La imagen ante el espejo
Las memorias de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez son tan fulgurantes como sus novelas, pero tienen la ventaja de que las vuelven a contar desde el lado de la realidad. El lenguaje respira el mismo ox¨ªgeno opulento y la misma tensi¨®n de El oto?o del patriarca, el tiempo teje sus hilos de ara?a hechicera con un vaiv¨¦n que se parece al de Cien a?os de soledad y, a la inversa de las novelas, donde la fuerza de la narraci¨®n torna veros¨ªmil lo imposible, en las memorias todo lo sucedido parecer¨ªa imposible si no se supiera que es cierto.
El punto de partida del relato ocupa m¨¢s de ciento cincuenta p¨¢ginas de las casi seiscientas que tiene el libro, pero sin ese comienzo no habr¨ªa memorias ni tampoco, acaso, novelista. Lo que le sucede a Garc¨ªa M¨¢rquez un mediod¨ªa de febrero de 1950, cuando le falta un mes para cumplir 23 a?os, es una epifan¨ªa en el sentido que daba James Joyce a esa palabra, es decir, la 's¨²bita manifestaci¨®n espiritual' del pasado.
VIVIR PARA CONTARLA
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez Mondadori. Barcelona, 2002 590 p¨¢ginas. 25,50 euros
Vale la pena resumir las cir
cunstancias para entender por qu¨¦ la vida del autor se parte en dos. Es cuando su madre, Luisa Santiaga M¨¢rquez de Garc¨ªa, le pide que la acompa?e a Aracataca a vender la casa, la ¨²nica posible que es la de sus abuelos maternos, donde Garc¨ªa M¨¢rquez viv¨® hasta los ocho a?os. La venden pero Gabriel se marcha dos d¨ªas m¨¢s tarde de la aldea natal con el tesoro de casi todas las historias que habr¨ªa de contar en la vida.
Las memorias son intrincadas como un rizoma y exhalan una alegr¨ªa que se ha vuelto la sustancia misma de su lenguaje. En vez de Vivir para contarla, el libro deb¨ªa de haberse llamado, Vivir para gozarla, porque hasta los peores infortunios de la miseria, el hambre y las enfermedades est¨¢n narrados con un humor invencible.
Tal como sucedi¨® con la Autobiograf¨ªa de Jorge Luis Borges, que se public¨® por primera vez en castellano hace cuatro a?os, las memorias de Garc¨ªa M¨¢rquez establecen desde el principio el entramado sutil que une la historia del escritor con la historia de su propio pa¨ªs.
El coronel M¨¢rquez, el telegrafista Garc¨ªa y todas las caudalosas familias que ambos engendran, encarnan el destino de la patria no como protagonistas -con la excepci¨®n ¨²nica del autor- sino como v¨ªctimas o testigos. Garc¨ªa M¨¢rquez y sus antepasados son el ¨¢vido viento caribe que recoge todo lo que encuentra a su paso: desde las guerras civiles de las que participa el abuelo materno hasta el fusilamiento de tres mil manifestantes durante la huelga que acaba con la compa?¨ªa bananera, en 1928. El confuso episodio es contado en las memorias del derecho y del rev¨¦s, con un orden tan arbitrario y a la vez tan certero que el autor no pod¨ªa concluir esa parte del relato sino con una frase que tal vez defina todo el libro: 'Tantas versiones encontradas han sido la causa de mis recuerdos falsos'.
Los recuerdos de la juventud tienen, sin embargo, el aire de la verdad m¨¢s transparente: desde las escuelas en Barranquilla hasta el poderoso tejido de amigos inseparables en el que Garc¨ªa M¨¢rquez entra por derecho propio a los 21 a?os, en la costa caribe. Todos esos detalles contados como un delta sin fin van dibujando el proceso de formaci¨®n y afirmaci¨®n de un escritor que ha nacido s¨®lo para eso.
Hay varias historias paralelas en Vivir para contarla que constituyen, de por s¨ª, novelas aparte. Una de esas novelas expone el torrente sexual que casi ahoga al autor, desde que a los 12 a?os, en Sucre, lleva un recado al burdel La Hora y una de las pupilas que dorm¨ªa la siesta echa la tranca a la puerta y le ordena: 'Ven ac¨¢', hasta que en la p¨¢gina 560 se despide de Martina Fonseca, la mujer radiante de un pr¨¢ctico de vapores que lo ha adiestrado para las tretas de la escuela y para las de la vida. Otras historias paralelas son las mudanzas del hogar, de las cuales la mejor contada es tambi¨¦n la m¨¢s estremecedora: aqu¨¦lla en la que la madre, que teme perder al padre para siempre en las tentaciones de Sucre, organiza un viaje desde Barranquilla, con todos los hijos, y a ¨²ltima hora descubre que est¨¢ corta de fondos porque a los menores de 12 a?os les descuentan s¨®lo el 30% y no la mitad del pasaje.
