Problema constituyente
La f¨®rmula para dar respuesta al problema de la distribuci¨®n territorial del poder a partir de y con base en la Constituci¨®n me parece que es la que mejor responde a la constituci¨®n material territorial de Espa?a. Es una f¨®rmula que no est¨¢ decidida sino ¨²nicamente posibilitada por la Constituci¨®n y que se alcanz¨® en un proceso pol¨ªtico de desarrollo de la Constituci¨®n, en el que el momento de la negociaci¨®n del Estatuto vasco fue posiblemente el m¨¢s significativo, en la medida en que permiti¨® incorporar al consenso constituyente a quienes se hab¨ªan abstenido en el refer¨¦ndum de aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, pero que tuvo otros tambi¨¦n singularmente importantes, como fue la negociaci¨®n pr¨¢cticamente simult¨¢nea del Estatuto catal¨¢n y de la Ley Org¨¢nica de Financiaci¨®n de las Comunidades Aut¨®nomas, el refer¨¦ndum del 28-F de 1980 en Andaluc¨ªa, el fracaso del golpe de Estado del 23-F de 1981 y los Pactos Auton¨®micos del verano de 1981, en los que se cerr¨® en cierta medida lo que la Constituci¨®n hab¨ªa dejado abierto.
La definici¨®n constitucional de la estructura del Estado llev¨® mucho m¨¢s tiempo que la de los dem¨¢s elementos de nuestro sistema constitucional, que quedaron definidos en 1978. Y llev¨® mucho m¨¢s tiempo, porque ¨¦se era el problema realmente constituyente con el que ten¨ªa que enfrentarse la sociedad espa?ola, al que no se pudo extender el consenso inicial alcanzado en todo lo dem¨¢s. El consenso respecto de la estructura del Estado no fue un consenso constituyente, sino posconstituyente, porque fue mucho m¨¢s trabajoso de conseguir.
Elemento esencial de ese consenso posconstituyente fue la aceptaci¨®n por los nacionalismos vasco y catal¨¢n, y en menor medida por el gallego, del principio de la unidad pol¨ªtica del Estado espa?ol y el compromiso de ejercer su derecho a la autonom¨ªa en el marco de ese principio de unidad. No era el ¨²nico problema para definir constitucionalmente la estructura del Estado, como el refer¨¦ndum andaluz del 28-F de 1980 pondr¨ªa de manifiesto, pero s¨ª era el m¨¢s urgente y el que ten¨ªa una carga pol¨ªtica mayor.
Ese consenso constituyente y posconstituyente se alcanz¨® en medio de una presi¨®n terrorista extraordinariamente intensa, mucho m¨¢s que la que estamos padeciendo en estos ¨²ltimos a?os. El terrorismo fue una dificultad a?adida en nuestra transici¨®n democr¨¢tica, pero no impidi¨® que se hiciera pol¨ªtica y pol¨ªtica de Estado. Y que se continuara haciendo pol¨ªtica de este tipo a lo largo de varias legislaturas estatales y auton¨®micas, con una colaboraci¨®n permanente, a veces decisiva, de los partidos nacionalistas en la gobernabilidad del Estado. El terrorismo ha sido una dificultad, pero no ha sido un obst¨¢culo para que se hiciera pol¨ªtica durante muchos a?os y para que se renovara t¨¢citamente el consenso constituyente y el posconstituyente, en el que se inclu¨ªan todos los partidos, tanto los estatales como los nacionalistas.
Esto es lo que se ha roto en estos ¨²ltimos a?os, en los que curiosamente un partido que no particip¨® y estuvo en contra del consenso constituyente y posconstituyente respecto de la estructura del Estado, est¨¢ utilizando el terrorismo con la finalidad de expulsar de dicho consenso al nacionalismo vasco, cuya derrota se considera condici¨®n sine qua non para poder acabar con ETA.
?Puede extra?arse alguien de que en estas circunstancias la respuesta del Gobierno vasco haya sido la que ha sido? ?Puede extra?arse alguien de que est¨¦ teniendo la resonancia que est¨¢ teniendo ya en Catalu?a? ?No se ha parado nadie a pensar que, con esa pol¨ªtica, adem¨¢s de con un problema terrorista nos ¨ªbamos a tener que enfrentar con un problema constituyente?
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