Cabezas de gallo
AHORA QUE se corre la marat¨®n del estilo internacional, y la literatura se va convirtiendo en rentable fen¨®meno de dicci¨®n estandarizada; ahora, precisamente, contemplamos asombrados el lento renacer de los poetas raros, las voces singulares de Jaime S¨¢enz, de Bolivia; Jorge Eduardo Eielson, de Per¨²; Aurelio Arturo, de Colombia; Jorge Teillier, de Chile; Mu?oz Rojas, de Espa?a. Ahora, pues, empiezo a preguntarme si acaso estar¨¢ pr¨®ximo el tiempo de Alfredo Gangotena y C¨¦sar D¨¢vila Andrade, poetas-¨ªnsulas extraviados todav¨ªa en la historia literaria de Am¨¦rica.
Gangotena escribi¨® la mayor parte de sus poemas en franc¨¦s y ello determin¨® su relaci¨®n con sus contempor¨¢neos y la posteridad. Nacido en 1904, fue con su familia a Par¨ªs a los 16 a?os y volvi¨® a Quito a los 24, en 1928. Ese a?o, Jean Cocteau y Max Jacob consiguieron que la Nouvelle Revue Fran?aise publicara Orog¨¦nie, su primer libro, un poemario intenso que invocaba a Pascal, hablaba del cordero m¨ªstico e invitaba a ser paciente y so?ar; lo hac¨ªa de modo sobrecogedor, con vers¨ªculos de enorme fuerza y metaforizaci¨®n vertiginosa que anunciaban ya un destino: 'El ¨¢ngel ronca, / el ¨¢ngel en acecho. / En la estridencia de mis o¨ªdos, el ¨¢ngel prepara su nido siniestro'. Un nido siniestro parece haber sido, en efecto, Quito para Gangotena, que fue acusado de afrancesamiento y condenado al silencio. Desde su destierro ecuatoriano public¨® tres nuevos libros: Absence (1932), Nuit (1938), aparecido en B¨¦lgica, y Tempestad secreta (1940), su ¨²nico libro escrito en castellano. En esos a?os, en Am¨¦rica Latina se expand¨ªa la novela de la revoluci¨®n, la sabana, la selva; en Ecuador, una espl¨¦ndida generaci¨®n de escritores hac¨ªa del realismo social un modelo can¨®nico y excluyente. Gangotena muri¨® en 1944, a los 40 a?os, en la misma soledad oprobiosa que lo rode¨® desde su regreso.
El biling¨¹ismo de Gangotena no era ¨²nico. Contempor¨¢neos suyos como Vicente Huidobro y C¨¦sar Moro escribieron tambi¨¦n en franc¨¦s, pero los dos trascendieron el destino espurio que les ten¨ªa reservada la lengua. La pose vicaria y el adem¨¢n histri¨®nico de Huidobro dio m¨¢s frutos que su mejor libro, Altazor; y Moro, peruano, tuvo un gran pa¨ªs y grandes c¨®mplices: la aventura surrealista. Gangotena, en cambio, era un poeta sin pares en Am¨¦rica Latina -el ¨²nico expresionista, seg¨²n Am¨¦rico Ferrari-, un ser sin m¨¢scaras y sin patria. Elogiado por Jean Cocteau, Max Jacob y Trist¨¢n Tzara, fue descrito por Pablo Neruda como 'un maravilloso poeta olvidado'. Su nombre consta en alguna historia de la literatura francesa, pero padece todav¨ªa el olvido tenaz de la cr¨ªtica hispanoamericana. S¨®lo en 1956 fue publicada la obra de Gangotena en Quito, reeditada una sola vez, en Guayaquil, en 1978.
A C¨¦sar D¨¢vila Andrade le dec¨ªan El Fakir por su talante ajeno a todo lo material. Con poco m¨¢s de treinta a?os -hab¨ªa nacido en Ecuador en 1917- abandon¨® su pa¨ªs para siempre: 'Esta tierra muerde a sus hijos', escribi¨® en su primer libro, 'esta tierra nos siembra vivos'. Esa tierra era los Andes, que exhib¨ªa la sacralidad de un gran templo: una catedral salvaje. D¨¢vila public¨® ocho libros de poemas y tres de relatos. En su obra, la representaci¨®n hist¨®rica inicial fue nutri¨¦ndose poco a poco de una m¨ªstica escrutadora, que no le hizo abandonar al ser humano concreto como centro de su meditaci¨®n, aun en el leve desasimiento terrenal de su poes¨ªa postrera. Dicen que era un ser bellamente an¨®malo: una flor extra?a. Su po¨¦tica va m¨¢s all¨¢ de cualquier orientaci¨®n com¨²n, escol¨¢stica: 'El poema debe ser extraviado totalmente / en el centro del juego'. Su filo ideol¨®gico tiene una condici¨®n subversiva extrema: 'S¨®lo el infierno puede hacer verdaderos m¨¢rtires, / porque la salvaci¨®n es el peor de los descaros / en nuestra ?poca'. D¨¢vila se suicid¨® en M¨¦rida, Venezuela, en 1967, cuando ten¨ªa 48 a?os. Evoc¨¢ndolo, Eugenio Montejo escribi¨® que sus libros 'recogen el temblor de un hombre inmolado en el camino de s¨ª mismo'. Los esfuerzos de sus amigos, de la editorial Monte ?vila, que en 1970 public¨® una antolog¨ªa de sus poemas, no han sido suficientes para recuperar su nombre.
Un a?o antes de morir, D¨¢vila titul¨® uno de sus libros de relatos con una expresi¨®n popular definitoria: Cabeza de gallo. Sin duda cabeza de gallo fueron ¨¦l y Gangotena, pero he aqu¨ª que hoy sentimos que sus nombres, como el de los otros raros, deber¨ªan volver a ser convocados; hoy, cuando la alegre floraci¨®n del estilo internacional llega a nuestras letras.
Mario Campa?a (Ecuador, 1959) es autor de libros como D¨ªas largos y otros poemas (Debolsillo).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.