La cabeza contra el trasero
Si como dice el historiador Edward H. Carr, para estudiar una pel¨ªcula deber¨ªa estudiarse antes al director (What is History, 1961), el caso de Matthew Barney resultar¨ªa de lo m¨¢s paradigm¨¢tico. Akira Kurosawa sent¨ªa un gran amor por el Jap¨®n premoderno y esto le ven¨ªa de sus v¨ªnculos personales con el mundo de los samur¨¢is (de joven estudi¨® el manejo de la espada tradicional). Rossellini adoraba la historia francesa y su sumo pont¨ªfice era Philippe Erlanger. En su aplaudida Le prise de pouvoir de Louis XIV se inspir¨® en su biograf¨ªa del Rey Sol, en las m¨¢ximas de La Rochefoucauld y en las memorias de Saint-Simon para reproducir el espect¨¢culo palaciego y la cocina de la corte de Versalles. La escena final, en la que el rey y su sastre dise?an los ostentosos trajes que han de vestir los cortesanos, muestra al monarca en la soledad de su despacho, quit¨¢ndose la capa y la peluca mientras contempla su condici¨®n de mortal. Para Rossellini, el cine era el medio ideal para entender el presente a trav¨¦s del pasado.
Sus pel¨ªculas eluden la historia y recrean ficciones intemporales
Matthew Barney (San Francisco, 1967) parece un estadounidense de lo m¨¢s corriente. Le gusta el rugby, la F¨®rmula 1, los trucos de magia, las chicas-Bond, los rascacielos, las serpientes de Richard Serra y... las patatas. Vaya vulgaridad. Los zapatos femeninos que calzan un tobillo de garza son su obsesi¨®n. Nunca antes, desde el joven Warhol, un artista hab¨ªa puesto los pies en las nubes. Pero Barney no es ni Rossellini ni Kurosawa. Sus pel¨ªculas eluden la historia y recrean ficciones intemporales. Esculturas de silicona, viscosidades de pl¨¢stico autolubricante, desnudos mutantes, b¨®lidos bramando y androides pueblan un mundo recargado y her¨¦tico listo para excitar las mentes. 'Para m¨ª, las formas no tienen realmente vida hasta que no han sido digeridas por la estructura narrativa', afirma. Ni los h¨¦roes-villanos de Marlowe ni los monstruos shakespearianos forman parte de su cat¨¢logo como cineasta. Y si hubiera una lectura gn¨®stica que le sirviera para sus implacables deslices imaginativos, ¨¦sta ser¨ªa el Blake de El matrimonio del cielo y el infierno.
?Existen claves biogr¨¢ficas en el trabajo de Barney? Sabemos que de peque?o acompa?aba a su padre al Bronco Stadium, en Idaho, para ver a su equipo de rugby preferido; y que admiraba la heroicidad de Jim Otto, que lleg¨® a jugar un partido con una rodilla de pl¨¢stico (la pr¨®tesis aparece en Cremaster 3). Curs¨® Bellas Artes en Yale y se pagaba los estudios haciendo de modelo, de ah¨ª que su pasi¨®n por el transformismo y el atuendo resulte en sus filmes un prodigioso t¨®nico para la vista. Pero hay m¨¢s. Sus pel¨ªculas, tildadas por un sector de la cr¨ªtica americana de 'faloc¨¦ntricas' y machistas, representan la apolog¨ªa del m¨²sculo que, seg¨²n el autor, 'controla la posici¨®n de los test¨ªculos y que var¨ªa en funci¨®n de la temperatura. Si el cremaster est¨¢ fr¨ªo, como si estuviera en un glaciar, hace que los test¨ªculos se retraigan al interior del cuerpo'.
