Lecci¨®n de humanidad

Nacho Duato convoc¨® a su sant¨ªsima trinidad: Mats Ek, William Forsythe y Jir¨ª Kyli¨¢n. Son tres pilares de la danza contempor¨¢nea mundial, artistas de referencia, creadores de un lenguaje diferente y un estilo propio. Con tanta divinidad junta, sucedi¨® lo previsible: una bendici¨®n de buen baile cay¨® sobre el teatro de La Zarzuela (Madrid). Todo qued¨® impregnado de la humanidad de Ek y de la descarga de alta tensi¨®n de Forsythe.

Mats Ek siempre mira a la danza con ¨¦tica. El compromiso con el hombre -como sucede con B¨¦jart- es su sello. Para ¨¦l, s¨®lo lo moral es bello. Lo demuestra con el Solo for two (1996), presentado por la Compa?¨ªa Nacional de Danza (CND). Un hombre en pijama azul sue?a, y en su quimera aparece la mujer amada. Ella, en un camis¨®n beis, le corresponde con otro ensue?o. Florece un mundo de pasiones y sentimientos: un d¨²o de amor de una intensidad psicol¨®gica y una comunicaci¨®n emocional impresionante, brillantemente ejecutado por Tamako Akiyama y Thomas Klein.

El core¨®grafo sueco conmueve por su autenticidad. Crea sin trampas. Con una narraci¨®n limpia, directa, transparente: la chica se rasca su trasero sin complejos; el chico simula una erecci¨®n. Ek sabe qu¨¦ dice, c¨®mo lo dice y por qu¨¦ lo dice: mean, gritan, vibran, copulan... Todo discurre sin disfraces est¨¦ticos, sin la ret¨®rica de la artificiosidad tan recurrente en la ¨®pera, el teatro o el ballet de hoy en d¨ªa para disfrazar un mediocre contenido con un vistoso continente.

Manicomios y doncellas

Este apego al ser humano lo avalan muchas obras en sus d¨¦cadas de carrera. Situ¨® Giselle en un manicomio estremecedor; llen¨® El lago de los cisnes de seres calvos y transgresores; cre¨® una Carmen ambientada en la guerra civil espa?ola; trat¨® con humor y reverencia, en Ni?os viejos, la cara y la cruz de la infancia y la vejez; convirti¨® a La bella durmiente en una doncella yonqui, o revisti¨® su Bernarda lorquiana con un toque humanista. 'No tengo la ambici¨®n de perpetuar mi estilo, probablemente morir¨¢ conmigo', ha manifestado alguna vez Ek. Tiene raz¨®n: se puede transmitir un lenguaje, pero nunca un temperamento.

El remanso de amor de Ek abri¨® camino a la descarga el¨¦ctrica de Forsythe. Casi electrocuta los cimientos de La Zarzuela. Enemy in the figure (1989) es una muestra de la capacidad de invenci¨®n de este core¨®grafo. El primer mandamiento de su creaci¨®n es el orden. Una prodigiosa distribuci¨®n de la geometr¨ªa del cuerpo y del espacio esc¨¦nico preside este trabajo. Pero el creador de la naturaleza puede destruirla. Llega el caos, el desorden y la deconstrucci¨®n. El blanco queda cubierto por el negro. La luz cede ante el avance de las sombras. Los bailarines viajan del silencio y de la respiraci¨®n pausada, a ese uso tan personal de la pirueta o el fouett¨¦ arabesque; del paso lento de un proyector sobre ruedas y de su luz arrojada sobre un gran muro, a la violencia extrema de las formas del cuerpo. As¨ª, este Enemy in te figure (luci¨® m¨¢s limpio en el Teatro Real el a?o pasado) parece un avi¨®n al despegar: siempre va hacia arriba con una propulsi¨®n m¨¢gica.

Duato y Kyli¨¢n abrieron la velada. El director de la CND ambienta sus Sue?os de ¨¦ter (1986) en una atm¨®sfera de opresi¨®n. Ocho mujeres (excelente el trabajo de las bailarinas) padecen las angustias de la vida. Hay dolor y sufrimiento.

No more play (1988), de Kyli¨¢n, es una pieza bonita. Sin m¨¢s. Una peque?a miniatura de bella factura carente de emoci¨®n. El acertado dise?o de luces pone toda la intenci¨®n que le falta a la coreograf¨ªa.

Un v¨¦rtice de la sant¨ªsima trinidad obr¨® el milagro. Se llama Solo for two: un sue?o de amor de m¨¢s de veinte minutos. Quiz¨¢ el espect¨¢culo m¨¢s apasionante de danza visto en Madrid en los ¨²ltimos tiempos.