Las dos que este cr¨ªtico pre
fiere, sin embargo, impregnan todo el libro: una es la puntual novela del novelista Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, que comienza en la p¨¢gina 118 de las memorias. 'Me cost¨® mucho aprender a leer', escribe all¨ª, por la falta de l¨®gica de un alfabeto que tiene letras mudas y otras que se llaman de un modo pero se pronuncian de otro, como la eme. A ese afluente corresponde la revelaci¨®n del origen de la palabra Macondo y el punto de arranque de cada uno de los libros que ha publicado, con excepci¨®n del pen¨²ltimo, Noticia de un secuestro.
La ¨²ltima es una historia de amor que empieza en Sucre, al cabo de una de las peores semanas de disipaci¨®n de toda la vida. Garc¨ªa M¨¢rquez estaba a punto de terminar la escuela secundaria cuando fue invitado a los tres bailes de gala de Cayetano Gentile, que se convertir¨ªa con el tiempo en el Santiago Nasar de Cr¨®nica de una muerte anunciada. All¨ª encontr¨® a una ni?a vestida de organza, con la que bail¨® las tres noches, y a la que casi enseguida le propuso matrimonio con toda seriedad. Esa pasi¨®n s¨²bita que estalla en la p¨¢gina 282 iba a durar sesenta a?os, pero en el punto en que terminan las memorias Garc¨ªa M¨¢rquez est¨¢ y¨¦ndose a Europa por primera vez, y s¨®lo all¨ª, en Ginebra, recibe la respuesta feliz a la carta de apremio que le ha enviado a Mercedes Barcha.
En el legendario g¨¦nero de las memorias, que quiz¨¢ sea m¨¢s antiguo que la escritura, los lectores encuentran por lo general un relato no de lo que el autor es sino de lo que querr¨ªa ser ante la historia. Lo mejor que se puede decir de Vivir para contarla es que, de todos los admirables libros de Garc¨ªa M¨¢rquez, es el que m¨¢s se le parece.
Las memorias de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez son tan fulgurantes como sus novelas, pero tienen la ventaja de que las vuelven a contar desde el lado de la realidad. El lenguaje respira el mismo ox¨ªgeno opulento y la misma tensi¨®n de El oto?o del patriarca, el tiempo teje sus hilos de ara?a hechicera con un vaiv¨¦n que se parece al de Cien a?os de soledad y, a la inversa de las novelas, donde la fuerza de la narraci¨®n torna veros¨ªmil lo imposible, en las memorias todo lo sucedido parecer¨ªa imposible si no se supiera que es cierto.
El punto de partida del relato ocupa m¨¢s de ciento cincuenta p¨¢ginas de las casi seiscientas que tiene el libro, pero sin ese comienzo no habr¨ªa memorias ni tampoco, acaso, novelista. Lo que le sucede a Garc¨ªa M¨¢rquez un mediod¨ªa de febrero de 1950, cuando le falta un mes para cumplir 23 a?os, es una epifan¨ªa en el sentido que daba James Joyce a esa palabra, es decir, la 's¨²bita manifestaci¨®n espiritual' del pasado.
Vale la pena resumir las cir
cunstancias para entender por qu¨¦ la vida del autor se parte en dos. Es cuando su madre, Luisa Santiaga M¨¢rquez de Garc¨ªa, le pide que la acompa?e a Aracataca a vender la casa, la ¨²nica posible que es la de sus abuelos maternos, donde Garc¨ªa M¨¢rquez viv¨® hasta los ocho a?os. La venden pero Gabriel se marcha dos d¨ªas m¨¢s tarde de la aldea natal con el tesoro de casi todas las historias que habr¨ªa de contar en la vida.
Las memorias son intrincadas como un rizoma y exhalan una alegr¨ªa que se ha vuelto la sustancia misma de su lenguaje. En vez de Vivir para contarla, el libro deb¨ªa de haberse llamado, Vivir para gozarla, porque hasta los peores infortunios de la miseria, el hambre y las enfermedades est¨¢n narrados con un humor invencible.
