambi¨¦n, ocasi¨®n de una toma de conciencia, en primer lugar de los creadores y luego de todos los agentes de las Artes, sobre la urgencia de cambiar el rumbo, asumiendo con radicalidad las responsabilidades que les competen. Comenzando por pensar globalmente la esfera art¨ªstica en su totalidad, m¨¢s all¨¢ del sectorialismo en que se encierran con demasiada frecuencia cada una de las Artes. M¨²sica, teatro, artes pl¨¢sticas, danza, cine, arquitectura, dise?o, no como compartimentos estancos sino como las varillas de un mismo abanico, como los componentes de un mismo dispositivo para un mismo combate. ?ste fue el tema capital del Foro-Encuentro de hace dos a?os: conservar la total autonom¨ªa de cada Arte, pero cancelar su reduccionismo end¨®geno mediante la transversalidad de su autoconsideraci¨®n y de sus intervenciones. Luciano Berio lo dijo, con gran agudeza, al postular una interacci¨®n irrestrictiva de m¨²sica y arquitectura, de teatro y escultura, de danza y artes pl¨¢sticas etc. La producci¨®n art¨ªstica, sus obras y objetos deben ser intersectoriales y multipolares, el mestizaje, no s¨®lo en su inspiraci¨®n y or¨ªgenes, sino en sus procesos y en sus modos es la mejor garant¨ªa del cumplimiento de sus fines, del logro de sus objetivos.
La implosi¨®n del solipsismo postmoderno ha resituado las Artes en el mundo. Un mundo en el que la indefensi¨®n y la perplejidad frente a tantos dramas y amenazas han acabado otorgando al cuestionamiento y a las rupturas el rol de posibles esperanzas. Las Artes y su resistencia a lo convencional y generalizado, su pulsi¨®n contestadora de la banalidad al uso pueden constituir un factor decisivo de movilizaci¨®n y cambio. Claro que para ello han de aceptar ensuciarse las manos. No dejando de ser lo que son, no renunciando a crear desde la m¨¢s incondicionada de las opciones y la m¨¢s extremada independencia, pero sabiendo y queriendo, que su obra y su acci¨®n se destinen a una realidad de la que son corresponsables. Esa responsabilidad que, a falta de mejor palabra, llamamos c¨ªvica, es la que va a guiar los an¨¢lisis, las reflexiones, los debates y las propuestas que van a poblar el Foro que en este Programa se anuncia. El enunciado de los temas de las doce mesas, en que se declina el Encuentro, as¨ª lo delatan, echando la piedra sin esconder la mano: vocaci¨®n p¨²blica, responsabilidad civil, responsabilidad c¨ªvica, los p¨²blicos como campo de batalla, danza y sociedades, el teatro contra la alienaci¨®n, el arte y las ense?anzas p¨²blicas, etc. Las Artes salen del gheto y obstin¨¢ndose en seguir siendo s¨®lo procesos de creaci¨®n, se instalan en el fragor del mundo e intentan hacer fecundo el caos.
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