El pasado verano, el Museo Ludwig de Colonia proyect¨® por primera vez las cinco entregas (The Cremaster Cycle, 1994-2002). Adem¨¢s, una exposici¨®n con las maquetas y los objetos de sus fantas¨ªas grotescas y barrocas completaba el cuerpo del monstruo de cinco cabezas y lo convert¨ªa en un Nov¨ªsimo Testamento que, ahora en Par¨ªs, vuelve a sugerir un mundo que transporta algo admirable, con unos personajes salidos de la maquinaria cristiana de la salvaci¨®n, con un engranaje no tiene l¨ªmites a la hora de hacer pedazos la historia, trascender la naturaleza humana y predicar el apocalipsis de la masculinidad. Cremaster ser¨ªa el m¨²sculo de la historia que permanece enhiesto ante la implacable caricia de la destrucci¨®n. El hiperb¨®lico er¨®tico de Barney se manifiesta, por fin, en un c¨ªrculo herm¨¦tica y definitivamente cerrado. O dicho con sus palabras, una forma de 'apretar la cabeza contra el trasero'.
Barney cre¨® las cinco entregas en estudioso desorden. La primera fue el anabolizante y estrafalario Cremaster 4, rodada en la isla de Man. El ¨²ltimo, Cremaster 3, el m¨¢s caro y ruidoso, el m¨¢s esot¨¦rico y mon¨®tono, tiene como escenario el Chrysler Building de Nueva York, con su imaginer¨ªa latiendo desde el glamouroso Cloud Bar. La buena reputaci¨®n de Barney como artista ha atra¨ªdo a sus plat¨®s de plastilina personajes como Norman Mailer (interpretando a Harry Houdini), Ursula Andress (The Queen of chain) o Richard Serra (en el papel del arquitecto Hiram Abiff). El mismo Barney se disfraza de obrero aprendiz francmas¨®nico, s¨¢tiro de piel rojiza o de Gary Gilmore transmutado casi en mujer. Unos ba?os h¨²ngaros, un glaciar, el estadio de rugby de su ni?ez o el Guggenheim en Manhattan son otros escenarios donde el artista ha hecho crecer a su bestia, una criatura en estado prenatal y con el sexo todav¨ªa sin diferenciar.
La androginia es, pues, el te-
ma central -si lo hubiere- de esta pentalog¨ªa que recorre desde los mitos mormones hasta los irlandeses, pero tambi¨¦n toda la ret¨®rica de la pasi¨®n atl¨¦tica o la apicultura. Barney coincide con Beuys en su b¨²squeda de la forma, una forma que ser¨ªa la base misma del hecho art¨ªstico, y que encontramos en los 'constructos' culturales y en la propia naturaleza.
El montaje del Ludwig elud¨ªa el excesivo valor que se le suele otorgar a la pieza en s¨ª, pero tambi¨¦n representaba el paroxismo de la imaginaci¨®n plasmada en objetos que viven paralizados en un estado intermedio entre lo fluido y lo s¨®lido. Se establecen as¨ª relaciones entre el cine, la escultura y la arquitectura: las pel¨ªculas se proyectaban en una gran pantalla, en el ala derecha del hall, mientras que en las salas de la izquierda se contemplaba el escenario en tres dimensiones, adem¨¢s de las pel¨ªculas en peque?os monitores. La silla de montar b¨²falos (Cremaster 2) forrada con lentejuelas doradas provocar¨ªa la envidia -m¨¢s bien insana- de Jeff Koons. Las salas llenas de patatas, las celdas de abeja, el utillaje mas¨®nico o los Chrysler Imperial de 1967 que siempre esconden un cad¨¢ver descuartizado son algunos signos que castigan nuestra capacidad imaginativa.
Bienvenidos al Planeta Barney, con su viaje hacia la fantas¨ªa y sus insatisfacciones.
The Cremaster Cycle. Mus¨¦e d'Art Moderne de la Ville de Paris. Hasta el 5 enero de 2003. Guggenheim de Nueva Yor. Desde el de 14 febrero hasta el 11 mayo de 2003.
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