Tal como sucedi¨® con la Autobiograf¨ªa de Jorge Luis Borges, que se public¨® por primera vez en castellano hace cuatro a?os, las memorias de Garc¨ªa M¨¢rquez establecen desde el principio el entramado sutil que une la historia del escritor con la historia de su propio pa¨ªs.
El coronel M¨¢rquez, el telegrafista Garc¨ªa y todas las caudalosas familias que ambos engendran, encarnan el destino de la patria no como protagonistas -con la excepci¨®n ¨²nica del autor- sino como v¨ªctimas o testigos. Garc¨ªa M¨¢rquez y sus antepasados son el ¨¢vido viento caribe que recoge todo lo que encuentra a su paso: desde las guerras civiles de las que participa el abuelo materno hasta el fusilamiento de tres mil manifestantes durante la huelga que acaba con la compa?¨ªa bananera, en 1928. El confuso episodio es contado en las memorias del derecho y del rev¨¦s, con un orden tan arbitrario y a la vez tan certero que el autor no pod¨ªa concluir esa parte del relato sino con una frase que tal vez defina todo el libro: 'Tantas versiones encontradas han sido la causa de mis recuerdos falsos'.
Los recuerdos de la juventud tienen, sin embargo, el aire de la verdad m¨¢s transparente: desde las escuelas en Barranquilla hasta el poderoso tejido de amigos inseparables en el que Garc¨ªa M¨¢rquez entra por derecho propio a los 21 a?os, en la costa caribe. Todos esos detalles contados como un delta sin fin van dibujando el proceso de formaci¨®n y afirmaci¨®n de un escritor que ha nacido s¨®lo para eso.
Hay varias historias paralelas en Vivir para contarla que constituyen, de por s¨ª, novelas aparte. Una de esas novelas expone el torrente sexual que casi ahoga al autor, desde que a los 12 a?os, en Sucre, lleva un recado al burdel La Hora y una de las pupilas que dorm¨ªa la siesta echa la tranca a la puerta y le ordena: 'Ven ac¨¢', hasta que en la p¨¢gina 560 se despide de Martina Fonseca, la mujer radiante de un pr¨¢ctico de vapores que lo ha adiestrado para las tretas de la escuela y para las de la vida. Otras historias paralelas son las mudanzas del hogar, de las cuales la mejor contada es tambi¨¦n la m¨¢s estremecedora: aqu¨¦lla en la que la madre, que teme perder al padre para siempre en las tentaciones de Sucre, organiza un viaje desde Barranquilla, con todos los hijos, y a ¨²ltima hora descubre que est¨¢ corta de fondos porque a los menores de 12 a?os les descuentan s¨®lo el 30% y no la mitad del pasaje.
Las dos que este cr¨ªtico pre
fiere, sin embargo, impregnan todo el libro: una es la puntual novela del novelista Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, que comienza en la p¨¢gina 118 de las memorias. 'Me cost¨® mucho aprender a leer', escribe all¨ª, por la falta de l¨®gica de un alfabeto que tiene letras mudas y otras que se llaman de un modo pero se pronuncian de otro, como la eme. A ese afluente corresponde la revelaci¨®n del origen de la palabra Macondo y el punto de arranque de cada uno de los libros que ha publicado, con excepci¨®n del pen¨²ltimo, Noticia de un secuestro.
La ¨²ltima es una historia de amor que empieza en Sucre, al cabo de una de las peores semanas de disipaci¨®n de toda la vida. Garc¨ªa M¨¢rquez estaba a punto de terminar la escuela secundaria cuando fue invitado a los tres bailes de gala de Cayetano Gentile, que se convertir¨ªa con el tiempo en el Santiago Nasar de Cr¨®nica de una muerte anunciada. All¨ª encontr¨® a una ni?a vestida de organza, con la que bail¨® las tres noches, y a la que casi enseguida le propuso matrimonio con toda seriedad. Esa pasi¨®n s¨²bita que estalla en la p¨¢gina 282 iba a durar sesenta a?os, pero en el punto en que terminan las memorias Garc¨ªa M¨¢rquez est¨¢ y¨¦ndose a Europa por primera vez, y s¨®lo all¨ª, en Ginebra, recibe la respuesta feliz a la carta de apremio que le ha enviado a Mercedes Barcha.
En el legendario g¨¦nero de las memorias, que quiz¨¢ sea m¨¢s antiguo que la escritura, los lectores encuentran por lo general un relato no de lo que el autor es sino de lo que querr¨ªa ser ante la historia. Lo mejor que se puede decir de Vivir para contarla es que, de todos los admirables libros de Garc¨ªa M¨¢rquez, es el que m¨¢s se le parece.
