La econom¨ªa del miedo
Inicio este art¨ªculo con una necesariamente larga y sorprendente cita: '... como manejan el dinero de otros m¨¢s que el suyo (los directores) no puede esperarse que velen por ¨¦l con la ansiosa vigilancia con que los socios de una compa?¨ªa privada suelen vigilar el suyo... Por consiguiente, la negligencia y la prodigalidad, prevalecen, m¨¢s o menos, en la direcci¨®n de los negocios de las tales Compa?¨ªas... Sin un privilegio exclusivo (las Compa?¨ªas por acciones) generalmente han manejado mal el comercio. Con un privilegio exclusivo lo han manejado mal y lo han reducido'.
He escrito 'sorprendente' y puede que eso haga sonre¨ªr, con mayor o menor indulgencia, a un profesor de econom¨ªa. Pero a los que sin serlo hemos tenido la costumbre de estar un poco al corriente del mayor n¨²mero posible de cosas, s¨ª que nos sorprenden, leg¨ªtimamente, esas palabras por venir del fundador de la econom¨ªa moderna, Adam Smith. O sea, que no s¨®lo los gobiernos eran enemigos del libre comercio (hablamos del siglo XVIII y anteriores) sino tambi¨¦n los grandes hombres de negocios. En cuanto a los accionistas, estaban ajenos a todo menos al 'dividendo que los directores consideran adecuado se?alarles'. Casos como Enron y similares se estaban gestando ya en la ¨¦poca de Adam Smith y, con el paso del tiempo, la creciente complejidad de las grandes corporaciones ser¨ªa causa del desplazamiento progresivo de los propietarios y de sus presuntos representantes, los consejos de administraci¨®n. Directores y administradores son quienes hacen y deshacen. Son los 'integradores' de Toffler; quien nos recuerda que tambi¨¦n ocurri¨® lo mismo en los pa¨ªses comunistas. Trotski, en el exilio, denunci¨® la existencia de cinco o seis millones de directores y aunque los medios de producci¨®n estaban en manos del Estado, el Estado a su vez, era propiedad de esa burocracia. 'El temor a los directores fue el tema central de la China de Mao'.
Se pod¨ªa pensar y se ha pensado, que estas ¨¦lites tecnocr¨¢ticas no se mov¨ªan impulsadas, s¨®lo por amor al dinero ni a los accionistas. Capitalistas de mente y de alma, su patria era la empresa, aunque no necesariamente siempre la misma empresa. Maticemos: su patria era el trabajo bien hecho, incluyendo en este concepto el estudio minucioso del mercado en su viabilidad presente y futura. De pronto, en Am¨¦rica y en Europa esta m¨ªstica se viene abajo desde dentro y arrastra, como no pod¨ªa ser de otro modo, a los propios auditores. No todo el gran capitalismo es Enron, las manzanas podridas ser¨¢n castigadas, claman los pol¨ªticos, y en efecto as¨ª es. No todos los altos ejecutivos se embolsan centenares de millones de euros (o d¨®lares) al a?o; pero s¨ª los suficientes para hundir la confianza en el sistema. Incluso en Estados Unidos, pa¨ªs caracterizado por su inclinaci¨®n al riesgo en asuntos econ¨®micos. Se vio en los a?os previos a la Gran Depresi¨®n, de incre¨ªble euforia; y m¨¢s recientemente se ha visto con el entusiasmo prematuro sembrado y recogido por la nueva econom¨ªa. El norteamericano es consumista y es inversor, de ah¨ª que los bancos tengan en USA menos relevancia que en Europa.
Por el contrario, el norteamericano es m¨¢s vulnerable a la agresi¨®n f¨ªsica. Es comprensible, no la hab¨ªa sufrido nunca en propia carne. La destrucci¨®n de las Torres Gemelas fue un golpe terrible, un drama con muchos componentes, entre los que no se ha resaltado bastante uno de ellos, el factor sorpresa. Anonadamiento que as¨ª entraba en los c¨¢lculos del hombre medio como en los m¨ªos un viaje a la luna. 'Painful (doloroso), horrible, criminal', pero sobre todo tal vez, incredible. Esta clase de p¨¢nico, el de lo inesperado, no se ha sentido tan hondamente, en Europa, con su larga tradici¨®n de guerras internas y externas. Aqu¨ª el miedo no se habr¨ªa metastasizado invadiendo todas las esferas de la vida. Por ejemplo, la econ¨®mica. Ah¨ª est¨¢, creo yo, la m¨¦dula del asunto. La econom¨ªa mundial, por las gracias y desgracias de Silicon Valley, se hab¨ªa desacelerado peligrosamente antes del 11-S. El ataque a las Torres y al Pent¨¢gono, con sus consecuencias tangibles derivadas, supuso un 0,15% del PIB de Estados Unidos; en t¨¦rminos relativos, una cantidad insignificante para un pa¨ªs tan grande y tan rico. Pero el efecto psicol¨®gico sobre la econom¨ªa fue mucho mayor y a¨²n hoy lo estamos sufriendo todos. La pregunta es si estamos inmersos en una crisis econ¨®mica como las que son recurrentes en el sistema capitalista o por el contrario, el fen¨®meno es nuevo y su duraci¨®n y gravedad rechaza toda profec¨ªa. La venalidad de unos directivos ('habr¨ªa que colgarles a todos', dijo O'Neill, refiri¨¦ndose a los delincuentes) explica la desconfianza de los inversores, pero el caso tiene precedentes y no basta para destruir la fe ciega de los americanos en el sistema. ?Entonces?
T¨¦cnicamente es posible ponerle freno a las 'burbujas' y a la corrupci¨®n de unos cuantos o unos muchos ejecutivos. Se han tomado ya medidas y se ir¨¢n a?adiendo otras. Se abre paso la postura a favor de una mayor regulaci¨®n del mercado. Pero esto, ?le devolver¨¢ la confianza al ciudadano? ?perdurar¨¢ en cambio la que ya ha sido llamada 'econom¨ªa del miedo'?. Durante la Gran Depresi¨®n, el deseo de consumir coexisti¨® durante largos a?os con una estructura productiva intacta. Absurdamente (?) el paro y la pobreza no dejaron de extenderse. Se idearon mecanismos para que 'aquello' no volviera a ocurrir. Con el paso de los a?os se fue diluyendo el miedo, pero qued¨® el recelo. La situaci¨®n actual puede ser infinitamente m¨¢s grave. A la lucha por los escasos recursos naturales acude un terrorismo pol¨ªtico-religioso que halla un eco favorable en buena parte del planeta. Bombardear o no bombardear Irak. Desde el punto de vista econ¨®mico, ambas opciones plantean escenarios que coinciden en ser meras profec¨ªas, pues todos ellos presentan multitud de imponderables que no ten¨ªan ni pod¨ªan tener en cuenta los economistas cl¨¢sicos. Los gobiernos act¨²an al 'como si' o al 'como si no', seg¨²n se mire. Aunque no todo, mucho tiene que ver con ello el electoralismo. No dir¨¢n que estamos al principio de una nueva y temible era, pues ser¨ªa, sin curarse en salud, a?adirle miedo al miedo. Irak, el petr¨®leo, la bolsa, la corrupci¨®n de auditados y auditores... Eso afecta poco al islote espa?ol, a tenor de los c¨¢lculos de Rato y Montoro. Mientras convengan, claro.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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