BIBLIOGRAF?A
Ojos de perro azul. Re¨²ne los primeros cuentos de Garc¨ªa M¨¢rquez hasta 1955. Ideal para acceder a los pilares del universo garciamarquiano. All¨ª est¨¢n los primeros rastros de sus temas fundamentales, entre ellos la muerte, y huellas de sus escritores tutelares. Para recordar, Alguien desordena estas rosas. (Mondadori, Plaza & Jan¨¦s).
La hojarasca. Su primera novela. Aunque escrita a finales de los a?os cuarenta se edita en 1955. Es su primer gran acercamiento a un recuerdo que marcar¨ªa su obra: un difunto que ve de ni?o. (Mondadori).
El coronel no tiene quien le escriba. Escrita en Par¨ªs, es una novela corta con un lenguaje preciso, sobrio y un lirismo despojado de adornos en la que no falta ninguna palabra. (Espasa, Anagrama, Mondadori, Plaza & Jan¨¦s, Bibliotex).
Los funerales de Mam¨¢ Grande. Cuentos de comienzos de los a?os sesenta. Macondo asoma con m¨¢s nitidez y se vislumbra el lenguaje y el ritmo de lo que ser¨¢ Cien a?os de soledad. La muerte ya no es una simple presencia para fabular, sino para reflexionar y cuestionar. Sobresale La siesta del martes. (Mondadori, Plaza & Jan¨¦s).
Cien a?os de soledad. La obra que lo catapult¨® a la fama y que bautiza su literatura como realismo m¨¢gico. Publicada en 1967, aflora en toda su grandeza Macondo, su territorio literario. Es la suma de sus obsesiones y ambiciones literarias. No s¨®lo da vida a sus originales criaturas que viven entre la realidad, el mito y la leyenda, sino que ese mundo afronta todas las ¨¦pocas de la humanidad: desde el g¨¦nesis hasta el Apocalipsis, pasando por diluvios y guerras donde el amor y la pasi¨®n son protagonistas. (Plaza & Jan¨¦s, Mondadori, Espasa, C¨¢tedra).
La incre¨ªble y triste historia de la c¨¢ndida Er¨¦ndira y de su abuela desalmada. Relatos escritos despu¨¦s de Cien a?os de soledad. En ellos, el lenguaje frondoso aparece m¨¢s podado en favor del lirismo. Destacables Un se?or muy viejo con unas alas enormes y El ahogado m¨¢s hermoso del mundo. (Plaza & Jan¨¦s y Mondadori).
Relato de un n¨¢ufrago. Las 14 entregas del reportaje que escribi¨® para el diario colombiano El Espectador. (Tusquets, Mondadori).
El oto?o del patriarca. Es su recreaci¨®n del dictador. El libro con el cual intent¨® desembrujarse de Cien a?os de soledad. El resultado es un afilado y cautivador retrato del desmoronamiento de un gobernante y los despojos que deja en su ca¨ªda (Mondadori, C¨¢tedra, Espasa).
Cr¨®nica de una muerte anunciada. Ejemplo de principio y fin de la historia en la primera frase. Y de que conocer el final de algo es lo de menos, lo que importa es el c¨®mo. Gran ritmo en el que se trenzan con intensidad, di¨¢logo, narraci¨®n y acci¨®n. (Mondadori, Bibliotex).
El amor en los tiempos del c¨®lera. El libro que le gustar¨ªa que pasara a la posteridad. Una bella historia de amor con resonancias de las grandes obras del XIX. (Mondadori).
El general en su laberinto. Historia y ficci¨®n conviven de manera pl¨¢cida en esta novela que cuenta los ¨²ltimos d¨ªas del libertador Sim¨®n Bol¨ªvar. (Mondadori, Plaza & Jan¨¦s).
Del amor y otros demonios. Su ¨²ltima incursi¨®n en la novela corta. Amores contrariados en la Cartagena de Indias de la Inquisici¨®n y un homenaje a Garcilaso de la Vega. (Mondadori, Plaza & Jan¨¦s).
Noticia de un secuestro. Reportaje sobre el secuestro de un grupo de personalidades y periodistas colombianos por parte del narcotraficante Pablo Escobar (Mondadori).
Textos coste?os: Obra period¨ªstica 1, Entre cachacos: Obra period¨ªstica 2 y Notas de prensa (1961-1984). Todos en Grijalbo Mondadori.
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